El detector europeo VIRGO ha observado por primera vez ondas gravitacionales, perturbaciones cósmicas cuya existencia fue prevista por Albert Einstein hace un siglo. El laboratorio, constituido por dos túneles de tres kilómetros emplazados en la campiña cerca a la ciudad italiana de Pisa, se une así a la pareja de instrumentos estadounidenses, llamados colectivamente LIGO, que ya detectaron esas mismas señales en tres ocasiones anteriores, la primera vez de ellas en el 2016.

Desde hace más de un mes se rumoreaba que LIGO y VIRGO habían captado un evento extraordinario: la colisión de dos estrellas de neutrones. Hoy, sin embargo, los científicos de VIRGO dieron la sorpresa al anunciar un suceso algo más manido: la colisión de dos agujeros negros observada el pasado 14 de agosto, el mismo fenómeno que causó las tres detecciones anteriores.

Fuentes cercanas al experimento aseguran que esta observación es la primera de una serie que empezará con otro anuncio el 16 de octubre y que posiblemente confirme los rumores.

Mensajeros cósmicos

Las ondas gravitacionales son una deformación de la estructura misma del espacio y del tiempo, causada por la presencia o el movimiento de una masa. Con los instrumentos actuales solo se detectan las ocasionadas por fenómenos astronómicos de gran violencia, como choques de agujeros negros, de estrellas de neutrones o formación de supernovas.

Einstein dedujo que debían existir un siglo antes de su detección real, el año pasado. Su existencia confirma la teoría de la relatividad general de Einstein: de hecho, la observación de agosto ha confirmado que la polarización de las ondas encaja con la predicción del genial físico. Pero, además, estas perturbaciones transportan información sobre grandes cataclismos cósmicos, como el Big Bang del cual se originó el Universo.

La presencia de detectores a los dos lados del océano ha permitido hacer una triangulación 10 veces más precisa de la posición del evento en el cielo, explica Alícia Sintes, investigadora de la Universitat de les Illes Balears cuyo equipo forma parte de Ligo (otro grupo español, el equipo de Toni Font en la Universitat de València, participa en Virgo).

25 telescopios

"Gracias a esta mejor localización hubo 25 telescopios que se orientaran hacia los 60 grados cuadrados de cielo en el cual se produjo el evento, para comprobar si había una emisión óptica", explica la científica. Captar una señal luminosa junto con las ondas es un sueño para los físicos, porque permitiría aprender muchísimo sobre los sucesos observados, combinando dos señales muy distintas (es decir, hacer la llamada 'astronomía multimensajero').

Esta vez, sin embargo, no hubo suerte, porque los choques de agujeros negros no producen radiación electromagnética. Dos de estos objetos (lo que queda de una estrella muerta), que tienen 31 y 35 veces más masa que el Sol y están emplazados a 1.800 millones de años luz, se fusionaron. En el proceso, una cantidad energía equivalente a tres veces la masa del Sol se escapó en forma de ondas gravitacionales. La descripción del fenómeno se publicará en la revista Physical Review Letters.

El anuncio de esta tarde deja en vilo a la comunidad científica, a la espera de las otras señales que se hayan detectado por LIGO y VIRGO y que actualmente se están procesando. Como en la series, hay que concluir con un "seguirá".