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TURISMO

El turismo rural, un motor contra la despoblación en Aragón

Aínsa y Alquézar suman vecinos y alumnos para sus colegios. La falta de vivienda es una merma para atraer pobladores

Turistas en una de las cascadas del Monasterio de Piedra. JAIME GALINDO

El turismo rural se confirma como un potente motor contra la despoblación en Aragón. Así lo atestiguan en localidades como Aínsa, Alquézar, Albarracín o Sos del Rey Católico, donde después de décadas apostando por un modelo turístico de interior, basado en potenciar las joyas culturales y patrimoniales, o espacios naturales únicos, han ido haciéndose un hueco en el listado de destinos de los viajeros nacionales e internacionales.

La mayoría de estas localidades, de las más punteras en Aragón, han logrado desestacionalizar las visitas turísticas y la llegada de viajeros ya no es solo cosa del verano. Sin embargo, el eslabón que conecta la creación de empleo que impulsa el turismo con el incremento de población a menudo da problemas.

La falta de vivienda habitual en parajes turísticos está detrás de que sus censos no crezcan a mayor velocidad. En otros casos, reconocen, el turismo no da para aumentar el número de habitantes, pero sí para no seguir perdiéndolos.

"En Aínsa, tener más empleo se ha traducido en tener más población. En 2018 éramos 2.151 vecinos, y el censo este año está en 2.325", explica su alcalde, Enrique Pueyo.

"Se trata de gente del pueblo que se ha quedado y también de vecinos que han llegado de fuera. El resultado es un rejuvenecimiento de la población, con el resultado de que hemos tenido que ampliar las plazas escolares. Está claro que el turismo ha ayudado a frenar la despoblación en Aínsa", explica.

Turistas en la plaza Mayor de Aínsa. ÁNGEL DE CASTRO

El mismo ejemplo se repite en Alquézar, donde la transformación del municipio en los últimos treinta años no es solo visual, sino sobre todo, demográfica y visual. "A principios de los 90 estuvimos a punto de cerrar la escuela; hoy tenemos 19 niños", explica Mariano Altemir, su alcalde, que destaca que el impacto del tirón turístico de las Pasarelas sobre el río Vero y el entorno del parque natural de la Sierra y los Cañones de Guara llega también a pequeñas localidades vecinas. "Radiquero (a pocos kilómetros de Alquézar) ha pasado de 65 vecinos antes de la pandemia a 92 en el último censo", señala.

Ante la falta de vivienda, incluso, muchos de los que trabajan en Alquézar residen en Barbastro, la capital comarcal, a apenas 20 minutos en coche. El de la falta de alojamiento para residencia habitual es un problema compartido en todas las localidades turísticas.

"La población se mantiene porque no tenemos vivienda para crecer. Las pocas segundas viviendas que hay en el pueblo, se destinan para turismo rural" -Miguel Villalta - Alcalde de Albarracín

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También en Albarracín. "La población se mantiene porque no tenemos vivienda para crecer. Las pocas segundas viviendas que hay en el pueblo, se destinan para turismo rural porque los propietarios le sacan más rendimiento", explica el alcalde de la localidad turolense, Michel Villalta, que defiende que este es uno de los retos que se deberá abordar en la próxima legislatura. "Hemos puesto la escuela infantil gratuita, pero debemos generar vivienda de alquiler para tener más población", añade.

En Alquézar, el ayuntamiento ha adquirido nueve solares que espera poder poner a la venta a precios asequibles. "Ya tenemos gente interesada en lista de espera, porque la idea es poner en circulación viviendas a precios asequibles, ya que solo hay edificios antiguos que requieren mucha inversión", señala.

María José Navarro, regidora de Sos del Rey Católico, reconoce que el impacto del turismo en la localidad ha permitido "mantener la población", aunque las cifras no arrojan un crecimiento claro y sostenido.

"La pérdida de población es progresiva, pero también recibimos nuevos pobladores que apuestan por vivir en el pueblo, y hemos notado un antes y un después con la pandemia y con las facilidades del teletrabajo", explica.

"La pérdida de población es progresiva, pero también recibimos nuevos pobladores que apuestan por vivir en el pueblo" -María José Navarro - Alcaldesa de Sos del Rey Católico

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En la mayoría de estas localidades han logrado atraer a visitantes a lo largo de todo el año, con temporadas más bajas, principalmente en los meses más fríos del invierno. Esta continuidad en los contratos ha permitido mantener la población y los servicios. "La mayoría de los empleos se mantienen todo el año, pero en la temporada alta, se refuerzan", señala Navarro.

En Albarracín, el turismo ocupa a entre el 60 y el 80% de la población. "En un pueblo de mil habitantes tenemos 120 establecimientos hosteleros y hoteleros, con más de 40 restaurantes y negocios que ya gestiona la segunda generación familiar", explica el regidor de Albarracín.

En la comarca Comunidad de Calatayud, el tirón de los balnearios y del Monasterio de Piedra se siente prácticamente todo el año. Ramón Duce, su presidente, es menos optimista respecto a la pérdida demográfica, pero también reconoce que el turismo ha ayudado. "No crecemos en población, pero perdemos menos y se ha ralentizado el ritmo de bajada", asegura. El enoturismo se suma recientemente al resto de actividades y la comarca trabaja en darle un uso de turismo activo al pantano de la Tranquera. "El flujo de visitantes es constante todo el año, y sumar la alternativa del pantano ayudaría a prolongar las pernoctaciones", señala.

El mundo rural se reinventa con el turismo de interior como aliado para elegir su futuro. 

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