La extensión de la educación infantil de 0 a 3 años está en la agenda política. Ahora que ha llegado a las páginas del preacuerdo para la formación de un gobierno de coalición PSOE-UP, conviene recordar el informe Donde todo empieza que publicaba Save the Children hace unas semanas y que pone de manifiesto la paradójica desigualdad social que existe en el acceso a la etapa educativa con mayor capacidad igualadora -como nos recuerda el Nobel de Economía James Heckman-. Analizando datos y normativa y entrevistando a familias en situación de vulnerabilidad, profesionales y expertos, ayuda a comprender por qué quienes más se benefician se quedan fuera. La conclusión es que las políticas hasta ahora se han dirigido más a la conciliación de las clases medias que a favorecer la igualdad de oportunidades.

En primer lugar, niños y niñas nacidos en familias desfavorecidas se enfrentan con frecuencia a la falta de plazas públicas cercanas a sus domicilios. E incluso cuando las hay, las escuelas infantiles públicas son económicamente inasumibles. No solo por la mensualidad sino por el comedor, el material o la vestimenta, que no suelen cubrir las escasas ayudas. Estando mi marido sin trabajar, sólo trabajaba yo, cobrando 900 euros y yo pagaba 86 de guardería (...) tanto fue así que me acuerdo que en el último año llegué a plantearme sacarla porque, claro, yo ya no estaba trabajando, mi marido tampoco, ¿de dónde saco yo los 86 euros?, asegura Rosmery, madre de dos niñas.

En segundo lugar, la organización de las escuelas infantiles está pensada para familias con trabajo regular y horario de oficina, muy lejos de la realidad de quienes viven la precariedad. Los criterios de admisión priorizan con frecuencia a niños y niñas con ambos progenitores trabajando. Madres con horarios atípicos o no tienen encaje o tienen que pagar más por horario extendido.

A esto hay que sumar la enorme complejidad burocrática de solicitar plaza y pedir las ayudas, que a menudo requiere pasar el filtro estigmatizante de demostrar la necesidad ante los servicios sociales. Amal, madre de dos hijas y dos hijos recuera que con los dos siguientes había que estar trabajando para poder acceder a una escuela pública, claro, demostrar que estás trabajando. A veces yo me preguntaba si no estoy trabajando, ¿con quién los dejo para poder buscar trabajo y trabajar? Si no puedo acceder a una escuela pública!. Este laberinto se resuelve con frecuencia gracias a la buena voluntad de profesionales, que no siempre cuentan con protocolos y formación para acompañar y acoger a las familias en situación de vulnerabilidad, que enfrentan problemáticas diversas.

Por último, existe un gran desconocimiento y falta de reconocimiento social de la importancia para el desarrollo de esta etapa educativa -el 87% del cerebro se forma antes de los 3 años-. Muchas familias que entienden que la crianza en estos primeros años debe ser en el hogar -y rechazan la escolarización a tiempo completo no encuentran alternativas que les acompañen para estimular y atender adecuadamente a sus hijos e hijas.

Por tanto, necesitamos que las escuelas infantiles sean gratuitas para quienes no pueden pagarlas, claro que sí, pero eso no basta. Se requieren más plazas públicas en los barrios y ciudades donde viven familias con bajos recursos. Hay que priorizar el acceso de los más desfavorecidos, independientemente de su situación laboral, y flexibilizar horarios, ofreciendo por ejemplo turnos de mañana o de tarde o solo algunos días a la semana. Precisamos campañas proactivas para informar, promover y acompañar la escolarización de colectivos desfavorecidos. Es necesaria una oferta alternativa de grupos de crianza en las escuelas infantiles que atraiga a familias reticentes a la escolarización. Y -fundamental- necesitamos una regulación estatal, indicadores y evaluación para asegurar la calidad en esta etapa clave. Todo esto no son utopías imposibles, sino medidas que ya están en marcha en municipios y comunidades autónomas de todo el Estado y en países de Europa.

Si se quiere superar esas barreras y apostar por una educación infantil de primer ciclo de calidad centrada en igualar las oportunidades de quienes parten en desventaja, se puede.