Familiares de una mujer fallecida en Requejo piden que se reabra la investigación para esclarecer la sustracción de una colección de libros de los siglos XVIII y XIX del interior de la vivienda, a los pocos días de su fallecimiento. La colección tenía formato enciclopédico, entre 10 y 12 volúmenes, en tapa de piel dura en diferentes idiomas y tipografías como griego, latín, castellano y hebreo.

La colección tenía un corte de hoja era llamativo por estar recubiertos algunos ejemplares en pan de oro y otros ejemplares en terciopelo. La temática era religiosa ya que la vivienda estuvo habitada anteriormente por un sacerdote, su anterior propietario, que daba clases y que tenía una pequeña biblioteca de libros de lengua, literatura y religión.

La denuncia se interpuso el 30 de agosto y en ella se señalaba a varias personas que habían tenido acceso a la vivienda y que eran ajenas a la confianza de la familia. El Juzgado instructor archivó las diligencias previas el 27 de septiembre y se les notificó el 10 de octubre sin tomar declaración a ninguna de estas personas, ni examinar las conversaciones por WhatsApp que mantuvo la finada semanas antes de su fallecimiento. Al parecer tampoco se llevó a cabo un registro en profundidad de la vivienda, según la versión de la familia.

La propietaria de los libros, de 55 años, vivía sola aunque contaba con la ayuda de un vecino, exguardia civil, que estaba pendiente de su situación médica y económica, ya que cobraba una pequeña ayuda. El estado de salud de esta vecina la hacía sumamente vulnerable y dependiente de terceras personas que, según el entorno familiar y de amistad, se aprovecharon de ella.

Los días previos a la muerte la propietaria buscó vender los libros, como así consta a su familia y al exguardia civil, quienes la disuadieron para que no confiara en ninguna persona y que desconfiara del poco dinero que se le ofrecía.

Tras su fallecimiento, el 29 de julio, y el entierro sus familiares directos que viven fuera entraron en el domicilio para ordenar las pertenencias de la mujer y dejarlas recogidas. Los libros se quedaron en la cómoda de la habitación, en el mismo lugar en el que los colocó. Todo estaba normal y se le entregó una llave al exguardia retirado para que entrara a la casa.

A lo largo del mes de agosto la persona que quedó a cargo de la casa detectó que aparecían colocadas ramas en la escalera de la vivienda, a modo de señuelo, y que se encargaba de quitar. Comunicó a los familiares lo que estaba ocurriendo porque no se habían podido desplazar en todo el mes de agosto a la vivienda. Retiraba los palos y volvían a colocarlos, con la sospecha de que era para averiguar cuándo daba una vuelta por allí. Un día, finalmente, al abrir la vivienda –cuya cerradura no estaba forzada- se encontró la estancia revuelta, libros en el suelo y la colección antigua desaparecida de la cómoda.

El relato de hechos en la denuncia precisa que “la persona que los cogió sabía exactamente a lo que venía y cuáles se quería llevar”. Tras avisar a la familia ese mismo día, se interpuso denuncia en Zamora el 30 de agosto, donde se quiso entregar el teléfono móvil de la fallecida pero le informaron que se lo pedirían en Puebla.