En casa de Angelines Irún no han parado de mirar al río durante todo el día, hasta que han sido desalojados. La suya es de las primeras en inundarse en la localidad aragonesa de Novillas cuando el Ebro se desborda, así que el sábado por la noche decidió poner en alto los cajones con la mantelería, los papeles y los documentos que tiene en su salón. "En 2015 tuve 80 centímetros de agua durante días", recuerda.

Los efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) que llevan desde prima hora del sábado en la localidad - "muy majos y trabajadores. No han parado", señala- han creado un pequeño dique de contención en la puerta de entrada desde el patio de su casa hasta el salón. "Algo evitaremos", decía esperanzada por la mañana.

El sábado, después de organizar su salón, durmió de lujo, pero hoy ya estaba algo más nerviosa. "Ahora tengo más miedo porque pienso que se puede romper la mota del pueblo o alguna aguas arriba. Si pasa el agua nos volverá a entrar. Veremos a ver", explicaba.

Angelines, vecina de Novillas, en el interior de su casa. ANGEL DE CASTRO

En 2015 tardó "cinco o seis" meses en tener su casa perfecta, por no hablar de las semanas que tuvo que mudarse con su madre junto a su marido y su hijo. "Es que no solo es achicar el agua, es la humedad que se queda durante meses. Además, tuvimos que picar todas las paredes, pintar, luego llamar al electricista, comprar muebles nuevos", resumen con nerviosismo, como acelerada. Pero lo peor fue no poder estar en su hogar. "Eso no te lo paga nadie, ni el seguro ni nadie", asegura.

Mientras Angelines teme por su casa, el puente de Novillas ha tenido que cortarse al tráfico y hasta a los peatones, aunque solo de forma puntual para facilitar el paso de los camiones cargados de tierra con la que elevar la mota que protege el pueblo.

Se convirtió en un auténtico mirador. Foto va, foto viene. Un selfie, dos, tres. Un corrillo por aquí, otro por allá. Prácticamente todo Novillas pasó por esta zona presidida por un cartel en el que uno puede leer Río Ebro, limpieza o ruina total. "En 2015 no podía leerse la palabra ‘total’", decía Jesús Pascual, uno de los muchos vecinos de Mallén que se había acercado a la zona para "contemplar" el río. "Hemos fletado un autobús", bromeaba.

Varios vecinos en el puente de Novillas. ANGEL DE CASTRO

Pello, un joven de Cortes, un municipio navarro que se encuentra a 17 kilómetros de Novillas, decía que la avenida extraordinaria del Ebro «era normal» porque el río no se limpiaba. "Los mayores del pueblo siempre nos cuentan que cuando eran pequeños iban al río a coger la grava y así lo limpiaban. Eso ahora está prohibido y pasa lo que pasa", contaba junto a sus amigos.

Javier y Juan Manuel también estaban en el puente analizando la situación. "¿Ves todos esos campos? Pues son todos de cultivo y están inundados, eso sí que es una ruina", decía Javier, que aseguraba que esta vez el Ebro iba a comportarse mejor que en 2015 y no llegaría al casco urbano. Juan Manuel compartía opinión, o esperanza, porque su cochera se encuentra en la zona crítica del pueblo, la que se inunda. El sábado se puso manos a la obra para vaciarla pero finalmente optó por retirar del arcón los congelados y dejar lo demás. "No creo que llegue", insistía.

Un vecino de Pradilla se acerca en moto a contemplar el agua del río sobre la carretera. ANGEL DE CASTRO

En Pradilla, Jesús María Cuartero y Fernando Almau contemplaban el paso que había sido rebasado por el agua, junto al puente que une la localidad con Boquiñeni. "Lo del Arga (el río desbordado en Pamplona) ha sido tremendo y encima el Aragón (otro afluente) también ha bajado cargado", resumía Jesús para explicar el por qué del desbordamiento del Ebro. Más gráfico fue su compañero de batallas que tiró del refranero: "Ya se sabe que el Arga y el Aragón hacen al Ebro varón"