La primera aparición pública de Greta Thunberg se produjo hace un año con un discurso teñido de timidez que pasó desapercibido para muchos en la Cumbre del Clima de Katowice (Polonia). Doce meses después, a las puertas de la cumbre de Madrid, el mundo está pendiente de las vicisitudes del viaje en catamarán con el que la adolescente sueca intenta cruzar el Atlántico sin contribuir a las altísimas emisiones de los vuelos comerciales. Greta ha acentuado la gravedad de su indignación en este lapso de tiempo y el mundo también. Su duro mensaje ha prendido con movilizaciones en las calles de todo el planeta.

La idea de que se nos acaba el tiempo de actuación para salvar el planeta ha calado en la sociedad y está siendo certificada por cada vez más informes científicos y por los primeros efectos palpables de la crisis climática. Entre la COP24 y la 25, el norte y el centro de Europa han sufrido unas elevadas temperaturas de récord, la Amazonia y Siberia han ardido como nunca y las inundaciones se han cebado en el litoral mediterráneo.

LOS PAÍSES SE RINDEN

¿Qué hacen mientras los gobiernos de los países? "Rendirse", dijo el viernes en Madrid Fatih Birol. No es un cualquiera. Es el director de la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Empezar a cambiar esta indiferencia por la acción es la principal tarea que se han marcado los líderes de la cumbre de la capital española. La ONU, Chile, que preside las sesiones y España, que ha organizado la cita, presionarán sobre todo a las grandes economías para que hagan realidad sus compromisos actuales de reducción de emisiones y empiecen a marcarse metas más ambiciosas para el 2030 que permitan cumplir con el Acuerdo de París del 2015.

En la capital francesa se acordó limitar el aumento de temperatura a "menos de 2ºC" y, en la medida de lo posible, a un 1,5ºC respecto de la época preindustrial. Ahora vamos ya por el 1,1ºC y subiendo. Uno de los puntos débiles del pacto es su carácter voluntario. Cada país fija su nivel de reducción de emisiones. La suma de todas debe dar por resultado el cumplimiento de los objetivos. No hubo acuerdo para imponer las reducciones desde arriba.

El último informe sobre la brecha de emisiones (la diferencia entre lo que marcan los planes actuales de los países y lo que debería hacerse) ha puesto en evidencia que lo que hay sobre la mesa se queda cada vez más corto ante el aumento de la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera. La temperatura subiría a 3,2ºC sino se modifica nada.

RUMBO A GLASGOW

En el 2015, todos países entregaron su hoja ruta y hasta el año próximo no están obligados a actualizarla. El plazo acaba en la cumbre que tendrá lugar en Glasgow en diciembre como fecha límite, pero la ONU es consciente de que si en esta cumbre no se enfila el rumbo adecuado, la capital escocesa puede ser el escenario de un fiasco.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, se ha mostrado este domingo esperanzado en que los grandes den en Madrid "señales de que se van a comprometer". Señales que, según el mandatario, podrían consistir en aceptar compromisos parciales: "Poner fecha al fin a las centrales de carbón, finiquitar las subvenciones a los combustibles fósiles o poner un precio al carbono, pasos concretos que indiquen que en Glasgow se comprometerán por la neutralidad climática en 2050".

LA LISTA NEGRA

No será fácil. El inicio de la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París ha ralentizado las decisiones otros. Esperan a comprobar si no hay relevo en la Casa Blanca, antes de que la retirada se haga efectiva en noviembre del año próximo. El caso más grave es del China, el primer emisor. Después de unos años impulsando las renovables y la electrificación del automóvil se ha lanzado a construir centrales de carbón como si no hubiera un mañana. Sus dirigentes esgrimen la guerra comercial con Trump para justificar esta marcha atrás. Otros casos sumidos en la indefinición son la India, Rusia y Japón, mientras que el Brasil de Bolsonaro y Australia se han unido al frente negacionista.

Tampoco ayuda que apenas acudan a la cumbre dirigentes políticos de primera fila mundial. La figura más relevante será la presidenta del Congreso estadounidense, Nancy Pelosi. Todo un icono del antitrumpismo desde que inició el impeachment. También estará la plana mayor de las instituciones comunitarias. El improvisado cambio de sede forzado por la crisis social de Chile brinda a Europa la posibilidad de reforzar su papel de liderazgo climático.

EL LIDERAZGO DE LA UE

En el pasado la UE ha hecho sus deberes. Llegará al 2020 con una reducción de emisiones del 23% respecto de 1990, tres puntos más de lo que se había comprometido en los pactos de Kioto. Su compromiso para el 2030 es alcanzar el 40%, pero podría ofrecer ampliarlo incluso hasta el 55% si otras grandes economías elevan su ambición.

Tras la declaración de "emergencia climática" por el Europarlamento, el Consejo Europeo podría aprobar al final de la cumbre (13 de diciembre) el objetivo de alcanzar la neutralidad climática en el 2050. La nueva presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, presentará en Bruselas su Acuerdo Verde (New Green Deal) el día 11, el mismo que en la cumbre se celebrará un supermiércoles de la ambición climática.

ALIANZA POR LA AMBICIÓN

Los integrantes de la Alianza por la Ambición Climática, nacida en septiembre en Nueva York con 67 estados, entre ellos España, presentarán en esa jornada nuevas adhesiones a países, empresas y regiones que se comprometerán a aumentar su ambición en los planes que presenten el próximo año y en alcanzar la neutralidad del carbono en el 2050.

Serán señales clave para empujar a las grandes economías. Como la movilización de las calles. Una gran manifestación recorrerá el centro de Madrid el Día de la Constitución, probablemente con Greta Thunberg a la cabeza, convertida en el símbolo de la resistencia climática. Habrá ver hasta qué punto hacen mella en los gigantes de la contaminación.