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EL ARQUILLO: UN ENCLAVE DESCONOCIDO DE EXTREMADURA

La última guardiana de un pueblo de Extremadura que se resiste a morir

Emilia Fernández es la única vecina permanente de Villa del Arco, una pedanía de Cañaveral. Una asociación se encarga de buena parte de su conservación y lucha para que la aldea no caiga en el olvido

La última guardiana de un pueblo de Extremadura que se resiste a morir

La última guardiana de un pueblo de Extremadura que se resiste a morir.

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La última guardiana de un pueblo de Extremadura que se resiste a morir. Marian Rosado Gallardo

Negras, blancas, pardas y azules. Son una veintena de gallinas y están esperando su pienso diario. Amanece en Villa del Arco y su única vecina permanente se dirige a hacer su primera tarea del día. "Aquí yo no me aburro nunca", afirma. Después de las gallinas le toca el turno a sus ovejas –ya no tiene cabras porque, dice, "dan mucho trabajo"- y así transcurre la jornada entre sus labores en la huerta y en la casa acompañada de Leo, un mastín grande y juguetón. Ella es Emilia Fernández y es la única vecina permanente que ha vivido en Villa del Arco durante años. 

El Arquillo, como también se conoce a este lugar, está a tan solo tres kilómetros de Cañaveral, del que es pedanía, pero llegar hasta allí no es fácil. Una estrecha carretera, más apta para viandantes que para vehículos, gatea curva a curva pronunciada hasta el cerro donde se asienta este enclave. "Esto son los Canchos de Ramiro y esta la Sierra Santa Marina", señala Fernández. Es fácil encontrarse con ella. Nada más alcanzar la villa, se llega a una plazoleta bautizada como el llano del Cura y, perpendicular a este, la calle del Laurel. La calle de la Iglesia, la de Los Naranjos o la Plaza de las Golondrinas completan toda el área, en no más de cinco o seis calles empedradas con los mismos guijarros desde hace décadas y en su mayor parte invadidas por hierbas que alcanzan hasta las rodillas.

Jaras, margaritas, mirabeles y otras flores se entremezclan y crecen salvajes en lo que hace unas décadas eran las puertas a huertas llenas de todo tipo de árboles frutales que se nutrían de las regaderas que surcan sus calles. "Todo el agua baja del manantío y va pasando por los pilares", explica Fernández. "Mi marido y yo siempre tuvimos olivos y entonces ganábamos más por la aceituna de lo que se saca ahora", añade resignada.

La aldea la preside un olmo que, según reza una placa frente a él, data del siglo XVI. "Aquí nos veníamos por las tardes, daba sombra a toda la plaza, a mí me gustaba subirme a coser", recuerda. Hoy, el imponente árbol está casi caído y parece muerto, pero según la vecina su raíz sigue alimentando a otras plantas de alrededor que pueblan esta plaza del Álamo. Aquí nace el origen del nombre de la villa: "Bajo el arco del olmo, del álamo, se hacían los juicios y, si al que sea se le declaraba culpable, ahí mismo se le colgaba", relata Fernández. 

Emilia Fernández señala el olmo centenario. / SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

Amigos de Villa del Arco

Un poco más arriba de ese lugar, totalmente blanca, preside el pueblo la iglesia, que acoge a la patrona local, la Virgen de la Asunción, conocida popularmente como la Virgen del Arco. "En septiembre es cuando la abren y viene la gente a celebrarlo". Este templo se mantiene en pie gracias a la Asociación de Amigos de Villa del Arco, que se ha encargado de restaurarlo. Así lo explica Josefa Cano, presidenta de este grupo formado por unos 175 socios, todos descendientes de antiguos pobladores de la pedanía: "Pagamos una cuota anual de cinco euros con la que sufragamos pequeñas intervenciones, como el arreglo de la iglesia, la rehabilitación de las campanas y la conservación de los dos cementerios". Se cree que el camposanto local es el más pequeño de la región, ya que consta de tan sólo tres tumbas anónimas. Aunque Fernández dice conocer quiénes las ocupan: "Uno era el padre de mi suegra y los otros eran dos señores del pueblo. Debe hacer más de 100 años que se enterraron". Justo al lado, hay otro pequeño camposanto dedicado a los bebés que nacían y morían sin bautizar, de los que la vecina calcula que hay una docena de tumbas, invisibles debido a la hierba que ha crecido en el pequeño espacio. Justo enfrente, a unos pocos metros, está colocada una piedra ancha de forma rectangular donde se daba la exequia: "Aquí se apoyaba el ataúd para que el cura diera la última bendición", explica.

