Los ecos de la Gran Recesión han planeado estos días como una funesta advertencia sobre la cúpula del Capitolio, donde republicanos y demócratas han negociado el mayor paquete de estímulo en la historia de Estados Unidos para tratar de prevenir que el coronavirus hunda a su economía en una larga travesía por el desierto. Hace 12 años se priorizó el rescate al sector financiero sobre el rescate a la ciudadanía. La calle se sintió abandonada cuando más ayuda necesitaba, una lección que han tratado de aplicarse esta vez la Casa Blanca y el Congreso en pleno año electoral. Ambos pactaron el miércoles un plan de dos billones de dólares para reflotar a las grandes empresas, hogares y pymes.

Las dimensiones del estímulo acordado, que todavía debe ser ratificado en ambas cámaras del Congreso, no tienen precedentes. Pero las circunstancias no dejaban muchas alternativas. Cuando salgan hoy las cifras de empleo, se espera que millones de estadounidenses hayan pasado a engrosar las listas del paro. Y no hay aviso alguno de que la emergencia sanitaria esté controlada. En menos de un mes EEUU ha pasado de tener 70 casos de covid-19 a rondar los 60.000 y la OMS cree que podría convertirse en el principal foco de la pandemia.

El paquete incluye ayudas directas a los estadounidenses, con un cheque de 1.200 dólares para cada adulto (1.103 euros) y 500 para cada niño, si los ingresos por hogar no superan los 198.000 dólares. Amplia los beneficios para los parados, una categoría que incluirá también a los autónomos y la economía colaborativa. La ley garantiza cuatro meses de paro, con un aumento de 600 dólares sobre la prestación.

Paralelamente destina 350.000 millones en préstamos a las pymes, que no tendrán que devolver los créditos si mantienen su plantilla durante la crisis o reanudan las contrataciones a partir de junio. Un capítulo en el que entran también las administraciones locales. Para reforzar al sistema sanitario, la ayuda ascenderá a los 150.000 millones.

El punto más polémico de la ley son los 500.000 millones que se destinarán a las grandes empresas. Buena parte de ese dinero irá a respaldar los préstamos de la Reserva Federal, pero también se esperan rescates específicos para la aviación comercial o el sector hotelero. Los demócratas han conseguido al menos que haya un poco de supervisión porque la Casa Blanca quería que se mantuviera en secreto el nombre de las compañías receptoras. Aun así las condiciones son mínimas.

La ley tampoco ha incluido, en este caso, una moratoria para las hipotecas. En su conjunto, no es un paquete para transformar la economía sino una suma de parches para amortiguar la esperada debacle económica.