Antonia coge la agenda y muestra la página de los nombres que empiezan por la letra 'P'. Allí aparecen los de 'Piedad y Manolo', todavía visibles bajo los tachones de un bolígrafo rojo que ha tratado de borrarlos. "Este era su teléfono pero, claro, ya no sirve", explica la mujer, de 76 años, vecina de un bloque del barrio de La Bordeta de Barcelona, ubicado en el 34 de la calle de Mossèn Amadeu Oller, en el que el pasado 24 de agosto fueron hallados sin vida los cadáveres de un matrimonio de unos 75 años, los de Piedad y de Manolo.

Aunque desde el comienzo sobrevoló el rumor de que podía tratarse de un crimen machista, jamás confirmado oficialmente, los Mossos d'Esquadra no han incluido a Piedad entre las ocho mujeres asesinadas por sus cónyujes este 2019. Según fuentes policiales consultadas por EL PERIÓDICO, no lo han hecho porque han podido descartar que Manolo la matara. Manolo también es víctima de un crimen que sigue sin resolverse tres meses después. Un doble homicidio que agrava, retroactivamente, la cifra de muertes violentas consumadas en Barcelona en el verano negro del 2019.

MANOLO NO ES UN ASESINO

"Quizás discutieron y él perdió los nervios y después se suicidó. No lo entiendo, Manolo era muy buen hombre", especula Antonia. "Nadie sabe si la mató él o no", se apresura a puntualizar Francisco, de 85 años, que ha encajado sin inmutarse que Antonia apagara unilateralmente la televisión donde muestran imágenes del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Antonia y Francisco no están casados, pero después de que ella enviudara él comenzó a acompañarla por la calle para que no anduviera sola. "Y ahora tiene su habitación aquí", cuenta ella con una sonrisa incipiente bajo la nariz que no llega a dibujar del todo. "Pero sigue teniendo su piso aquí al lado", añade tajante. Los dos conocían a Manolo, por motivos distintos. "Mi hijo trabajaba en el puerto de lo mismo que Manolo: de 'confronta portuario'. Son los que cogen los números de cada barco de carga que llega. La empresa de Manolo importaba algodón", explica Francisco. "Cada vez que necesitaba colgar un cuadro, o cambiar un tornillo, o cualquier cosa de manitas, llamaba a Manolo, que venía y lo arreglaba. 'Siempre que quieras, me avisas', me decía. Era muy buen hombre", amplía Antonia, su vecina. De Piedad los dos recuerdan que había trabajado de limpiadora y que antes de jubilarse laboraba en la casa de "un jeque de Pedralbes". Últimamente había desarrollado problemas de visión que le habían provocado caídas graves. La fragilidad de la mujer redobló la intensidad de las atenciones de Manolo. Por eso era injusto que prevaleciera todavía el rumor en la escalera de que él era quien había terminado con la vida de su mujer.

VARIOS DÍAS MUERTOS

Manolo y Piedad llevaban varios días muertos cuando fueron hallados el sábado 24 de agosto. Ouaffa, la vecina marroquí que vive justo enfrente, pidió que avisaran a la policía a causa del intenso hedor que se filtraba hasta su casa. Su hija mayor, de 11 años, no podía comer por culpa de las náuseas. Y por la terraza interior, que a través de la ventana de su baño queda a apenas un metro, salían cada vez más moscas. Una patrulla de la Guardia Urbana se presentó el sábado 24 de agosto e intuyó que ese olor podría ser el de un cadáver en descomposición. Fueron dos.

Los policías contactaron con el único hijo del matrimonio, vecino de la zona, que se presentó sobre las once de la noche. Este abrió la puerta y los agentes se encontraron con los dos ancianos acuchillados en el comedor. Piedad estaba sentada en una butaca y Manolo tendido en el suelo. La cerradura no había sido forzada y el interior del inmueble no había sido revuelto. Los Mossos, tras descartar que aquella fuera la escena de un crimen machista, o de un suicidio consensuado, buscan al asesino de los dos ancianos.