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Entrevista

Cristina Santín Nuño, investigadora del CSIC: "Los incendios son un problema social en Asturias; hay que dialogar, sin demonizar"

"La reducción del pastoreo contribuye a que el monte arda; si prosigue el abandono y el cambio climático, habrá fuegos de sexta generación"

Cristina Santín.

La doctora en Biología Cristina Santín Nuño (Ponferrada, 1981) es investigadora Ramón y Cajal en el Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad, con sede en el campus de Mieres, y participado por la Universidad de Oviedo, el CSIC y el Principado de Asturias. Experta en el impacto en la biodiversidad de los incendios forestales, está embarcada en un proyecto para determinar cómo influyen los fuegos en las aves, insectos y anfibios de Asturias.

Hasta ahora ha estudiado el impacto de los incendios forestales en lugares tan dispares como Gales, Sudáfrica, Canada o Australia. Asturias presenta una casuística muy distinta. “Aquí los incendios son un problema social, y para solucionarlos hace falta mucho diálogo con la población rural”, indica. Y ese diálogo comienza por explicar que la cultura del fuego no deja “evolucionar a la naturaleza”. Santín advierte de que cada vez habrá más incendios de sexta generación, aquellos que queman miles y miles de hectáreas y llegan a crear sus propias condiciones meteorológicas. “El cambio climático y el abandono rural van a empeorar sin duda la situación y hacer que los incendios sean cada vez peores”, advierte.

¿Cómo están afectando los incendios forestales a la región?

Siempre tienen efectos. Destruyen la vegetación y por tanto la fauna. En Asturias tenemos suerte, entre comillas, porque el fuego está afectando sobre todo a superficies de matorral y de bosques nuevos. Sin embargo, también tienen su impacto en la pérdida de suelo. Se ve muy claramente en zonas como el Oriente o el Suroccidente de la región. Las lluvias arrastran mucho suelo, y sin suelo no hay plantas, y sin éstas, tampoco hay animales. En zonas como el Pozo de las Mujeres Muertas, en el límite de los concejos de Allande y Cangas del Narcea, vemos el terreno tan pelado, a consecuencia de los incendios y del arrastre provocado por la lluvia, que ya solo se ve roca.

Están también las mareas negras que arrastran el material quemado después de los incendios.

En Asturias no se ha producido tanta contaminación de acuíferos por efecto del arrastre de cenizas, pero en otras zonas sí, hasta el punto de que algunas ciudades han llegado a quedar desabastecidas de agua. En 2020, en algunos ríos de Australia murieron todos los peces por ese fenómeno.

En Asturias, ¿cómo afectan los fuegos a la biodiversidad?

Sobre todo se están quemando superficies de brezo, tojo, arteixo... y por tanto se ven afectadas poblaciones de insectos, algunos pájaros, pequeños mamíferos... Acabamos de solicitar un proyecto al Gobierno del Principado para evaluar los efectos que están teniendo esos fuegos en poblaciones de aves, insectos y anfibios.

¿Cómo está afectando los incendios a especies emblemáticas de Asturias, como el oso o el lobo?

No se ven realmente afectadas, porque no están asentadas en las áreas que se están quemando recurrentemente, y que son en su mayor parte de uso ganadero.

Ha estudiado los efectos de los incendios en países tan diversos como Gales, Canadá o Australia. La casuística es distinta a la de Asturias.

Aquí en Asturias, los incendios son un problema social, y hasta que no entendamos el fenómeno como tal no lo vamos a poder solucionar. El número de incendios se ha reducido en los últimos años, pero paradójicamente se ha ampliado de forma paralela la extensión de superficie quemada. Se explica porque hay más vegetación, más monte, sin solución de continuidad.

Los ganaderos atribuyen los incendios a que hay cada vez más combustible en los montes y no les permiten actividades que antes permitían mantenerlo limpio.

Lo que es evidente es que el 60 por ciento de los incendios son provocados, y se atribuyen a productores ganaderos. Hay quien ve el monte “sucio” y para limpiarlo, le mete cerilla, además coincidiendo con viento del Sur y cuando lleva varios días sin llover. Además, se provocan los fuegos a horas cada vez más intempestivas para que no se puedan desplegar los servicios de extinción y los incendios quemen mucha más superficie. No son conscientes de que esos terrenos de matorral, si los dejas durante un periodo de cincuenta años, por su propia capacidad, se convierten en bosques. No dejamos a la naturaleza que evolucione. Hay una recurrencia de incendios en las mismas zonas cada cuatro o cinco años.

¿Qué se puede hacer para encarar este problema que nos golpea todos los años?

Hay que trabajar con la población rural para desterrar esa cultura del fuego.

Los ganaderos echan la culpa de los incendios a la reducción de la actividad de pastoreo, y esta la relacionan con los ataques del lobo.

Ser ganadero aquí en Asturias no es fácil. Es una actividad que está muy mal pagada y que es muy dura. El territorio es del ganadero, pero también es del lobo. Por eso hay que buscar un punto medio en el que se garantice por un lado la conservación de la especie, pero también las actividades agrícolas y ganaderas. Hay que apelar al diálogo para ver qué se puede hacer. No hay que demonizar al lobo, pero tampoco al ganadero. No sirve de nada. Sí que es cierto que la reducción del pastoreo y de los usos tradicionales están contribuyendo a que haya cada vez más incendios. La naturaleza recupera tarde o temprano su lugar.

¿Van a producirse en Asturias los llamados incendios de sexta generación, de los que se ha hablado bastante sobre todo después del “día que no amaneció”, el 16 de octubre de 2017?

Por suerte no los hemos vivido aquí en Asturias. Es una clasificación que elaboraron unos investigadores catalanes. Se trata de incendios muy grandes, de miles de hectáreas, que liberan tanta energía que llegan a crear sus propias condiciones atmosféricas. Se dieron en Europa en 2017, con los grandes incendios de Portugal. Uno de ellos, el de Pedrógão Grande, en junio de ese año, costó la vida de 64 personas y provocó 135 heridos. En octubre de ese año, la ola de incendios causó otras 42 víctimas mortales, así como 71 heridos, 14 de ellos graves. Este tipo de incendios han existido siempre, sobre todo en el bosque boreal, que cuenta con una mayor superficie. El problema es que cada vez están acercándose a zonas más pobladas.

Ese tipo de incendios cada vez se están dando más al sur en Europa.

Se vio por ejemplo el pasado mes de septiembre en el incendio que afectó a la Sierra Bermeja, en Málaga. Aquí en Asturias no tenemos condiciones que lleven a ese tipo de incendios tan graves. En Asturias hay muchísimos incendios, mucha recurrencia, pero afectan a una superficie muy pequeña. Eso sí, si cada vez hay más combustible en el monte, y continúa el cambio climático, podremos encontrarnos en un futuro relativamente corto con este tipo de incendios de sexta generación. Pero ahora, como no tenemos mucha extensión de conífera, hay un riesgo relativo. El cambio climático y el abandono rural van a empeorar sin duda la situación.

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