El Periódico Mediterráneo

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Incendios forestales

"Las vacas comen hierba, no ceniza"

Vacas pastando entre las cenizas por el incendio en Sierra de la Culebra en Melgar de Tera. Emilio Fraile

Más de treinta y tres años dedicado a su explotación de ganado de vacuno en extensivo y nunca había pasado por algo similar. César Panizo es un ganadero de Melgar de Tera, en la provincia de Zamora, uno de esos vecinos que han decidido apostar por quedarse en el pueblo y labrar en él su futuro y que ahora busca el modo de poder sacar adelante su explotación rodeada de miles de hectáreas calcinadas. “Las vacas comen hierba, no ceniza, así que esto ha venido para cambiarlo todo”.

Explica César que las vacas que tiene en su explotación, un total de setenta y cinco cabezas, pastorean diariamente para alimentarse. Para ello disponía, hasta antes del devastador fuego de la Sierra de la Culebra que también alcanzó al valle del Tera, de entre dos mil y dos mil quinientas hectáreas entre terrenos particulares y comunales, algunos parte de Ferreras de Abajo. “Ahora dispongo de 15 hectáreas de zona verde en el valle, pero para dar de comer a todas las vacas no me llega ni para un mes”, asegura el ganadero.

Algunas vacas de Melgar de Tera, con el fuego a escasos metros. /

Busca alternativas pero de momento se tiene que conformar con poder alimentarlas. “Ha cambiado el modo de trabajar mío, el día a día del ganado y tampoco tengo muchas alternativas. Tengo que habituarme ahora a darles de comer todos los días. Y gracias a dios que, además, ha habido gente que me ha ayudado. Me han traído forraje para las vacas, tanto de Puebla de Sanabria como de la zona de los valles, la gente se vuelca contigo, pero no es la solución definitiva”, señala César.

Explica también que “de monte sí hay terreno a varios kilómetros pero ¿quién cruza las vacas por todo lo quemado. No tengo, además, agua en el monte para darles de beber. Y es casi más vital para ellas, el agua que lo que puedan pastar”, señala.

Este vecino de Melgar, el mismo pueblo que le vio nacer, recuerda que ya sus padres tenían vacas de leche. “Yo llevo ya treinta y tres años con la explotación y con el paso del tiempo he logrado mantenerla. Antes tenía alguna más, llegué a tener más de un centenar pero ahora unas 75 cabezas”, explica.

Pone en valor la calidad de la carne de su ganado y lamenta los bajos precios a los que se les paga la carne habitualmente. Su explotación abastece a carnicerías de la zona. “Yo me dedico al pastoreo y el monte está siempre limpio. Cuando llegó el fuego había desbrozado con las vacas ya más de veinte hectáreas. Pero el fuego venía con mucha virulencia y arrasó con todo, casi más lo que estaba desbrozado, me atrevo a decir”, explica. Lamenta el destrozo de las encinas de la zona. “El brezo, la urz, las jaras en unos años volverán a estar ahí, pero las encinas, centenarias, ya no. El fuego ha acabado con todo, no lo pasamos a creer”.

César recuerda lo que vivía hace apenas unos días en su explotación. Explica que “a mí me echaron de la explotación porque había que desalojarlo todo. Tenía unos 30.000 litros en una cuba y 18.000 litros de agua en otra y dos máquinas haciendo cortafuegos y no nos dejaron ni mojar el terreno ni refrescarlo. Tuve que dejar la explotación a lo que dios quisiera porque más no pude hacer. Vi que había pasado la carretera dirección a Santa Croya. Nadie se lo pasa a creer. Hemos tenido algún fuego, pero como este ninguno”.

Dejó a los animales en la nave. “Son animales que estén donde estén vuelven a dormir. Dejé las puertas abiertas por si había mucho humo para que no se asfixiaran y afortunadamente no hubo ninguna baja. Eso sí, hay cinco vacas a las que se le quemó la ubre y otras cinco o seis que tienen los cascos recalentados de pisar por el terreno quemado. Explica también que en ningún momento pensó en la virulencia del fuego. “Mi mujer y mi hijo sí pensaban que nos quedábamos sin anda”.

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