La separación y el divorcio genera estrés en todos los miembros de la familia. Conlleva una serie de cambios que pueden generar ansiedad e incertidumbre, especialmente en los más pequeños, ya que pueden sentir culpabilidad, miedo y frustración.

Si los padres generan el clima adecuado, los niños pueden sobreponerse al acontecimiento y ganar en flexibilidad y tolerancia. Aunque los primeros momentos sean difíciles, podemos paliar sus efectos y acabar repercutiendo de forma positiva en la situación familiar.

Efectos del divorcio

Los motivos de una separación son independientes de cada familia. En muchos casos, la relación termina de una forma cordial, pero en otros tantos, las discusiones y las disputas aumentan tras la separación, donde una guerra de poder coloca a los hijos en una situación intermedia de estrés y ansiedad.

Pero, independientemente del clima que aparece tras la separación, pueden aparecer diversos efectos sobre los hijos con el divorcio:

  • Bajada drástica en el rendimiento académico.
  • Mal comportamiento en clase.
  • Aislamiento social y malas relaciones con los compañeros.
  • Baja autoestima.
  • Culpabilidad.
  • Estrés.
  • Problemas de sueño.
  • Alteraciones en la alimentación.
  • Reduce sus efectos
  • No podemos controlar lo que nuestros hijos sienten en cada momento, pero sí podemos generar situaciones diferentes más positivas que hagan que se reduzcan las emociones negativas y aparezcan las positivas.

Lograr que nuestros hijos salgan fortalecidos tras el divorcio es tarea de cada padre, y entre los dos pueden conseguir que los efectos a medio y largo plazo sean enriquecedores y positivos.

1. Aísla el conflicto

La mala relación que aparece en algunas separaciones o las discusiones por la custodia o la casa no deben influir en los hijos. Deben quedar siempre al margen de la situación. Para ello, hay que evitar el tema cuando ellos están presentes y no hablar negativamente del otro progenitor en su presencia.

El nivel de exposición al conflicto es uno de los mayores desencadenantes de ansiedad en los más pequeños, que acabarán imitando esas herramientas de adaptación y las desarrollarán en el futuro.

2. Permite las emociones negativas

Reajustar la familia y adaptarse a los cambios genera siempre emociones negativas tanto en los padres como en los hijos. Estas emociones son fruto del cambio y deben ser entendidas y respetadas. Por eso, es importante pasar más tiempo con ellos, tanto de ocio como de conversación, donde vuelvan a sentirse seguros y puedan expresar todo aquello que sientan, sin ser censurados ni recriminados.

En este punto, es conveniente vigilar el grado de malestar que ha aparecido. Por un lado, nos indica si como padres estamos actuando correctamente. Y por otro, si nuestro hijo pudiera necesitar una ayuda extra para sobreponerse a la situación.

3. Fomenta la sinceridad

Es una tapa en la que aparecen muchas dudas. Los hijos se preguntan qué ha pasado, si son ellos responsables o si la situación ya es permanente. Por eso, hablar con ellos y contarles la verdad puede mejorar lo que sienten.

Lo que expliquemos a nuestros hijos debe ser adaptado a su edad, sin ocultar nada, pero siempre usando palabras y conceptos que ellos puedan entender fácilmente.

4. Establece rutinas

Los niños pequeños son los que más necesitan de una rutina. De no ser así, emocionalmente sienten desequilibrio y estrés. Adoptar una rutina clara, y en función de la nueva situación es la mejor forma de generar bienestar en ellos.

Las separaciones y divorcios son cada vez más habituales en las familias, son hechos conocidos para los niños. Lo ven en sus compañeros de clase o en otros familiares, por lo que es más fácil que entiendan que los padres no siempre tienen que estar juntos. Este conocimiento reduce el estrés, y junto a pequeñas pautas podremos conseguir que los hijos no sientan la situación como algo desagradable sino como algo nuevo a lo que adaptarse y que puede generar un mejor clima para todos los implicados.

* Ángel Rull, psicólogo.