Emma (nombre ficticio) volvía del Hospital Lluís Alcanyís de Xàtiva con su marido. Había acudido a una cita programada a las 13.12 horas y "fue rápido. Recuerdo que llegamos a casa a la hora normal de comer". Él conducía. Regresaron por Manuel, para coger la CV-562 hasta Castelló de camino a su casa, en otro municipio de la Ribera. Apenas dos kilómetros después de la rotonda de salida de Manuel hacia Castelló, en la curva a la izquierda que dibuja la carretera tras el antiguo molino de Manuel, reparó "en un coche grande, oscuro, con la parte de atrás plana, que estaba parado en el carril del sentido contrario, es decir, en dirección a Manuel, en mitad de la curva. Ocupaba buena parte de la carretera porque no hay arcén. Él estaba fuera, en la parte trasera izquierda, parado de pie, con el maletero abierto. Por eso me fijé en él por el peligro, para él y para los demás coches que se lo podían encontrar de repente. Había un sol radiante".

"Le dije asustada a mi marido: ¿Pero ese qué hace ahí? ¿Tú has visto al chico ese?". El hombre le restó importancia: "A saber. Cualquier cosa...". "Pero yo no podía dejar de darle vueltas porque me pareció llamativo". Incluso durmió mal. Al día siguiente, "volví a comentárselo a mi marido, pero él le restó importancia y ahí quedó la cosa".

La desaparición de Marta Calvo aún no era pública. Faltaban 12 días para que Levante-EMV publicase en exclusiva la desaparición, el viernes, 22 de noviembre, en su edición digital, y el sábado, 23, en este periódico.

La operación de búsqueda que se desató a partir de ese momento no llevó a Emma a relacionar una cosa con la otra. Fue el 4 de diciembre, tras entregarse el presunto asesino, Jorge Ignacio P. J. en el cuartel de Carcaixent, cuando leyó, también en este diario, la noticia y vio la fotografía. "Reconocí al chico. Se lo dije a mi marido y él me respondió que el de la foto estaba mas gordo". Tenía razón: la imagen era de 2018 y, en diciembre de 2019, Jorge Ignacio P. J. estaba notablemente más delgado. Y aún así lo reconoció.

Alertó en diciembre de 2019

"Pero cuando ya no tuve dudas, es cuando vi el coche en la tele. Me dio un vuelco el corazón. Me puse muy nerviosa". El siguiente paso fue informar a la Guardia Civil. «No recuerdo si ya habían empezado a buscarla en el vertedero, pero pensé que debía contarles que le había visto por aquí porque podía ser importante para localizarla».

Lo hizo. Fue al cuartel de la Guardia Civil de Castelló y les explicó con detalle el avistamiento. "Debía ser la segunda semana de diciembre. Llovía muchísimo. Me atendieron un guardia civil más mayor y otro más joven. El más mayor me preguntó si recordaba el sitio y le dije que sí. Me pidieron ir al lugar, yo, delante, en mi coche, y ellos detrás. Me dijeron que cuando llegase al punto exacto, que diese los cuatro intermitentes y que, como llovía mucho, no hacía falta que me parase".

"Hice lo que me dijeron, pero ya no les vi. Seguí hasta la rotonda de Manuel, que está a kilómetro y medio, para dar la vuelta e irme a casa. Cuando llegué otra al punto, no vi ningún coche de la Guardia Civil ni tampoco de camino a Castelló, pero llovía muchísimo. Igual se dieron la vuelta en el mismo punto", aventura.

No se formalizó la declaración "ni me pidieron que firmara nada. Eso sí, anotaron mi nombre y mi teléfono. Es verdad que nunca más me llamó nadie, pero yo no sé de estas cosas. Sí me pareció raro, pero claro, ellos son los que saben cómo se manejan estas cosas... Y consideré que si no me llamaba nadie, sería porque no lo necesitaban", explica.

En las semanas siguientes, Emma no dejaba de ir al sitio. "Miré entre los zarzales, donde las cañas, en una casa abandonada que hay, dentro del edificio grande... Pero claro, yo no tenía herramientas...", trata de disculparse, inconsciente de que actuó como debía y que el resto, sus rastreos, fueron un extra. Aunque cada vez iba menos, siguió dándose vueltas durante meses. "No me lo quitaba de la cabeza. Y no me lo quito... Qué estaría haciendo ahí parado, de pie, con el maletero abierto. ¿Y por qué no pararía yo?", se castiga.

Volvió a decirlo este septiembre

En septiembre de este año, vio que se reactivaba la investigación gracias al acotamiento de un área geográfica sita a poco más de un kilómetro de donde ella vio a Jorge Ignacio P. J. aquel día. No lo dudó. Buscó a la familia de Marta Calvo a través de la página de Facebook creada por su madre y su tía. La familia lo tomó con reservas. Aún así, Marisol, la madre de Marta, se puso en contacto con los investigadores de Homicidios para informarle de lo que decía la mujer —que incluso le envió un vídeo hecho desde el coche para fijar la zona— y saber qué había sido de aquella información que la testigo aportó en el cuartel de Castelló en diciembre de 2019.

Al parecer, el testimonio habría sido descartado entonces, pero ahora ha servido de base para el nuevo rastreo en Senyera. De hecho, días después de conocer la información por la familia de Marta, el equipo de investigadores ya había tomado declaración a la testigo y, a la semana, estaba en marcha el rastreo del pozo, del molino y de la maleza aledaña. Por desgracia, también si éxito.

¿Por qué ahora sí? Porque al avistamiento se unen otros dos datos relevantes. El primero, el estudio del tráfico de llamadas que ha permitido reconstruir las andanzas de Jorge Ignacio P. J. y saber que estuvo en esa zona al día siguiente del crimen —además del día que lo vio Emma—, por lo que es más que probable que ese sea el área donde se deshizo del cuerpo. Y el segundo, que los investigadores han logrado averiguar que no se deshizo del coche el lunes, 11 de noviembre, como afirmó él, sino que fue el miércoles 13, así que el 12, el día que Emma se cruzó con él, seguía en posesión del Volkswagen Passat.