Vuelven a jugar, reír y correr al aire libre y en los patios de sus colegios, a chutar la pelota, a pedalear en bici, sonríen —y ríen— bajo las mascarillas y aprenden de nuevo junto a sus compañeros y compañeras, aunque ahora con los pupitres separados... Pero esto no quiere decir que todo vaya bien ni es una tirita que cura el daño que ha hecho pandemia —sobre todo el confinamiento— a los más pequeños. De esto alertan los especialistas en Pediatría, que no son los primeros profesionales que avisan de que las consecuencias psicológicas y de aprendizaje sobre los niños, niñas y adolescentes «se han visto incrementadas bruscamente».

Así lo reitera la Asociación Española de Pediatría (AEP), en un escrito muy aclarador que han hecho público esta semana y en el que recalcan la importancia de los centros educativos para paliar la ‘ola’ de problemas psicológicos y de aprendizaje que ha traído la pandemia.

Desde la AEP explican que los efectos negativos son y serán apreciables «no solo a corto plazo sino, también, en los cursos venideros en función de que se adopten medidas de atención global» que, según apuntan las y los pediatras, deben tener cuatro ejes de acción: «apoyo a las familias, protección frente a la violencia, atención psicológica y refuerzo pedagógico».

De momento, lo que ya han constatado y han revelado esta semana, es que «las consultas en el sistema de salud por patología psicológica o psiquiátrica en menores de edad, y especialmente en la población de adolescentes, se han multiplicado en los últimos meses». Generalmente, los síntomas que se esconden detrás de un trastorno psiquiátrico y que se están observando son, principalmente, conductas depresivas, ansiedad, comportamientos autolesivos y trastornos alimentarios.

Además, la «mayoría de menores» también han sufrido en el último año» falta de concentración, aburrimiento, irritabilidad, inquietud, nerviosismo, sentimientos de soledad, malestar y preocupaciones excesivas», detallan.

En concreto, el caldo de cultivo para llegar a este punto lo ha generado el clima de incertidumbre vital que envuelve la covid-19, el exceso de noticias negativas, el distanciamiento social y de la familia extensa, la ausencia de rutinas, el abuso de pantallas, los ritmos irregulares de sueño y una alimentación menos saludable, lo que no beneficia al correcto desarrollo de los niños y niñas; además de estrés agudo o crónico, un fantasma que también ha aparecido en edades tempranas, lo que indica que es el «momento clave» para iniciar un tratamiento. El miedo que se ha podido generar hacia la enfermedad o la muerte de familiares son aspectos que también deben considerarse.

Compensar las carencias de casa

La Asociación Española de Pediatría también recuerda que, durante meses, las carencias de los hogares —económicas o emocionales— «no han podido ser detectadas y compensadas» por los centros educativos ni las consultas de pediatría, así como tampoco con medidas psicopedagógicas adecuadas, critican. Por eso, piden el refuerzo de recursos específicos y pedagógicos; que se amplíe la escolarización universal de 0-3 años; y que las ratios continúen a la baja en las aulas, ya que consideran que la escuela «debe participar en la promoción del desarrollo en las diferentes etapas de la infancia y en la prevención de los problemas que puedan afectar a la salud integral y a aprendizaje» del alumnado.