“¿Cómo aprendiste a follar?”. He aquí el quid de la cuestión para los organizadores del Salón Erótico de Barcelona, que del 4 al 7 de octubre acogerá el Pabellón Olímpico de la Vall d’Hebron. Con la reveladora pregunta empieza el vídeo promocional con el que pretenden limpiar su cara y desligar el consumo voraz de pornografía de las agresiones sexuales de las ‘manadas’. La cinta culpabiliza a “una sociedad sin educación sexual” que ha dejado el aprendizaje de las prácticas íntimas en manos de un “porno machista”, una estrategia del festival, según otras voces, que critican cómo bajo esa máscara transgresora y feminista del vídeo se esconde la misma industria de la pornografía cosificante y machista. Es su manera de subirse a la ola de empoderamiento de la mujer -este año su argucia es que todos los departamentos del festival están dirigidos por mujeres- y rechazo a los abusos.

La actriz, realizadora y directora artística del salón, Sílvia Rubí, admite que el festival “necesita limpiar su cara”, como toda la industria, aunque alega que “no es posible un cambio drástico”. La lucha contra el todopoderoso porno ‘mainstream’, violento, machista y gratuito, necesita el respaldo de los consumidores. “En esos productos mayoritarios, básicamente americanos, hay muchos abusos y barbaridades, es muy ‘heavy’; un circo en el que el espectador busca lo más morboso. El público debe ayudar a cambiarlo”, sostiene Rubí, que, por otra parte, recuerda que la violencia está presente en todos los campos. “También hay mucho gore gratuito en las series, ¿hace falta?”.

La directora anima a un tránsito hacia “un porno ético, más ‘underground’, como el impulsado por Erika Lust”. El problema, dice, es que estos productos de más calidad necesitan ser de pago y la peña no está dispuesta a rascarse los bolsillos.

COSIFICANTE

Al otro lado del negocio se alzan voces como la de la activista Amelia Tiganus, integrante de la plataforma Feminicidio.net que fue víctima de explotación sexual. “El Salón ‘Erótico’ de Barcelona es de todo menos erótico; no hay nada más placentero que el erotismo y más cosificante que la pornografía”. Su estrategia, afirma, es darle un aire transgresor a las campañas publicitarias y de lavado de imagen. “Misma realidad, otra máscara. He visto imágenes de este año y eso es de todo menos feminista y transgresor. Llevan un tiempo utilizando el discurso feminista, vaciándolo de contenido, para blanquear su imagen y seguir llenándose los bolsillos”. Citando a la política y activista Beatriz Gimeno, destaca que “la industria no educa en valores, la industria vende productos”.

Tiganus argumenta que “la conexión física y emocional cuando tenemos sexo deja de ser tal cuando actuamos como robots que repiten actos programados por esa pornografía que nos quema la imaginación, el deseo de descubrir, de sorprendernos y de construir placer compartido desde nuestra autenticidad”. Eso es erotismo y la pornografía no lo puede transmitir, subraya.

Abiertamente “antiporno” y contraria a la “comercialización de la sexualidad, o sea, del propio yo”, la activista censura todas esas “maniobras perversas” de la industria del sexo para "convertirnos en máquinas". Hay que limitar el acceso a esos contenidos que “convierten la sexualidad en comida rápida-basura” para recuperar “la humanidad y la capacidad de sentir placer”.

RELACIONES ENTRE NIÑOS

La psicóloga y sexóloga Montse Iserte, responsable de los contenidos pedagógicos del Salón Erótico, reconoce que, aunque “debería controlarse”, es imposible detener la marea pornográfica virtual. “Por ello es esencial que los padres y la escuela se adelanten”. No hace tanto, una imagen en una revista erótica despertaba las fantasías. “Ahora los críos ni se han besado y ya lo han visto todo”. Y sucede, informa, que llegan casos a su consulta como el de un niño de 12 años que ha mantenido relaciones con uno de 10. Los padres, cuenta, son los primeros en negar la realidad. “Vienen diciendo que sus hijos no están interesados en el sexo, que son muy pequeñajos para eso y no se masturban ni ven porno… ¡Si supieran!”.

REINVENTAR EL PORNO CON OTROS VALORES

El porno “debe reinventarse con otros valores”, incide la psicóloga, que celebra una tendencia en las relaciones: el ‘slow sex’. “Nos hemos ido tanto al extremo que ahora algunos quieren volver a lo básico. Las prácticas tántricas están de moda por la necesidad de ese sexo tranquilo, del placer de tocarnos y sentirnos”.

Asegura Iserte que el Salón Erótico intenta con “pasitos pequeños” algún cambio. El pasado año ya se prohibieron los vestidos de colegiala y este se ha incidido en que las acciones sean consensuadas. “Que se pida permiso antes de cualquier acto. Nunca forzar”. También quieren ‘vestir’ a las actrices con más glamur. “Tratarlas como si fueran estrellas, que no se queden por ahí delante del público despatarradas comiendo un bocata”.

PRÁCTICAS VIOLENTAS NO CONSENTIDAS

Desde su experiencia como psicoterapeuta, Marc Ruiz advierte del “drástico cambio que ha sufrido el imaginario colectivo respecto al sexo, al tener acceso en la red, incluso los niños, a absolutamente toda la pornografía, el elemento más influyente de la educación sexual en edades muy tempranas”. Así se perpetúan los estereotipos de género en el que la mujer es cosificada y “debe estar disponible para responder ante todos los deseos del hombre”. Y lo que se desea, subraya, son prácticas violentas no consentidas. “La pornografía sirve para manipular los intereses sexuales y dirigir a los consumidores hacia un contenido más extremo”.

Como explica en Feminicidio.net, la pornografía pueril y la masculinidad rozagante -los hombres deben ser agresivos, duros, competitivos, exitosos...- son el caldo de cultivo idóneo para que germinen las 'manadas'. Ruiz avisa de que cada vez niños más pequeños acceden a esos productos. En el 2009 llegó a su centro el primer caso infantil relacionado con el consumo de porno. Un niño de 7 años, con ansiedad elevada y dificultades de concentración, según reportó su madre, reveló en la terapia que entre los juegos y la navegación en el móvil de su madre se colaban vídeos pornos. “Comentaba que tras visualizarlos cada vez que veía el trasero o el pecho de su madre, pensaba que era una prostituta”.

También a entidades como Sida Studi les preocupa que la realidad dentro de la industria del porno sea "diferente al discurso del espot promocional, cuyo contenido es interesante". "No confiamos en que la industria, con una lógica de mercado, tenga capacidad para integrar un discurso integrador que busque un cambio real en las relaciones".