Nuestra tatarabuela Lucy y otros miembros de su especie, considerados nuestros antepasados directos más antiguos, no estuvieron solos en las primeras fases de la evolución humana: hace 3,3 millones de años, cuando la hembra de Australopithecus afarensis deambulaba por las tierras áridas de lo que hoy es la región de Afar, en Etiopía, también vivía en la zona otra especie de homínido desconocida hasta ahora.

Un equipo coordinado por el investigador etíope Yohannes Haile-Selassie, del Museo de Historia Natural de Cleveland, en EEUU, ha descubierto en la zona de Woranso-Mile, a 25 kilómetros de donde en 1974 fue localizado el esqueleto casi completo de Lucy, un conjunto de fósiles (dos mandíbulas y un maxilar con dientes, así como huesos más pequeños de difícil adscripción) de otro australopiteco que, aunque mantiene algunas similitudes con A. afarensis, es demasiado diferente como para considerarlo de la misma especie, explica el coautor Lluís Gibert, investigador la facultad de Geología de la Universitat de Barcelona (UB).

Los autores del hallazgo lo han bautizado como Australopithecus deyiremeda --“pariente próximo”, en lengua afar-- y le han calculado una antigüedad de entre 3,3 y 3,5 millones de años. La gran relevancia de la nueva especie es que, como subraya Haile-Selassie, “se confirma que Australopithecus afarensis no es el único ancestro potencial de los humanos”. Los restos aparecieron en el 2011 en dos emplazamientos próximos y pertenecen a individuos diferentes, según subraya el estudio, que se publicó en la revista Nature.

Australopithecus deyiremeda difiere de Lucy y sus congéneres en la forma y tamaño de los dientes, que son más pequeños y con un grueso esmalte, además de tener una mandíbula inferior más robusta, en la línea de los posteriores géneros Paranthropus y Homo. “Los dientes muestran que tenía una dieta más variada que Lucy, no solo herbívora, posiblemente con la presencia de gramíneas y frutos secos”, indica Gibert. La nueva especie ahonda en el debate sobre la diversificación en las primeras fases de la evolución humana. “Algunos colegas se van a mostrar escépticos porque rompe esquemas”, asume Gibert. H