Un total de doce voluntarios de Cruz Roja Española han levantado, en apenas un mes, un hospital en Kenema, la tercera ciudad más grande de Sierra Leona, para atender exclusivamente a enfermos de ébola y evitar así posibles contagios a la población.

En menos de un año, el ébola ha pasado de ser una enfermedad casi desconocida entre los ciudadanos de a pie occidentales a convertirse en un foco de alarma social en nuestro continente y en una auténtica emergencia sanitaria en África.

Pero ese miedo a un virus que, según los expertos, es mortal en el 90 por ciento de los casos, no lo sienten igual los voluntarios de asociaciones como Cruz Roja Española, quienes anteponen a todo la ayuda a los más necesitados.

Es el caso de Salvador Ramírez, un murciano residente en Alicante que, mientras muchos se marchaban de vacaciones en el mes de agosto, decidió, junto con otros once voluntarios españoles de la organización sanitaria, subirse a un avión rumbo a Kenema.

"Claro que tenía miedo, pero es un miedo relativo. Pienso que si Cruz Roja decide enviar a gente es porque hay unas mínimas condiciones de seguridad", ha señalado durante una entrevista con EFE.

El objetivo de todos ellos, a simple vista, parecía imposible: construir, de la nada, un centro de atención y aislamiento para enfermos de ébola, es decir, un hospital con un propósito muy concreto y casi más importante.

En estos casos, es fundamental minimizar al máximo el riesgo de contagio y con este centro de atención específico se pretendía separar a los enfermos de ébola de otros enfermos y que las personas que habitualmente acuden al hospital de la ciudad "no tuvieran miedo" de hacerlo.

Y de la idea a los hechos. Tras un mes de construcción, el pasado fin de semana este centro abrió sus puertas y acogió en sus instalaciones a cinco enfermos de ébola. Junto a ellos, 25 delegados de Cruz Roja y 200 empleados locales.

Ante la pregunta de cómo se consigue algo así, Ramírez lo tiene claro: "trabajando a contrarreloj con gente con mucha experiencia" -cabe señalar que junto a estos doce voluntarios españoles había otros llegados de Australia, Escocia o Noruega, entre otros-.

Para lograrlo, se hicieron con unos terrenos que limpiaron y acondicionaron, para después poder plasmar sobre ellos el diseño del hospital.

Ramírez sabe que la situación no ha cambiado mucho, pero espera que a partir de ahora el hospital de Kenema pueda "funcionar de forma más fluida" y sabe que "los pacientes de ébola van a estar mejor atendidos".

"Antes había que trasladarlos hasta otra ciudad situada a cuatro horas en todoterreno por carreteras en muy malas condiciones", ha explicado.

A pesar de un logro de tal magnitud, Ramírez, que estuvo allí 15 días, asegura que sus sentimientos son contradictorios: "estoy satisfecho por lo que hemos conseguido pero, por otra parte, siempre te quedas con la espinita clavada de no poder trabajar en el hospital por el que has estado peleando", ha manifestado.

Para este voluntario, la situación vivida aquí con los casos sospechosos de ébola, que finalmente fueron descartados, ha sido "un poco alarmista".

"Una vez que lo ves, sabes que es muy difícil que alguien se contagie aquí, sobre todo porque al más mínimo síntoma vas al hospital y rápidamente van a saber cuál es tu problema" ha valorado.

En cambio, en países como Sierra Leona los síntomas por el ébola son muy comunes, debido a otras enfermedades como el dengue o la malaria.

"Hasta que se dan cuenta de que puede ser ébola ya han pasado muchos días y la situación del enfermo es crítica", ha asegurado.

Para evitar contagios, Ramírez ha explicado que desde Cruz Roja, en una reunión previa, se les recalcó la importancia de no tocar a nadie, ni siquiera a los propios compañeros, así como no llevarse las manos a la boca nunca y comer comida bien cocinada, evitando las verduras y las frutas.

Salvador Ramírez está casado y tiene dos hijos, y no tiene claro si volverá. "No lo sé. A mí no me importaría la verdad", ha dicho.