Conocida por ser la activista que llevó a Rodrigo Rato a la cárcel -a través de la plataforma 15MpaRato- la dramaturga, promotora cultural y activista política Simona Levi (Turín, 1966), afincada en Barcelona desde 1990, se ha especializado desde hace uno años en denunciar la manipulación informativa a la que vive sometida la sociedad. En 2019 coordinó #FakeYou: Fake News y desinformación, libro publicado por Rayo Verde en el que denuncia como los partidos políticos o las instituciones recurren a las noticias falsas para promover sus intereses.

¿Las noticias falsas tienen una parte de verdad para hacerlas creíbles?

Digamos que las fake news, que es el término popular para referirse a la desinformación informativa. Son básicamente la manipulación informativa y propaganda de toda la vida. Se trata de una manipulación de la realidad, sea total o parcial, con sesgos distintos, como cuando se utiliza un ejemplo como una generalidad. Hay muchas formas de manipular la información, y todas ellas conforman la desinformación.

¿Quién fabrica esta información?

Lo que nosotros explicamos en el libro es la narrativa en torno a estas noticias falsas. Suelen venir de las mismas instituciones o de los monopolios de la información. Se tiende a decir que la desinformación es culpa de la gente y eso no es verdad, no porque en parte lo hagamos como sociedad, sino porque las que realmente impactan en la sociedad son las que tienen detrás de un poder, sea económico, institucional o político, que permite que se viralice y llegue masivamente a la gente.

¿Las redes sociales son realmente la fuente del problema como a menudo se dice?

La desinformación siempre ha existido. Antes, al haber menos canales de información, eran éstos los que producían y difundían las noticias manipuladas. En el libro, de hecho, hacemos un recorrido por la historia empezando por el caballo de Troya o la caza de brujas. Las informaciones que se utilizan para atacar a enemigos o para hacer servicio a determinados intereses políticos siempre han circulado, por todos los canales posibles. Ahora, con las redes sociales, hay un medio más, pero si no existieran, seguiríamos teniendo ese problema.

Entonces ¿por qué casi siempre se las señala como fuente del problema?

Se tiende a poner Internet en el punto de mira porque es un canal con el que mucha gente puede informarse por otros canales, aunque en ocasiones también puede ser problemático. Pero, por ejemplo, Trump no llegó al poder sólo gracias a las redes sociales. También estaba Fox y otros actores. Si defendemos que la desinformación surge de Internet, estamos favoreciendo a quienes defienden que la red no esté al alcance de todos y que ésta esté controlada por un ministerio de la verdad.

¿Todo el mundo puede ser víctima de este proceso masivo de desinformación?

Es una cuestión transversal. La mayoría de la gente se cree noticias falsas y muchos de los que piensan que saben verificar bien la información se equivocan en un 86%. Y esto, evidentemente, no es sólo culpa de los ciudadanos. Es, en parte, culpa de nuestra condición humana, que hace que fácilmente creemos todo aquello que avale nuestras creencias, en vez de discutirlo. Sin embargo, por otra parte, la sociedad tampoco cuenta con las herramientas necesarias para verificar la información. Si los propios periodistas, por una cuestión de tiempo y falta de herramientas, ya no pueden verificarlo todo, imagina la poca capacidad que tiene el resto de la población.

¿Cómo se pueden combatir las informaciones falsas?

La propuesta, que explicamos en el libro, es la de crear un etiquetado que sea obligatorio por todo aquel que pague o reciba remuneración para emitir información. Una etiqueta que detalle las fuentes y haga aflorar toda la información. Sería cómo se hace con los alimentos, que incluyen una etiqueta en la que se indica si contiene gluten o no por ejemplo. Las instituciones deberían generar formas que permitan llegar a los ingredientes que conforman esa noticia.

Y como ciudadanos, ¿qué podemos hacer?

No quiero hablar más de la cuenta del libro, pero lo cierto es que comprándolo y leyéndolo. Porque realmente somos los únicos que proponemos una fórmula constructiva, basada en la lógica y la práctica. El problema son los partidos políticos y estos sólo tienen algo de miedo a algo, sus votantes. Esto sólo cambiará si desde la sociedad civil lo exigimos. No debemos fijarnos tanto en los otros partidos, si no exigir a los que votamos, que sean transparentes y eviten la manipulación informativa.