Además de ser violada por cinco hombres adultos, la víctima de La Manada tuvo que soportar el linchamiento de quienes querían rematarla. El juicio de los violadores se produjo a puerta cerrada para proteger la identidad de la chica, pero aun así varios usuarios hicieron circular por la red su nombre y apellidos, su DNI, su zona de residencia e incluso imágenes grabadas durante la agresión sexual. Todo, según la Fiscalía, con el fin de "burlarse" de ella.

Ese acoso digital se conoce como ‘Doxing’ (o ‘Doxxing’), un perverso método basado en rastrear y revelar la información privada de alguien en internet frente a una audiencia hostil con la intención de “intimidar, humillar o amenazar” a las víctimas. Una práctica que ha crecido en los últimos años con la normalización de las relaciones sociales a través de las pantallas y que golpea especialmente a las mujeres.

Aunque su práctica es más antigua, el término ‘Doxing’ se popularizó en 2014 a raíz del ‘Gamergate’, una campaña misógina y reaccionaria contra programadoras y periodistas del mundo de los videojuegos, un sector históricamente hipermasculinizado. Organizados en foros digitales como Reddit 4chan, ejércitos de usuarios investigaron y revelaron detalles de la intimidad de sus víctimas e inventaron otros en un señalamiento público que degeneró en una oleada de amenazas de violación asesinato contra ellas.

¿Qué harías si el nombre de tus padres, el lugar donde trabajas o con quien te acuestas es publicado por cientos de cuentas para intimidarte? Se obtenga de forma ilegal a través de un ciberataque o a través de lo compartido en las redes sociales por la propia víctima, esta táctica de chantaje y persecución golpea dos veces, pues además de violar la privacidad, causa problemas de salud mental como ansiedad, miedo, estrés postraumático, problemas de sueño y falta de seguridad y confianza en los otros, según explica Yolanda Mateo, psicóloga especializada en violencia de género de la Federación Mujeres Progresistas. "Se desvirtúa esta conducta de delito, pero las secuelas son las mismas que en el mundo físico", remarca, advirtiendo que esta problemática se da "mucho" entre adolescentes.

Método misógino

El ‘Doxing’ se ha convertido en una virulenta expresión más de la misoginia y la homofobia en línea en plena era de las llamadas guerras culturales. Ya en 2017, un informe de Amnistía Internacional apuntaba a que el 26% de las mujeres encuestadas en ocho países –entre ellos España— habían sido acosadas a través de este método. Un 8% de las mujeres periodistas también han sido amenazadas a través de la explotación de su intimidad, según un estudio del año pasado de la UNESCO. El Observatorio de la Violencia de la Fundación Mujeres considera el ‘Doxing’ como otra forma más de violencia machista.

Este método de acoso también está presente en España. Al menos uno de cada siete usuarios españoles (14%) han sido víctimas del ‘doxing’ cuando ligaban a través de aplicaciones de citas online como TinderGrindr o similares, según señaló este julio un estudio de la firma de ciberseguridad Kaspersky. En hasta un 37% de los casos su pareja les habría amenazado, habría filtrado fotos íntimas o compartido sin consentimiento sus conversaciones. De nuevo, las cifras son peores entre las mujeres: un 51% ha sido víctima de la violencia ‘online’ por su condición sexual, según datos de Federación Mujeres Progresistas.

La anonimidad de la red dificulta la persecución de este delito. “Es tan complicado saber quién está detrás de los perfiles que amenazan que eso lleva a cerrar los expedientes por falta de pruebas”, asegura Xavier Florensa, director general de Polítiques Públiques LGBTI+ de la Generalitat, que matiza que es un fenómeno "que no hemos detectado como normalizado". El hombre que difundió los datos de la víctima de La Manada se enfrenta a dos años y medio de prisión, pero el suyo es un caso que se enmarca en uno de los mayores escándalos de los últimos años.

Reacción contra el odio

En los últimos meses, el ‘doxing’ llevó a Clara Sorrenti a vivir un auténtico infierno. Esta activista trans, célebre en Twitch bajo el apodo Keffals, sufrió en primera persona una campaña de odio contra ella y su familia que la obligó a abandonar su país. Ese ataque fue orquestado desde Kiwi Farms, un foro extremista online en el que sus usuarios se coordinaban para exponer detalles privados y perseguir a sus víctimas y que medios estadounidenses han vinculado con al menos tres suicidios.

Sorrenti usó su fama en la plataforma de ‘streaming’ para cargar contra sus acosadores. Ello le ganó aún más problemas, pero tras semanas de denuncias y con el apoyo de sus seguidores logró que el proveedor de servicios de internet Cloudflare decidiese desconectar Kiwi Farms al tratarse de una “amenaza inminente a la vida humana”. Las víctimas sin esa popularidad no tendrán la misma suerte.