La iglesia solo se abre el primer domingo de septiembre. / CEDIDA POR LA ASOCIACIÓN AMIGOS DE VILLA DEL ARCO

Por su parte, la asociación también ha sufragado el arreglo de la antigua cárcel --hoy su sede--, ha recuperado algunas regaderas y se encarga de la organización de las fiestas patronales, que se celebran el primer domingo de septiembre. Una cita religiosa donde la iglesia se abre por única vez en el año y los socios se reúnen y comparten dulces, ponches y rifas de productos de la tierra. También celebran la conocida como «fiesta de las sandías», en la que meten estas frutas en los pilares para refrescarlas y después las reparten entre todos, simbolizando la otrora abundancia de las huertas locales.

El olmo, rodeado de gente, en la "fiesta de la sandía" de 2019. / CEDIDA POR LA ASOCIACIÓN DE AMIGOS DE VILLA DEL ARCO

Las instituciones

Además de la rehabilitación del pueblo y de la conservación de su memoria, la asociación busca una "mayor colaboración, cooperación e implicación de las instituciones para que inviertan y den vida a la zona, ahora que tanto se habla de despoblación", insiste Cano, quien denuncia que "en la antigua escuela, que cedimos en 1997 al ayuntamiento, se construyó un albergue que a día de hoy sigue cerrado".

El actual alcalde de Cañaveral, Jacinto Sánchez, reconoce esta situación pero defiende que primero se deben llevar a cabo "tareas de saneamiento, de agua y de acondicionamiento de la pedanía" para después poder abrir este espacio. "Económicamente no disponemos de los recursos y estamos intentado conseguirlos a través de la Diputación o de algún plan, también llevamos dos años de pandemia… Pero estamos trabajando en ello para que la gente suba, sobre todo los fines de semana, en verano... Tenemos proyectado hacer un nuevo acceso a la villa, con menos curvas y donde poner algún descanso y bancos", dice.

El alcalde de Cañaveral señala una fotografía de la antigua escuela de Villa del Arco, en su despacho. / SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

Aparte de la de Emilia, en el pueblo hay unas cuatro casas habitables, que sirven como segundas residencias: de una familia recién llegada de Madrid, de una pareja de funcionarios, de unos italianos que recalan allí sobre todo en la época de caza y de uno de los hijos de Fernández, a quien se le ilumina la cara cuando reconoce que a sus tres nietos les encanta ir al pueblo los fines de semana, aunque se frena severa: "Aquí no es que crezcan salvajes, pero sí en libertad". Por esas cinco casas habitables, hay bastantes más construcciones que han quedado en el olvido: viviendas, el antiguo ayuntamiento o la casa más señorial de todas, de piedra lisa y pintada su fachada toda de blanco. Según Fernández, allí vivió un pudiente norteamericano, "creo que su apellido era Wright", que se mudó a la villa junto a su esposa, enferma, para que "el agua y el aire de aquí la ayudaran", asegura. "Hoy algunos de sus descendientes viven en Cañaveral", añade.

Emilia, con sus gallinas. / SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

Fernández, originaria de Casas de Millán y que hoy tiene 66 años, ha vivido durante más de 40 en El Arquillo. "Cuando llegué ya solo quedaba la familia de mi marido", recuerda. En su rutina actual, el miércoles es el día para bajar a Cañaveral, a hacer la compra aprovechando que es el día del mercado. Dice no sentirse sola, porque sus hijos van a hacerle compañía, pero se une a la petición de la asociación para que las autoridades "miren por el pueblo". "Hasta hace nada no teníamos ni electricidad, íbamos con los candiles de aceite" --el alumbrado se instaló en 2009--, "nadie viene a por la basura, no desbrozan las calles --el alcalde afirma que se hace "dos o tres veces al año"-- y para pagar impuestos sí estamos", denuncia. Cano, por su parte, afirma que desde la asociación "se seguirá trabajando para que la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC), impulsada en 2004, no quede en el olvido". La Consejería de Cultura, preguntada por este periódico, afirma que "el expediente para la declaración de la Villa del Arco en Cañaveral decayó y no ha habido más solicitudes".

Mientras tanto, Villa del Arco continúa resistiendo el embiste del tiempo acompañada por Emilia y por los hijos y nietos de los vecinos que una vez la poblaron. El Arquillo lleva décadas prácticamente despoblado y descuidado, pero es un pueblo que se resiste a morir.

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