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Entrevista

Antoni Milian, 'padre' de la ley para las personas sin hogar: "En dos años no debería haber nadie en la calle"

Este catedrático de Derecho Administrativo que pasó ocho años repartiendo caldo y calor humano entre personas sin techo en Barcelona ha sido el redactor de la pionera proposición de ley entrada en el Parlament el pasado 25 de enero por todos los grupos excepto Vox

Antoni Milian, catedrático de derecho administrativo ’padre’ de la ley para las personas sin hogar.

Es un apasionado de los juegos de magia con cartas, afición que compartió con las personas que viven en la calle en Barcelona que conoció durante los años que hizo de voluntario. Tras muchos años enseñando derecho administrativo en la UAB y otros tantos repartiendo cenas y, sobre todo, ofreciendo el hombro, en la calle, unió ambas cosas redactando una ley pionera codo a codo con las principales entidades sociales del país que se plantea erradicar en el sinhogarismo en Cataluña en 2023.

¿Cómo entra un catedrático en contacto con las personas sin techo?

El tema social siempre me había preocupado, pero me quedé un poco atrapado en el mundo universitario. No fue hasta finales de los 90 cuando pensé que tenía que hacer algo y me acerqué a la comunidad de San Egidio. De mi edad éramos unas siete u ocho personas y nos propusieron que una noche a la semana fuéramos a encontrar a personas que vivían en la calle, un par de horas. Llevábamos unos termos grandes, les repartíamos la sopa y estábamos un rato con ellos, se la servíamos y hablábamos un poco con ellos. Lo hice entre 2003 a 2010, más o menos.

¿Ahí se dio cuenta de que había que ir más allá de la solidaridad? 

Vi que esa era situación que era inadmisible y que se tenía que hacer alguna cosa. Por suerte hay mucha gente solidaria, pero la solidaridad ayuda pero no revierte la situación, y eso se tenía que revertir. 

Y conectó sus dos mundos, el del voluntariado y el docente...

Aún no. Fue años más tarde. Viendo un programa de Mikimoto que buscaba catalanes por el mundo. En un programa estaban en una república exsoviética, no recuerdo cuál, y se veía a gente que dormía debajo de unas tuberías en un país totalmente congelado y personas que iban allí a reírse de ellos. Quedé impresionado y pensé que se tendría que hacer un convenio europeo para proteger a estas personas. Y, a partir de ahí, pensé, ostras, lo que tendríamos que hacer es una ley aquí.

Es un texto realista. Una ley que exige, pero aplicable. Solo hace falta la voluntad política

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Y se puso manos a la obra.

Empecé a pensar qué tendría que contener una norma que protegiera a estas personas y que erradicara esta situación. Transitoriamente mejorar su situación y a la vez hacer que se extinguiera el sinhogarismo más crónico. No hemos querido hacer una ley sobre la vivienda si no llevar a las personas excluidas de la vivienda hacia ella. 

¿Por dónde empieza?

Pongo al servicio de esta situación mis conocimientos jurídicos. Me di cuenta de que las personas sin hogar están huérfanas de una ley que se proponga emanciparlas y protegerlas y me puse a ello. Me fui a ver a todas las entidades del sector para planteársela y tuvo muy buena acogida. Después invité a otros profesores de Derecho para ir redactando el texto, con reuniones constantes con las entidades y a inicios de 2021 ya teníamos un texto cerrado y nos planteamos el siguiente paso. ¿Cómo llevarlo al Parlament?

Optaron por la vía de la proposición de ley.

Sí. Queríamos que se responsabilizaran de ella los políticos que nos representan. Convencerles de que este texto valía la pena tramitarlo.

¿Fue tan fácil convencerles como a las entidades?

Es un tema al que es difícil decir que no.

Y llegan al 25 de enero, día en el que la proposición se registra con el apoyo de todos los partidos (menos VOX). ¿Ahora qué?

Los trámites parlamentarios son largos. Con voluntad, en 2023 podría estar aprobada y entrar en vigor. Eso es realizable. Incluso en diciembre de 2022, si se dieran mucha prisa.

Antoni Milian. Laura Guerrero

Una vez aprobada, el trabajo será velar para que se aplique...

Exacto. Es una ley muy ambiciosa. Lo primero es aprobarla, pero después tienen que aplicarla. De muchas leyes se aplica un porcentaje muy pequeño.

Pero insisten en que es trata de una ley aplicable. Redactada codo a codo con los profesionales que está en la calle a diaria, no escrita desde un despacho.

Sí, además lo que proponemos son medidas que no son caras, sobre todo en la primera fase, que es establecer un espacio residencial digno, que puede ir desde un albergue, una pensión. Se trata de que todo el mundo que está en la calle pueda tener un techo. Si se usa una pensión o albergue debe tener un mínimo de condiciones. A esta primera fase le damos un margen de dos años, tiempo en el que eso se podría realizar. Pero no es una foto fija. Tiene que haber un itinerario en el que vayan desapareciendo los espacios que no sean vivienda para ir pasando a viviendas. Eso ya sí tiene un coste más elevado, pero tiene un gran retorno social. Además no partimos de cero. Ya existen estos recursos, solo que hay que ampliarlos. Es una ley que se puede implementar; es un texto realista. Un texto que exige, pero realista. Solo tienen que tener la voluntad política de aplicarla.

¿Podría elevarse a nivel estatal?

El estado no tiene competencias, pero las comunidades autónomas puedan inspirarse en ella. Nosotros encantados.

¿Cuando podrá ser visible su impacto?

Nosotros hablamos de dos años para la primera fase. En dos años toda la gente que involuntariamente duerme en la calle ya no lo hará. Creemos que es realizable. Y que en dos años se visualizará. La segunda fase es pasar de allí a una vivienda. 

Lo primero que uno constata cuando tiene contacto con la gente de la calle es que no están allí porque quieran

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Otra función importante que comporta solo plantear la ley es también abrir el debate. Sensibilizar al resto de la ciudadanía.

Sí. Yo haría un llamamiento a la ciudadanía a que no aparte la mirada. Que les miren, que son personas. Yo me siento deudor de ellos. A mí esa relación me ha hecho crecer. Creo que tendríamos que acabar con los prejuicios. Son personas, además, muy solidarias. A veces cuando repartíamos la sopa y veían que quedaba poca no cogían más porque sabían que luego íbamos a buscar a otras personas.

Cuánta generosidad...

Recuerdo que había una persona que tenía un bulto en el cuello y mientras nosotros pensábamos en qué hacer, sus propios compañeros lo llevaron al hospital. Se nos adelantaron ellos a nosotros. Un día llegamos allí, no estaba, preguntamos por él y nos dijeron que le habían llevado al hospital.

Tremenda lección.

He aprendido muchas cosas de ellos. Muchas. Lo primero que uno constata cuando tiene contacto con la gente de la calle es que no están allí porque quieran. Mucha gente piensa que está en la calle porque quieren, y no es así. Además, en los años que hice ese servicio nunca me sentí incomodado por esas personas. A veces tenemos aprensión a esas personas y tendríamos que tener otra mirada.

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