Camiones cisterna abasteciendo pequeños nucleos rurales de Galicia. Esta imagen que parece impensable en la comunidad más húmeda de la península es la mejor ilustración de la sequía que afecta a la mayor parte de la España desde la primavera y se ha acentuado en un inicio de otoño cálido y sin lluvias. Las reservas hídricas han caído al 38,9% de la capacidad total de los embalses, 15 puntos menos que en el 2016, un registro solo superado por abajo durante el periodo de sequía comprendido entre 1992 y 1995, cuando las reservas llegaron a caer hasta el 26,4%.

Una de las zonas más afectadas es Galicia. Desde enero estaba en situación de prealerta y el pasado martes se decretó la alerta en toda la demarcación Miño-Sil, que abarca desde León hasta la desembocadura del Miño, mientras que hoy se hará lo propio en seis zonas de A Coruña y Pontevedra.

USO CONTROLADO

Es la consecuencia de haber sufrido «el año más seco de la historia», con lluvias un 40% «por debajo de la media», según el presidente de la Confederación Hidrográfica del Miño-Sil, Francisco Marín. Las restricciones no afectarán por el momento al abastecimiento urbano pero los ayuntamientos deberán extremar el cuidado en el uso el agua en fuentes y otros elementos ornamentales, así como penalizar el despilfarro.

Castilla y León es la otra comunidad más afectada. Las cuencas del Duero y el Tajo que la atraviesan se encuentran al 32,2% y al 40,8% respectivamente. La principal afectación se encuentra en la agricultura, con el 70% de la cosecha de cereales perdida.

Las otras dos cuencas más afectadas son las que primero suelen sufrir la escasez, las del Júcar (26%) y Segura (14,3%), esta última con un agravante: las dificultades de abastecerse del trasvase Tajo-Segura al afectar la sequía a la cuenca cedente. El Guadalquivir (32,3%) se encuentra también bajo mínimos. La cuenca del Ebro también ha cruzado el umbral de reservas por debajo de la mitad de la capacidad, con el 44,2%.

La situación se debe a un año hidrológico en el que ha llovido poco pero sobre todo mal. La mayor parte del lluvia caída lo ha hecho de modo torrencial. Casi toda fue al mar en forma de riadas. Un agua que no vale para nada y destruye infraestructuras.

La situación en el resto del mundo es peor. El suministro de agua está en riesgo en el 63% de las ciudades del mundo como consecuencia del cambio climático, lo que tiene un impacto negativo en la erradicación del hambre y en la mejora de la salud, de modo que para acabar con el hambre en el mundo en el 2030 serán necesarios 226.000 millones de euros al año, según el Consejo Mundial del Agua (WWC). Así concluyó la Conferencia Internacional sobre el Agua y el Clima, celebrada el martes y el miércoles en Marsella (Francia) y donde se advirtió que el agua jugará un papel «cada vez más importante» en el futuro del desarrollo y la geopolítica.