El deshielo que se está produciendo en los mares antárticos favorece que se formen nubes, lo que puede ayudar a reducir la radiación solar que recibe la región, según una investigación liderada por el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) de Barcelona.

El estudio, en el que también ha participado la Universidad de Birmingham (Reino Unido) y que publica la revista 'Nature Geoscience', demuestra que en la atmósfera de la Antártida se forman partículas provenientes de los gases liberados por los microorganismos que habitan el hielo marino y las aguas que lo rodean, y estas partículas generan aerosoles en la atmósfera que favorecen la formación de nubes en verano.

Según los investigadores, este fenómeno puede tener importantes consecuencias en el clima, ya que las nubes influyen en regular la temperatura del planeta porque reflejan y filtran la radiación solar y, sin ellas, el clima sería mucho más cálido. Sin embargo, actualmente se sabe muy poco sobre cómo se forman, lo que limita la precisión de las proyecciones climáticas. Lo que sí que se sabe es que la formación de nubes requiere la presencia de pequeñas partículas atmosféricas que permiten que el agua se condense y se generen gotas.

Muchos de estos aerosoles provienen de la actividad humana, pero en las regiones remotas del planeta se originan mayoritariamente en procesos naturales como el levantamiento, a causa del viento, de sal marina y gases de origen biológico en el océano.

La investigación ha utilizado datos recopilados durante la campaña antártica PI-ICE 2019, liderada por el investigador del ICM Manuel Dall'Osto. En esta campaña, que duró más de tres meses, los investigadores analizaron las partículas suspendidas en el aire en la región que rodea la península Antártica y notaron que, cuando las masas de aire provienen de la zona del margen del hielo marino, los episodios de formación de aerosoles son más frecuentes.

De acuerdo con este trabajo, estas masas de aire contienen concentraciones elevadas de ácido sulfúrico y aminas, compuestos de origen biológico que interaccionan entre ellos para transformarse de gases en partículas. Aunque el protagonismo del ácido sulfúrico en la formación de aerosoles polares ya era conocido, este es el primer estudio que demuestra el papel clave de las aminas, unos compuestos orgánicos que contienen nitrógeno y que se producen por la degradación de la materia orgánica de los microorganismos que habitan el hielo marino.

"Ya conocíamos la importancia del nitrógeno orgánico para la formación de aerosoles y nubes en ambientes terrestres templados, pero ahora hemos podido demostrar la importancia de este proceso en la Antártida", señala Dall’Osto, que cree que "este descubrimiento obligará a revisar los modelos del efecto de la vida marina en la regulación del clima". "En una expedición precedente en 2015 ya habíamos observado la emisión de aminas por parte del hielo marino, pero hasta ahora no habíamos demostrado que estas sustancias permiten la formación de nuevos aerosoles en una región tan alejada de cualquier actividad humana y con una atmósfera tan limpia", detalla el investigador del ICM Rafel Simó.

Dall'Osto y Simó están preparando una nueva expedición científica para 2023 que intentará ahondar en la compleja maquinaria del clima que resulta de las interacciones entre océano, hielo, vida y atmósfera.

Según los investigadores, actualmente la Antártida está experimentando un cambio climático drástico que es difícil de predecir, entre otras razones, porque se desconocen las consecuencias que tendrán los cambios en el ecosistema sobre la formación de aerosoles y nubes. "Los modelos climáticos actuales subestiman la abundancia de nubes sobre el océano Antártico y, por lo tanto, sobreestiman la radiación solar que llega a esas aguas frías. Por ello, la publicación de estudios como este es clave para mejorar las proyecciones futuras", concluyen.