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Baja fecundidad

Conciliación y política social: la respuesta a los problemas de natalidad

Pese a la baja fecundidad, España sigue a la espera de una ley de familia que aún no ha llegado al Congreso

Una escuela infantil de Barcelona. Joan Cortadellas

En apenas tres décadas, habitarán el mundo el doble de ancianos que de niños, según las previsiones de Naciones Unidas. España es además uno de los países con la esperanza de vida más alta del mundo y con una de las fecundidades más bajas. El dato, traducido a un sistema de bienestar que se apoya en la solidaridad intergeneracional, supone que, por cada tres personas en edad de trabajar, habrá casi dos mayores de 65 años, una situación de la que alertan desde el Banco de España

Desde el Centre d’Estudis Demogràfics, dedicaron su primer informe de perspectivas demográficas en 2016 al tic-tac de la infecundidad. “En sociedades como la nuestra, tan preocupadas por las consecuencias del envejecimiento de la población, sorprende el poco debate que genera que una de cada cuatro mujeres no vaya a tener ningún hijo, contraviniendo sus propias expectativas y deseos”, señalaba aquel informe. Tres años después vio la luz un nuevo estudio, con conclusiones tajantes: “La inercia institucional anclada en el pasado supone un freno tanto para la satisfacción de los deseos de las mujeres como para el conjunto de la sociedad”. Y añadía: “Mejorar los niveles y condiciones de la emancipación de los jóvenes es un paso previo en esta dirección”.

La OCDE señaló a principios de año que “la política familiar” en España fue “una de las áreas menos desarrolladas de la política social” hasta el año 2000. Entre sus recomendaciones, incluía la aprobación de una ley que amparase a todas las familias con mayores necesidades y no solo a las numerosas, una ayuda económica universal por hijo y una baja paternal retribuida más allá de los permisos por nacimiento.

El Ministerio de Derechos Sociales trabaja en una nueva Ley de Diversidad familiar, aunque los plazos parlamentarios empiezan a ir justos para que vea la luz antes de que acabe la legislatura. La natalidad sigue en caída libre, y aunque hay mujeres que escogen libremente no ser madres, los datos muestran que la precariedad laboral y las condiciones económicas están detrás de un retraso que acaba en infertilidad involuntaria.

Natalidad y condiciones de vida

La socióloga Esther Vivas, autora de ‘Mamá desobediente’, cree que la maternidad necesita de “unos condicionantes que permitan el bienestar de la madre y de la criatura”. Este contexto “de creciente precariedad vital y laboral vulnera los derechos de las mujeres”, que se ven obligadas a hacer renuncias demasiado altas para ser madres. Y “la respuesta por parte de las instituciones políticas no puede ser ‘es que las mujeres no quieren tener hijos’. Apostar por un aumento de la natalidad pasa por mejorar las condiciones de vida”, insiste.

“Estamos en un contexto muy hostil para criar. Las mujeres se encuentran muy solas, sin una red de apoyo, muchas veces expulsadas a la fuerza del mercado de trabajo y llegan a consulta con problemas de salud mental”, explica la psicóloga Vega Pérez-Chirinos, que cree que “se infravalora el impacto que la precariedad va a tener después en la crianza”.

"Se infravalora el impacto que tiene la precariedad en la crianza", afirma la psicóloga Vega Pérez-Chirinos

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¿Cuál es la fórmula mágica para aumentar la natalidad? Pérez-Chirinos, quien también es doctorando en Sociología, lo tiene clarísimo: “No puede ser que se sigan haciendo jornadas laborales de 40 horas, porque es incompatible con cualquier proyecto vital”. Y añade otra medida: un “acceso a la vivienda garantizado y real”. La experta cree que esta imposibilidad de conciliar aboca a cadenas globales de cuidados, en las que mujeres migrantes son quienes se están encargando de criar a nuestros hijos para que madres y padres puedan podamos seguir trabajando al mismo ritmo que antes detener al bebé. “Estas lógicas son inaceptables”, señala.

España, a la cola en permisos maternales

Según un informe que elaboró Unicef en 2019, Estonia ofrece a las madres un permiso con sueldo completo de 85 semanas; Hungría, de 72 y Bulgaria, de 65. En Suecia, uno de los mejores países para conciliar, el permiso de maternidad es de 35 semanas retribuidas. En España, los permisos, de 16 semanas, se han equiparado para evitar las discriminaciones de las mujeres en el mercado de trabajo. Pero “hay una persona que está gestando, pariendo, lactando, y otra que no; y todo ese trabajo físico no es equiparable”, tal como explica Pérez-Chirinos. 

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