Un hermoso vídeo que corre por las redes sociales muestra el método de los indios de la Pampa para domar a sus caballos sin recurrir ni a fustas ni a sogas. Los aborígenes argentinos no quieren ni oír hablar de aquello de que 'la letra con sangre entra'. En vez de eso, cariño, cariño y más cariño para los equinos hasta tumbarlos y dejarlos más suaves que un guante. Mansos y relajados, entregados y listos para obedecer cualquier orden futura de su amo, el jinete y también su amigo.

La cinta en cuestión, de tres minutos, muestra a un domador o 'susurrador', como se les conoce allí, que, a pecho descubierto interpreta lo que parece una sensual danza o una sesión de osteopatía animal. El resultado de tantos besos, estiramientos y posturas de pilates es la comunión entre el hombre y el animal.

"Jamás le sacude un golpe porque lo trata con una paciencia sin igual. Al domarlo no le pega, hasta que al fin se le entrega el animal".

Una lección vital. Y una belleza.