La llegada del mes de septiembre se traduce en el regreso a la rutina. Las vacaciones han terminado y la reanudación de las obligaciones del trabajo o los estudios limitan nuevamente nuestro tiempo, un cambio que en muchas ocasiones dificulta el proceso de readaptación. Algunos expertos lo denominan como el síndrome postvacacional, el cual puede traducirse en episodios de malestar físico, estrés, apatía e incluso, en los peores casos, cierta ansiedad. 

A pesar de estos síntomas, según Carlos Suso, psicólogo y profesor en la Universitat Jaume I «es importante recordar que no hablamos de ningún trastorno como tal, sino más bien de un conjunto de emociones que se dan en situaciones de adaptación vital, por lo que no se debe patologizar ni estigmatizar».

Este es característico de los países en los que es común disfrutar de largos periodos vacacionales, donde los trabajadores acumulan el período de descanso durante el verano, tal y como ocurre en España. Al mismo tiempo, aunque no exista un prototipo de trabajador que lo sufre, las causas que intervienen suelen coincidir: las malas relaciones entre compañeros, las tareas repetitivas o jefes poco motivadores..., entre otras.

Efecto pandemia

Este año, tras un segundo verano marcado por la covid-19, la reincorporación al trabajo se une a la fatiga pandémica. La OMS describe este tipo de fatiga como un «estado de agotamiento psicológico por las restricciones y precauciones que se recomiendan durante una pandemia». Una situación inusual originada por la covid-19 que continúa ocasionando incertidumbre, estrés y sufrimiento. Sentimientos que mantenidos en el tiempo pueden dejar unas graves secuelas psicológicas.

Debido a esta unión, este efecto postvacacional se encuadra en un ambiente mucho más pesimista. En primer lugar, no todo el mundo se ha podido ir de vacaciones, ya sea por miedo a la enfermedad, o por los problemas económicos ocasionados a raíz de la falta de trabajo o las restricciones. Aún sin descanso o poca desconexión, estas personas deben continuar con sus jornadas. Según el psicólogo Suso, «aunque estas reacciones emocionales no tienen por qué reducirse a la esfera laboral, actualmente sí existen varios casos en los que las personas que están realizando un trabajo precario que apenas les permite pagar un alquiler y que no les deja casi tiempo libre para otras actividades de autocuidado pueden acrecentar esta preocupación».

También afecta de forma diferente a quienes han podido disfrutar de sus vacaciones. Estas quizás no han sido como las que hacían habitualmente: han tenido una menor duración o se han dado en una distancia más corta. Además, a todo ello habría que sumarle esta constante preocupación debido al coronavirus. Unos cambios que provocan que la desconexión mental o relajación que se busca no se haya conseguido de forma óptima, dificultando todavía más retomar de forma positiva el año laboral que todavía continúa.

Salud mental en los jóvenes

El regreso a clases también puede provocar estrés, irritabilidad o falta de sueño en los más pequeños. Frente a este panorama el doctor Sergio Arques, psiquiatra de Vithas Castellón, recalca la importancia del apoyo familiar y educativo ante el inicio de un curso académico en un escenario todavía marcado por la crisis del coronavirus. Según el doctor Arques, «la pandemia supone romper las relaciones sociales con sus iguales y con parte de su familia, dos de los ámbitos clave para el desarrollo infanto-juvenil». 

Frente a este panorama, las claves para poder ayudar a este colectivo en el ámbito familiar, según el doctor Sergio Arques, son «intentar mantener hábitos y rutinas saludables, pasar tiempo en familia, darles información ajustada a su edad, pero sobre todo, entender y atender cualquiera de las manifestaciones de angustia o malestar».