Los valores son los principios por los que cada persona se rige, toma decisiones y dirige su propia vida. Los aprendemos a través de nuestra educación y nuestra cultura y varían en el orden en que aparecen en nosotros. Mientras que para unas personas la solidaridad puede ser su valor más importante, para otros puede serlo el reconocimiento social. Nos definen como personas y nos dice cómo estamos respecto a los demás.

La mayoría de los valores que tenemos actualmente han sido aprendidos con el paso de los años y la experiencia y no siempre nos dan una señal clara de cómo somos por dentro. Existen valores que interiorizamos por aquello que creemos que se espera de nosotros. Las expectativas del grupo, el reconocimiento o la responsabilidad pueden hacer que tomemos como brújula algo que de verdad no va con nosotros. Esto se muestra claro en momentos de crisis vital y cuando debemos tomar una decisión, debatiéndonos entre lo que queremos y lo que debemos. Sin embargo, conectar con nuestros verdaderos valores nos va a ayudar a ver con mayor claridad.

VALORES UNIVERSALES

El primer paso que debemos realizar es identificar nuestra lista de valores. Podemos pensar en aquellos que creemos tener y que consideramos importantes para nosotros. Autores como Schwartz han ido desarrollando modelos a lo largo de los años, estudiando las diferentes culturas del planeta y definiendo listas de hasta 19 valores. En este tipo de modelos podemos basarnos a la hora de encontrar los nuestros.

Debemos buscarlos sin juzgar si son correctos o no y sabiendo que estos son los que se encuentran presentes en la situación actual, influyéndonos en las últimas semanas o meses. Lo ideal es encontrar un conjunto de cinco a ocho valores y ordenarlos según la importancia que tengan para nosotros.

SITUACIÓN IDEAL

Los valores obtenidos anteriormente se basan en sesgos que tenemos de lo que se espera de nosotros o de nuestra pretensión de estar siempre a la altura de las expectativas, complaciendo a los demás. No muestra la imagen real de nosotros sino la imagen que queremos proyectar.

Antes de poder tomar la decisión, debemos pensar en la situación ideal, donde aparezcan los valores reales y auténticos que tenemos. Para ello, mira la primera lista, replantéate cuáles quieres dejar, cuáles quitar, si hay alguno nuevo que introducir y vuélvelos a ordenar por importancia. ¿Cuánto ha cambiado la lista? Esto sí es lo que se ajusta a ti, a lo que quieres, a cómo quieres dirigir tu vida y a cómo se van a satisfacer tus verdaderas necesidades.

PRIMER PASO

Con las dos listas de valores delante, una al lado de otra y observando cómo de diferentes son, imagina ahora cómo cambiaría lo que sientes y cómo de distinta sería tu vida al alcanzar dicha situación ideal. Dedica unos minutos a ello y después piensa en un único paso que debas dar para que algo en ese sentido cambie. No debes plantear un plan de acción sino un único paso, por pequeño que sea, pero que marque la diferencia. A poder ser, este paso debe ser usado diaria o casi diariamente, llegando a alcanzar un hábito.

Solo cuando empezamos a ver nuestros valores reales, cuando sabemos cómo nos estaba influyendo el querer proyectar la imagen que no éramos, estamos en condiciones de ver con claridad la mejor decisión a tomar. Será siempre la que coincida con nuestro verdadero yo.