Solo pasaban unos pocos minutos sobre las 15:00 horas cuando aún intentaba conseguir los testimonios de los vecinos de Las Manchas. El objetivo era conocer sus sensaciones ante la reactivación de los movimientos sísmicos durante la mañana del domingo. Mario y Guillermo, dos jóvenes de 19 años, veían pasar el tiempo en la parada de guaguas de Las Manchas cuando el suelo tembló. Contaban que no tenían mucho miedo a lo que podría venir, pero el suelo volvió a temblar. Entonces les cambió el semblante y decidieron marcharse a casa.

En la tarea de buscar esos testimonios, a pocos metros, la ya clausurada, como medida preventiva, gasolinera de la zona, ofrecía otro punto de reunión de los vecinos. Guardia Civil, personal de ambulancias de transporte sanitario no urgente y los pobladores de la zona compartían el momento a borbo de café hasta que exactamente a las 15:13 horas llegó la señal. Se escuchó una fuerte explosión y una columna de humo negro ascendió durante unos segundos hasta apoderarse del cielo de Las Manchas (El Paso). Todos, incluidos yo nos quedamos paralizados durante unos segundos. "Ya está, reventó el volcán" se escuchó. Fue difícil reaccionar ante el espectáculo que ofrecía un ruido intenso y la columna de humo que durante minutos no dejó observar las fumarolas de fuego. El corazón latía intensamente, las manos temblaban y apenas se podía articular palabas más allá de ese "ya está".

Entre los vecinos reacciones de todo tipo, mucha emoción que dejaba atrás el miedo de jornadas anteriores y de unas cuantas noches sin dormir, pero sobre todo la preocupación por el avance de una lava que puede ocasionar muchos daños. Pero su proceso eruptivo continuó. Hasta ocho bocas distintas podían verse claramente desde el terrero de lucha Federico Simón de El Paso, donde las fuerzas de seguridad permitían tomas las primeras imágenes de este espectáculo natural. Entre tanto, más explosiones, más columnas de humo y una extraña sensación que entremezcla miedo, sorpresa y nerviosismo.

El humo tras la erupción del volcán de La Palma era gris, pero también negro y blanco, de vapor de agua, una combinación de tonalidades que se apoderó del cielo en cuestión de segundos. Poco después de la erupción llegó hasta ese punto Juan Emilio Rodríguez. Su bodega estaba situada a escasos metros de la primera explosión. Él, limpiaba los alrededores cuando sintió que los temblores eran más fuertes que otras veces. "Me asuste", señala, y decidió bajar hasta Las Manchas.

El resultado es que en esa misma zona las explosiones y la lava han hecho desaparecer su bodega y todas las plantaciones de frutales a su alrededor. "Pensaba que el volcán iba a reventar en Jedey, pero ya ves", dice resignado mientras el también fotografía el momento. Y esa sensación, la de resignación es la que ha primado en estas primeras horas. "Ya no se puede hacer nada", es casi el pensamiento único. "Ahora que haga lo que tenga que hacer", pero siempre con el pensamiento principal de que el daño sea el menos posible. En esa zona se arremolinan más vecinos de Las Manchas. Es el primer momento histórico de "disfrutar" de algo que te dicen que puede verse una vez en la vida, pero que, en el caso de estos habitantes de La Palma, muchos de ellos, es el tercer episodio tras el San Juan en 1949, en la misma zona, y el Teneguía, en Fuencaliente, de 1971.

La "elección" de este nuevo volcán estará siempre relacionada con el San Juan, circulando paralelamente a las coladas que generaron muchas oportunidades y acabaron también con muchas esperanzas a mediados del siglo pasado. Y así, durante horas el ruido ha seguido en aumento, las explosiones han llenado el Valle de Aridane de un sonido difícil de definir. Es constante, como si se tratase del motor de un avión a reacción, pero con un crujido que lo hace diferente. Solo se escucha eso. No hay sirenas. No ladran los perros. No queda nadie en toda la zona. Solo las fuerzas de seguridad y algunos periodistas queriendo transmitir al mundo un hecho histórico.

Llama la atención la inexistencia de olores. Ni azufre, ni ácido. Choca contra todos aquellos clichés que te acercan a representaciones terrestres del averno. Pero los técnicos de Involcan y del Instituto Geográfico Nacional si te advierten, sobre el mismo terreno, de la existencia de gases, sobre todo CO2, emitido a la atmósfera por las distintas bocas que expulsan lava desde las entrañas de la tierra.

Lluvia de cenizas

La ceniza también se ha hecho presente. Es fina, como carbonilla, y en pocos segundos cambió el paisaje a negro. Vehículos, carreteras y todas las personas que desde la lejanía observan el evento natural se llenan, casi sin darse cuenta, de esta capa de negrura. Afortunadamente el avance de la lava ha seguido las previsiones. Es lo único en lo que no se ha fallado en las predicciones. Es lenta. Tardó casi siete horas en llegar hasta la carretera general del sur, con la noche ya en ciernes. Por el camino la peligrosidad de la misma y la destrucción a su paso, engulléndolo todo, quemando y destruyendo.

Muchas casas, pajeros, fincas y también una importante masa forestal que ha desaparecido por completo dejando devastación. A pesar de surgir en medio de un pinar el fuego se ha contenido. No ha provocado más destrucción expandiéndose por la masa forestal. Sólo aquellos ejemplares de pino canario que han sido arrasados y engullidos por el avance de la lava han desaparecido, dejando ya un paisaje de desolación y destrucción que la noche acrecienta.

Y es que la falta de luz hace más llamativo aun lo que está aconteciendo. Con la noche se han hecho más patentes las distintas bocas del volcán aún sin nombre. Las fumarolas se elevan sobre el monte de Cumbre Vieja, la lava sigue buscando camino hacia el mar, y la gente sigue esperanzada en que ese camino sea por barrancos y laderas, dejando a un lado cuantas más viviendas posibles atrás y sin afectarlas. Porque allí han quedado solas. La gente se ha marchado. No existe defensa posible ante el avance devastador de la lava. Ese es el momento en el que ya no queda nadie en la zona. Las Fuerzas de Seguridad hacen la última comprobación de que las casas a las que se va acercando la lava están vacías, y cuando invitan a los reporteros y fotógrafos que quedamos en la zona a concluir la jornada, y es que "la noche puede ser peligrosa".