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Asuntos propios

Corine Pelluchon, voz del animalismo: "A quien critica Occidente le digo: 'Cierra el pico'"

ELISENDA PONS

Esta filósofa francesa publicó el 'Manifiesto animalista' (2018), en el que pedía que los derechos de los animales entraran en los parlamentos. Y entraron. Incluso nuevas leyes los reconocen como seres sintientes. Ahora Corine Pelluchon (Barbezieux-Saint-Hilaire, 1967) –ojo, se define como "liberal" y simpatiza con Macron– pretende dar a los jóvenes activistas un armazón teórico para que no se queden en la cólera ni en la denuncia a Occidente, porque, según dice, "hay una tradición para redinamizar las cosas". Despliega argumentos en 'Ecología como nueva Ilustración' (Herder), de la que habló en la pasada Bienal del Pensamiento de Barcelona.

¿Practica lo que predica?

Siento un vínculo profundo con los animales porque como nosotros sienten, experimentan la precariedad de la existencia, son mortales. No uso piel y soy vegana desde 2002.

Una francesa que no hinca el diente al 'foie gras' ni al brie.

Una vez te das cuenta de cuántos animales están siendo torturados y asesinados cada segundo no te queda más remedio que exigir un cambio de sistema. Por ellos y por un muy probable colapso climático, pero también por el hundimiento de nuestra civilización.

¿Y su receta, dice, es volver a las 'luces' de la Ilustración?

Los cuatro pilares de las 'luces' son: autonomía, democracia, unidad de la humanidad y racionalidad. ¡Formidables!

La Ilustración también condujo al colonialismo, y al divorcio de la naturaleza y la cultura.

No en el origen. Diderot levantó la voz contra la esclavitud, y Rousseau criticó el consumo animal. Es a partir del siglo XIX que la razón rompe con lo universal y se convierte en un instrumento de cálculo al servicio del individuo y sus deseos, produciendo tres tragedias irreparables: Auschwitz, Hiroshima y las explotaciones intensivas. Las 'luces' que yo propongo son 'luces' después del hundimiento de las 'luces'.

"La brújula para escapar a la catástrofe es la aceptación de la vulnerabilidad y el rescate de lo que nos une al resto de vivientes"

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Explíquese un poco.

La brújula para escapar a la catástrofe, para encontrar sentido a la razón, es la aceptación de la vulnerabilidad y el rescate de lo que nos une al resto de vivientes.

Usted conoce la vulnerabilidad de primera mano.

Sufrí una depresión muy fuerte cuando tenía 20 años. A la mayoría la razón les sirve de máscara, pero en mi caso cayó. Sería otra persona si no hubiera pasado por esa enfermedad. Pese a todo, lo que pretendo transmitir no es la fragilidad sino la energía. El desafío hoy es promover una relación con el otro, con la naturaleza, en el trabajo, con los animales, que no sea de dominación. Es lo que yo llamo la 'consideración'. 

¿Eso cómo se hace?

Rebajando la dieta carnívora, sin olvidar el placer ni la autoestima. Hay que hacer la guerra a la guerra contra nosotros mismos. Es un proceso de transformación que, a menudo, sucede tras un shock. En mi caso, fue el conocimiento del sufrimiento animal. Pero eso no basta...

"Hay que hacer la guerra a la guerra contra nosotros mismos"

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¿Qué más?

Es necesaria una reforma económica estructural. Respaldar a los productores que, por ejemplo, se niegan a electrocutar a los animales por el ano. Poner en el centro de la política la cuestión animal. Desde las instituciones europeas deben repensar otra manera de habitar la Tierra en vez de apoyar el 'management' de las explotaciones intensivas que oprimen a trabajadores y animales.

La política decide lo justito.

Si muchos individuos dejan de comer carne, se acaba el negocio. La consideración, no la dominación, debe ser el criterio que oriente las actividades humanas. Yo propongo un movimiento revolucionario pacífico que ponga en cuestión muchas cosas, pero con respeto y gratitud hacia nuestro pasado en Occidente. A la gente que critica Occidente le digo: "Cierra el pico".

"La consideración, no la dominación, debe ser el criterio que oriente las actividades humanas"

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¿Así de tajante?

Nací en una granja de vacas lecheras y soy la primera de la familia que ha ido a la universidad. En medio de este caos catastrófico y desde el fondo de mi desespero por el sufrimiento animal y la falta de empatía humana, tengo la esperanza de ver la era de lo viviente, porque los jóvenes se interesan por la causa animal. Y yo trato de acompañarles.

Hace años que predica. ¿No le cansa?

Estoy en plena menopausia, pero creo que a los 55 años la vida comienza. He comprendido que puedo llevar una palabra que tiene el poder de la dulzura. No es manipulación ni dominación, sino irradiación.

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