Danny DeVito llegó al Festival de San Sebastián con la humildad que siempre le ha caracterizado a lo largo de su carrera. El mítico actor, director y productor de 73 años ha sido el primero en recibir este sábado el Premio Donostia de esta 66 edición.

En un encuentro con la prensa se ha mostrado feliz y agradecido por este galardón, sobre todo porque por fin ha podido venir a un festival en el que se han programado muchas de las películas en las que ha participado. Precisamente este año trae bajo el brazo 'Smallfoot', una cinta de animación de Warner Bros en la que pone la voz a uno de los personajes y que ha definido como "muy cálida a pesar de desarrollarse en un paisaje helado".

No es la primera vez que el actor interviene en una película infantil, entre ellas recordamos 'Lorax: El busca de la trúfula perdida' (2012), dando vida al personaje principal. Para De Vito, la calidad de la animación contemporánea no es solo cuestión de técnica, de perfección plástica, sino sobre todo de mensaje.

"Te proporcionan aventura, diversión, pero también se habla de temas importantes y te ofrecen una perspectiva educativa, sobre todo a la hora de enseñar a los más pequeños a enfrentarse al mundo sin miedo". En realidad, además de una historia de amistad, 'Smallfoot' se convierte también en una bonita fábula sobre la aceptación de la diferencia, algo contra lo que DeVito ha tenido que luchar durante toda su vida.

1,47 METROS DE ALTURA

No lo tuvo fácil en la industria con sus 1,47 metros de altura, pero eso no le impidió que peleara por demostrar su talento. Lo hizo poco a poco, primero a través de pequeños papeles en la década de los setenta, uno de ellos en 'Alguien voló sobre el nido del cuco' (1975), hasta que alcanzó la popularidad encarnando a Louie De Palma en la serie de televisión 'Taxi', creada por James L. Brooks. A partir de ese momento Hollywood le permitió la entrada a su reino y brilló especialmente en el género cómico en películas como 'Por favor, maten a mi mujer' o 'Los gemelos golpean dos veces' en la que compuso un dúo imposible junto a Arnold Schwarzenegger.

Fue su década dorada. Se pasó al otro lado de la cámara para filmar películas delirantes como 'Tira a mamá del tren' o la notable 'La guerra de los Rose', que sirvió, además de para narrar con muchas dosis de vitriolo una ruptura marital, para reunir a los protagonistas de 'Tras el corazón verde' y 'La joya del Nilo', Kathleen Turner y Michael Douglas.

Pero si hay dos papeles que han quedado incrustados en la memoria cinéfila y el imaginario pop, son el de El Pingüino en la película más oscura de Batman, 'Batman vuelve' y el de 'Mathilda', el cuento de Roald Dahl que él mismo se encargó de adaptar. "Hice la película gracias a mis hijos. Yo les leía libros por la noche y descubrimos la novela de Dahl juntos. La hicimos en familia porque yo interpretaba al villano y también salía mi mujer". Se refiere a Rhea Perlman a la que conoció en 'Taxi' y con la que ha compartido su vida de manera intermitente hasta la actualidad.

UN CINÉFILO DE MANUAL

DeVito es un auténtico cinéfilo y por eso también comenzó a involucrarse en películas de directores que consideraba interesantes ejerciendo las labores de producción. Entre las más icónicas, la película estandarte de la Generación X, 'Bocados de realidad' o 'Pulp Fiction', con la que Tarantino alcanzó la gloria definitiva como autor de culto. Pero también 'Gattaca', ‘Erin Brokovich' y 'Man on the Moon', de nuevo con Milos Forman, en la que se reservó un papel fundamental.

Puede que sea una de las 'celebrities' con menos aires de grandeza de Hollywood, pero precisamente por eso cuenta con el afecto del público, que en San Sebastián se ha volcado totalmente con él, convirtiéndose en una de las presencias más vitoreadas.