Abres la puerta de casa, entras sin quitarte los zapatos y vas a la cocina. Colocas las bolsas de la compra en la encimera. Abres la nevera, coges el tupper en el que tienes la comida de hoy, te la calientas y pones el plato en la mesa, sin mantel, junto con un tenedor y, por supuesto, el móvil. Toses con la mano puesta en la boca. Después, coges una manzana y te la comes sin lavar. Tienes el lavavajillas estropeado, así que fregoteas los platos con un estropajo que hace meses no cambias. Minutos más tarde, y sin haberte cambiado de ropa y seguir con los zapatos, te tumbas en el sofá a ver el telediario. Te asustas, y mucho, por las más de 1.700 muertes que ha provocado el coronavirus chino. Y piensas que deberías comprarte una mascarilla. Todo mal.

Vivimos rodeados de microorganismos (virus, bacterias, protozoos, mohos). Su número es infinitamente superior al de cualquier ser vivo. "Algunos son buenos y nos ayudan a sintetizar vitaminas o a hacer alimentos, como las levaduras. Otros son inocuos. Y otros son patógenos y provocan enfermedades. Las más comunes, salmonelosis y campilobacteriosis. La hepatitis E es mucho menos frecuente", explica Miguel Angel Lureña, doctor en Ciencia y Tecnología de Alimentos, divulgador y responsable de la web gominolasdepetroleo.com. "No estamos diciendo a la gente que tenga que ser más limpia. Pero sí deberían conocer unas normas básicas", destaca Lureña.

NO AGARRAR EL POMO CON LAS MANOS

La comunidad científica recuerda que cumplir con unas elementales normas de higiene basta para minimizar el riesgo. Resulta contradictorio vivir asustados por el lejano coronavirus y, por ejemplo, no lavarse las manos con jabón y agua (a ser posible caliente) antes y después de comer, tanto en casa como en un restaurante. Y lo mismo cuando vamos al baño, teniendo en cuenta que al salir lo ideal sería agarrar el pomo de la puerta con una servilleta y no con la mano. Si tosemos, deberíamos taparnos la boca con la mano sino el brazo. Y si tomamos fruta y verdura hay que limpiarla y frotarla un buen rato bajo el chorro del grifo.

NO LAVAR LOS HUEVOS NI EL POLLO

En casa, otro error garrafal bastante común es el de lavar los huevos con agua antes de cocinarlos, la mejor manera de intoxicarnos. Si están sucios, lo mejor es quitar la suciedad con una servilleta y siempre cascarlos en un plato diferente al usaremos para batirlos. Otra aberración es limpiar con agua el pollo antes de cocinarlo. "No hay que hacerlo. Simplemente, hay que cocinar el pollo bien", añade Lureña.

El baño y la cocina son, de hecho, el reino de los microorganismos. Un equipo de la Universidad Complutense realizó un experimento y comprobó que el fregadero, la encimera y el suelo de la cocina tenían una carga bacteriana similar a la de la bañera. También había 'bichitos' en la almohada, la colcha, el teléfono móvil y el volante del coche. "Sorprendentemente, las barras del metro y del autobús son los lugares donde menos colonias de bacterias hemos detectado", explican los autores del estudio, publicado en la revista científica BuscandoRepuuestas.com, de Presa Ibérica.

NO COMER CON EL MÓVIL

"No hay motivos de alarma. La mayoría de bacterias encontradas son inocuas, pero no debemos olvidar que donde vive una buena puede vivir una mala. Para evitarlo, deberíamos asumir ciertas costumbres. Por ejemplo, lavarnos frecuentemente las manos (y la cara), así como quitarnos la ropa de la calle y los zapatos al entrar en casa. A la hora de comer, un consejo: no lleves el móvil a la mesa ni lo uses mientras comes. Tampoco comas poniendo el tenedor directamente encima de la mesa", añaden los investigadores universitarios responsables del estudio. Teniendo en cuenta que el número de bacterias que encontraron en la encimera de una cocina fue "impactante", explican que no es una buena idea depositar en ella las bolsas de la compra. Tampoco las llaves, ni el móvil, ni el bolso. "Y puestos a limpiar la encimera ¿qué tal si limpiamos la bayeta?".

Lureña añade que la bayeta y el estropajo son dos focos de bacterias. Para evitar sustos, deberíamos renovarlas con frecuencia, o lavarlas con agua y unas gotas de lejía o calentarlas en el microondas durante unos seis minutos. Que levante la mano el que lo haga.