Basta con mencionar la palabra deberes para que un niño -cualquier niño- ponga los ojos en blanco, se encoja de hombros y suelte: “¡Vaya rollo!”. Las tareas escolares, a las que los estudiantes españoles dedican un promedio de seis horas y media semanales, son aún un suplicio para los alumnos, una cruz para los padres (que tienen que bregar a diario con sus hijos, para conseguir que los terminen antes de ir a jugar o de sentarse a navegar por internet) y un quebradero de cabeza para los maestros. Ahora, además, un informe de la Organización para el Desarrollo y la Cooperación Económica (OCDE) ha constatado que los deberes contribuyen a ampliar la brecha entre los estudiantes de nivel socioeconómico alto y medio y los alumnos que pertenecen a familias más desfavorecidas.

Aunque no es la primera vez que se lanza la alerta, hasta el momento el Ministerio de Educación no ha tomado cartas en el asunto. “En esto de los deberes, cada escuela, incluso cada maestro, aplica su propio criterio·, indica Ismael Palacín, director de la fundación Jaume Bofill, entidad dedicada al análisis del sistema educativo. Los gobiernos en España, tanto el central como los autonómicos, no prevén mecanismos para regular los deberes, hasta el punto de que la LOMCE, -“con todo lo reglamentista que es”, observa el psicólogo y educador Jaume Funes- tampoco ha entrado en determinar cómo y en qué medida hay que poner deberes a los estudiantes.

El debate, al que otros países ya reaccionaron hace tiempo adoptando medidas compensatorias, se ha reducido aquí a discutir sobre si los estudiantes soportan ya demasiada carga académica o no. Para la OCDE, no se trata de una cuestión de cantidad, sino de calidad. “El número medio de horas que los estudiantes pasan realizando tareas tiende a no estar relacionado con el rendimiento”, dice la organización. Sí que afectan, en cambio, “otros factores como la calidad de instrucción o la organización escolar”, agrega.

EL MOTIVO // ¿Por qué son los deberes motivo de desigualdad entre los alumnos ricos y los alumnos pobres? Pese a que muchos pedagogos aseguran que hay razones de peso para defender las tareas escolares en casa, el problema es que cuando estos no están bien planteados, los estudiantes que tienen ayuda en casa (de padres o profesores particulares) parten con ventaja respecto a los que no cuentan con ese apoyo, “ya sea porque sus familias no tienen el nivel educativo requerido o porque no pueden pagarlo”.

“Incluso Finlandia, que es un país al que todo el mundo tomó como referencia en temas de educación, se dio cuenta del problema hace años y en la actualidad dispone de programas de compensación para los alumnos que tienen dificultades para hacer los deberes en casa”, explica Funes.

Los deberes, que en otros países, como Francia, están regulados por ley, deberían de estar concebidos como un modo de ayudar a los estudiantes de bajo rendimiento a reforzar lo aprendido en clase y permitir al alumno consolidar los conocimientos adquiridos en la denominada memoria a largo plazo, argumentan quienes los defienden.

RECOMENDACIÓN // También la OCDE avisa de ese riesgo y recomienda que, si un colegio o un profesor optan por poner deberes a sus alumnos, tengan al menos en cuenta que hay estudiantes que “pueden encontrar grandes dificultades para hacerlos si no disponen de un espacio relajado y ordenado para ello, si cuentan con otras responsabilidades familiares o, incluso, si los padres no se encuentran preparados para guiarlos o motivarlos en este proceso debido a obligaciones laborales o falta de recursos”.

En este caso, agrega la organización internacional a partir de los datos recogidos en su Informe PISA, “los deberes pueden llevar, sin quererlo, a la ampliación de la brecha de rendimiento entre estudiantes de diferentes ambientes socioeconómicos”. H