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Historia humana

El microsueño que se convirtió en pesadilla

Marlon Montenegro sufrió un accidente de tráfico hace un año en Palma que lo dejó inválido | Lleva más de seis meses esperando el certificado de discapacidad para poder volver a trabajar y ayudar a su familia

Marlon Montenegro. Marina Torres

La búsqueda de ayuda es humana. Se tienen problemas, inquietudes o inseguridades, se pide apoyo. Marlon Montenegro lleva pidiendo auxilio casi un año desde Palma. Los oídos sordos de aquellos que lo rodean se han convertido en paredes que ni él, ni su familia, pueden seguir derribando.

Marlon llegó a la isla hace tres años, desde un país donde la vida se convierte en un reto para sobrevivir cada día; su mujer, dos años después junto a su hijo mayor, quien tenía siete años.

Viven en una habitación, con un baño, una sala y una cocina para cuatro personas. Sus días y semanas consistían en una lucha constante. Trabajos laboriosos y salarios bajos convertían tareas, como pagar el alquiler o realizar una compra, en un tormento. Sin embargo, tenían opciones. Habían conseguido los papeles para la nacionalidad española, surgían ofertas de trabajos y sus hijos crecían sanos. Podían vivir y luchar por su futuro, ahora el futuro se ha convertido en una pesadilla.

Marlon Montenegro tenía 23 años el día que su vida, ya sumida en dificultades, se complicó a un nuevo nivel. El 26 de agosto de 2021, la noche en la que su hijo pequeño cumplía su primer año, Marlon volvía de una semana de prueba en un nuevo empleo. El reloj marcó las 19.30 y decidió tomar algo con un compañero de trabajo, una cerveza y una charla después, Marlon volvía a casa en moto. Las agujas pasaban de las 20.00, sus ojos se cerraron por lo que pareció un solo segundo, pero cuando se abrieron todo a su alrededor era distinto. Estaba en el hospital. La confusión y la inquietud llenaron su mente. Luego llegó la realidad: había sufrido un accidente de tráfico.

Marlon se había lesionado gravemente las vértebras y los espacios discales. Marlon había perdido la capacidad de caminar. Había perdido su vida así como la conocía.

Tras el accidente

Pasó dos semanas en la Unidad de Cuidados Intensivos antes de poder ser trasladado a planta. Se podría creer que, tras las operaciones y su estancia en el hospital, Marlon ya había pasado los momentos más difíciles de esta situación. No fue así. Sus semanas en el hospital le brindaron la posibilidad de estar junto a un fisioterapeuta que ejercitaba sus piernas para que sus extremidades no murieran, pero cuando llegó el momento de iniciar la rehabilitación, Marlon se encontró con la primera pared: "No volverás a caminar".

El instituto Guttmann, hospital de neurorrehabilitación en Barcelona, no pretendía ayudar a Marlon a recobrar su movilidad, pretendía enseñarle a vivir con lo que tenía. Entrenaban, únicamente, su tronco superior y cuando él pidió ejercitar sus piernas para mejorar su condición fue rechazado de inmediato. "Trata de mantener tu piernas ahí. ¿Ves? No puedes", era lo que Marlon escuchaba constantemente por parte de los médicos que lo trataban. Ahora es capaz, incluso, de mover ligeramente sus pies.

Sin embargo, las cosas siguen sin ser fáciles. Marlon dispone de cuatro horas y media a la semana para realizar sus ejercicios de rehabilitación en el centro médico, pero para él no son suficientes. "Yo me voy a levantar. No me voy a quedar así, no puedo quedarme así", es la afirmación que Marlon lleva repitiendo en su cabeza desde hace un año. Su entrenamiento no termina cuando sale del centro de salud, continúa en su casa durante horas, con el único objetivo de levantarse de su silla para poder sacar a su familia adelante. "A mí nunca me ha gustado esto. Ni hacer rifas, ni pedir dinero ni ayuda". afirma.

Pero la fuerza de voluntad no ha sido suficiente. Marlon ha sucumbido ante el dolor en varias ocasiones durante los últimos meses, las pastillas para su tratamiento o la altura de su propio hogar han sido tentaciones muy grandes para poder evitarlas. Ha llegado al punto donde debe iniciar un programa anti suicidio.

Su mujer solo ha conseguido un trabajo durante dos horas por las noches como camarera, ya que los psicólogos le han recomendado no dejar solo a Marlon debido a su delicado estado mental. Alrededor de 500 euros, que no sirven ni para mantener un techo sobre sus cabezas, es lo que recibe por sus horas de trabajo. Una cantidad que en varias ocasiones les ha hecho decidir entre las sondas que Marlon necesita o una simple cena diaria. Los préstamos online son las pocas soluciones que han podido encontrar a su falta de dinero.

Cuando ella trabaja, familiares hacen videollamadas con Marlon para mantenerlo distraído. Mientras tanto, él cuida de los niños en un hogar donde no se puede mover sin chocar con las paredes.

Marlon ansía trabajar, pero necesita una de dos cosas: el Bachillerato o un certificado de discapacidad. Conseguir la segunda opción parece más difícil que volver a caminar. La conselleria de Asuntos Sociales confirma, tras un baile de cifras, que estos certificados tardan 152 días en Palma, Marlon lleva esperando más de 200 días. Siete meses.

"Yo soy un cero a la izquierda en estos instantes", es como se ve Marlon a los ojos de los jueces.

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