Vincent Lambert yace desde hace seis años en una cama de hospital. Su vida se mantiene artificialmente desde que un accidente de tráfico le dejó en estado vegetativo. El debate sobre si debe ser o no desenchufado ha desgarrado a su familia y generado un intenso debate sobre la eutanasia en Francia. Ayer, el Consejo de Estado, la más alta jurisdicción administrativa, autorizó la suspensión del tratamiento.

La sentencia se apoya en la ley, que acepta la eutanasia pasiva en caso de enfermedad terminal o de “obstinación no razonable” en la conservación de la vida. Pero se basa sobre todo en la voluntad de Lambert, de 38 años y enfermero psiquiátrico de profesión, manifestada reiteradamente tanto a su esposa como uno de sus hermanos, partidarios también de desenchufarle. H