Compartir piso ha dejado de ser una fórmula exclusiva para estudiantes. Primero la crisis y ahora el incremento desbocado de los precios del alquiler, con Barcelona a la cabeza, obligan a cada vez más ciudadanos a vivir en habitaciones. Como ha reflejado recientemente el informe anual de piso compartido de Idealista.com, en España la demanda de cuartos de alquiler ha subido el 78,1% en los seis primeros meses de este año. Las filas de la generación piso compartido no paran de crecer y crecer.

El perfil de quienes comparten piso ha cambiado. «Tradicionalmente eran estudiantes, pero ahora hay cada vez más profesionales cualificados», certifica Beatriz Toribio, responsable de estudios de Fotocasa. El alquiler y no digamos la compra quedan fuera de la capacidad económica de muchos ciudadanos en un contexto de salida de la crisis y de génesis acelerada de una nueva burbuja inmobiliaria.

«Ha habido un cambio de mentalidad. Antes de la crisis, alquilar no era una opción. Pero ahora se presenta como la alternativa más flexible en un mundo cambiante», añade Toribio. En España la edad media de la generación piso compartido es de 29 años. Son jóvenes que proceden, esencialmente, de clases sociales medias y medias-altas y que viven en capitales y grandes ciudades. El 81% de ellos tienen entre 18 y 34 años. Suelen compartir con una media de dos personas.

HIJOS DE LA CRISIS // «Todo lo que es colaborativo, como el cohousing, es hijo de la crisis. Antes nadie se lo planteaba», destaca Sergio Nasarre, catedrático de Derecho Civil y director de la Cátedra UNESCO de Vivienda de la Universitat Rovira i Virgili (URV).

El cohousing, según Nasarre, es un fenómeno derivado de la crisis y de la popularización de las plataformas móviles de intercambio. Un ejemplo: Uber, para el transporte de particulares. Otro: Deliveroo, para la entrega de comida rápida. «Puedes revestirlo de bueno, pero la economía colaborativa ha llevado a veces a la precarización», denuncia.

Pese a que la mayoría de las personas que comparten son veinteañeras y treintañeras, existe también otra realidad: la de personas de mediana edad que se ven obligadas a compartir piso porque «se han visto abocadas a ello y no le queda otra». Contribuyen a ello, en buena medida, el alto porcentaje de paro y la pérdida de poder adquisitivo como consecuencia de la subida de precios y la caída de los salarios.