La profesión más antigua no es la prostitución. La caza y el comercio de la captura, aunque fuera un modo de subsistencia, debió preceder al mercadeo sexual. Con el paso de los milenios se convirtió en el privilegio de unos pocos. La mayor conciencia social y animalista, ya en las sociedades más modernas, generó un marco legal que desembocó en la veda controlada. Aun así, son muchos los individuos que salen al monte o al mar de manera furtiva, sin licencia ni intención de cursarla. Porque buscan un cuerno en su pared o porque anhelan el beneficio personal. Pero también, y en eso la crisis tiene la culpa, por necesidad. Los expertos advierten de que las estrecheces de la última década han recuperado prácticas propias de la postguera.

El perfil está claro: hombre sin ningún tipo de escrúpulo que sabe lo que hace pero que no le importa el daño que causa. Y no todo se limita, como podría pensar el neófito, a la caza mayor (animales de un tamaño superior al de un zorro), sino más bien lo contrario. Tampoco todo sucede en tierra firme, pues lugares como las Rías Baixas, el Mar de Aragón o los pantanos catalanes padecen de manera habitual la acción de los bandoleros.

ZONAS RURALES // Lo que llama la atención a los expertos es esta caza menor vinculada a la necesidad, insólita en los tiempos pudientes. En definitiva, un indicador más de lo mal que lo pasan algunas familias. “Suele suceder en zonas rurales y deprimidas, personas que vuelven a cazar conejos para el consumo personal”, precisa Ángel López, portavoz de la Federación Española de Caza (FEC). A finales de noviembre fueron intervenidos 1.500 kilos de almeja en las Rías Baixas y 75 kilos de marisco en la Ría de Vigo, y el 16 de enero se intervino a un ciudadano francés que carecía de permiso 900 erizos de roca extraídos en la zona del Cap de Vol, en el Port de la Selva. Un agente rural explica que se han encontrado con casos de caza de subsistencia, sobre todo en ríos y pantanos, donde personas llegadas de otros países, sobre todo de Europa del Este, donde hay más cultura de la pesca continental. Han confiscado todo tipo de redes en pantanos y han actuado en repetidas ocasiones en ríos, como el Ter, donde familias se dedicaban a una pesca “rudimentaria” y en horario prohibido.

Un portavoz del Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona) prefiere hablar de “casos puntuales” porque, dice, “por suerte o desgracia en la caza se tira mucha carne que otros luego pueden aprovechar”. Esta unidad detuvo el año pasado a 153 personas por delitos relacionados con la protección de la flora y fauna, la mayoría, ligados al furtivismo.

La mayoría de los cazadores ilegales suelen actuar al amparo de la noche y usando escopetas y rifles con silenciador, así como sofisticados aparatos de visión nocturna que sirven para distinguir a la presa y para advertir la llegada de los agentes rurales. H