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Vivir a toda velocidad

Esclavos de la ultraconexión del móvil

Caídas de Whatsapp como la del martes explican la dependencia extrema hacia el teléfono y porqué valoramos cada vez más la ‘calma tecnológica’

Esclavos de la ultraconexión del móvil.

Martes pasado por la mañana a la hora del segundo café. Cae Whatsapp, la aplicación de mensajería más utilizada en el mundo. Durante dos horas, no se pueden enviar y recibir mensajes. Es el caos para una parte de la población. El vacío. La angustia. La utopía digital nos prometió que operar con el móvil ‑-cuándo, dónde y cómo quisiéramos- nos haría realmente libres, pero lo paradójico es que la ultraconexión ha degenerado en esclavitud tecnológica. "Los jóvenes, y cada vez más los adultos, vivimos la conexión como un imperativo. Es como el catón. Cualquier fallo en las tecnologías provoca un caos en esta lógica productiva que hemos creado de estar a la última en todo, un colapso del sistema, un caos completo porque todo está demasiado apoyado en estas plataformas", explica el profesor del departamento de Sociología y Antropología de la Universitat de València Antonio Santos.

No es la primera vez que cae Whatsapp o algunas de las redes sociales, ni será la última, pero cada vez que ocurre se enciende una luz roja que nos advierte de que vamos a demasiada velocidad, como si fuésemos a descarrilar en cualquier momento. "El móvil es hoy la extensión absoluta a todos los ámbitos vitales. Y cuando falla (la conexión), se ve la intranquilidad, se rompen los ritmos, ya que las tecnologías han producido una intensificación de los tiempos, una velocidad y aceleración que nos obliga a ir deprisa", explica Santos. "Las empresas se han acostumbrado normalizar los picos de estrés como el ritmo normal de trabajo", apostilla.

Las caídas puntuales de Whatsapp y de las redes sociales producen "la ruptura de esa lógica de la premura, de obtener respuestas y resultados inmediatos, de ser un sujeto de primera porque de repente no comunicas y no eres productivo", explica el sociólogo. Sin ir más lejos, Whatsapp añadió la posibilidad de duplicar la velocidad de reproducción de los audios. "El objetivo es, claramente, aumentar el número de mensajes de voz, y por tanto el uso de esa red; es como luchar contra un monstruo", señalan los expertos.

El 51% de la población activa española confiesa que responde llamadas o whatsapps de trabajo en fines de semana o días de libranza, según el último informe InfoJobs-ESADE. Les gustaría no hacerlo, pero no pueden. Más datos. Otro 34% alega que el propio puesto de trabajo exige esa disponibilidad. "Convivir con el estrés es hoy una cualificación. Muchos viven en una sumisión absoluta, en un doble lenguaje de pregonar libertad pero luego nunca es el primero que se levanta para irse de la oficina", explica el sociólogo, que hace un símil con el cambio climático. "Esta revolución va tan deprisa que pensamos que ya no hay tiempo para actuar. Y las tecnologías corren tanto que ya no entendemos los efectos que produce. Siempre vamos a remolque. En este contexto de capitalismo extremo, el ser humano no tiene capacidad para detener estas debacles", añade. Ocurre en todos los ámbitos; con el ‘trabajólico’, que da órdenes por whatsapps en días libres o de vacaciones, o con el amigo que presume de apagar el teléfono cuando se va una semana de vacaciones a Menorca, pero luego no puede hacerlo.

Frente a este vasallaje, cada vez más personas influyentes pregonan los beneficios de vivir sin internet en el bolsillo. "Cada vez es un bien más valioso lo que llamamos ‘calma analógica’, es decir, la capacidad de poner freno y evitar la aceleración o alienación digital", explica el catedrático de Filosofía de la UV Agustín Domingo. "Es importante evitar la mitificación de lo digital. Las instituciones sociales, políticas y económicas deberían dejar de mitificar la digitalización y creer que con ello mejoran servicios. Más bien al contrario. Quienes tengan una persona detrás de un servicio generarán confianza, el resto embrutecerán o aborregarán la sociedad", añade el filósofo.

En este contexto, "quizá el nuevo principio filosófico del futuro esté relacionado con la capacidad para prescindir de los móviles: ‘Me desconecto, luego existo’", explica el filósofo, que distingue dos grandes actitudes ante el proceso de aceleración tecnológica: "Los apocalípticos y los integrados. Los primeros consideran que el móvil nos resta libertad y esclaviza, y los segundos indican que la libertad tiene que repensarse en cada época. Ante ambas posiciones, tenemos la del ciudadano responsable, alguien con capacidad de discernimiento para utilizar con criterio lo móviles. Pero eso es lo realmente difícil", afirma Domingo. Antonio Santos explica la trampa que nos hemos creado: "Está todo bien atado para que sea difícil oponerse. Hay represalias en el trabajo si no estás conectado. El mundo complicado y competitivo que hemos convertido muchas profesiones es una cárcel", apunta el sociólogo.

‘Fomo’: miedo a perderse algo

Escuchar la palabra "adicción" ligada a ese pequeño dispositivo que ya tiene un lugar fijo en nuestro bolsillo, junto a las llaves y la cartera, es algo cada vez más habitual. En España, el 21% de los adolescentes españoles es adicto a la red y el 35% de los adultos utiliza su móvil cada seis minutos. La psicología ya la trata como una patología con definición propia: nomofobia.

De los problemas de salud mental que provoca el mal uso del teléfono móvil sabe mucho la psicóloga Consuelo Tomás. «La adicción que aparece es a los contenidos a los que accedemos. Cada vez se está produciendo en más personas el síndrome de abstinencia. Hay gente que se siente irritada, nerviosa, por no poder seguir conectada al móvil», afirma la experta en psicología clínica. "Hay países donde los empresarios y los jefes no pueden enviar notificaciones a sus trabajadores fuera del horario de trabajo, porque eso limita la vida familiar", explica Tomás, que pone sobre la mesa el concepto de ‘fomo’, clave para entender toda esta locura de la ultraconexión. "Es el miedo a perderse lo que está pasando en las redes sociales o en los grupos de whatsapp, con todos los conflictos que eso conlleva", afirma.

"La nueva profesión del futuro -apunta el filósofo Agustín Domingo- será el endocrino digital: experto en aconsejar el tiempo justo que necesitamos para estar digitalmente sanos".

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