Iñaki Gabilondo lleva casi 60 años entregado al periodismo, primero en la radio y después en la televisión, a la que llegó para ser director de informativos de TVE y acabó, por una situación excepcional como fue el golpe de Estado del 23-F, delante de las cámaras para presentar el Telediario nocturno durante aquel mes en el que tembló España. El año pasado dijo adiós a la radio y ahora, unos días después de soplar las 80 velas, se despide definitivamente con un programa de Movistar Plus+ en el que se pregunta y pregunta '¿Qué (diablos) es España?'.

En 2021se despidió de la radio -una decisión dura, porque era su niña bonita- y ahora lo hace del mundo audiovisual. ¿Es esta la definitiva?

Definitiva del todo. Ya está. Ya se ha acabado. Cuando terminé con la radio, tenía pendientes algunas cosas con Movistar, pero esta semana he cumplido 80 años, lo que quiere decir que cierro en números redondos.

Carlos Boyero se ha retirado y con su marcha se acaba una época. Se dice incluso que la crítica de cine. ¿Su adiós puede simbolizar de alguna manera el fin del periodismo tal como lo conocíamos? 

No, que va. Carlos Boyero es un edificio singular. Y es verdad lo que dices respecto de la crítica y de él. Pero en el caso del periodismo, no, porque el periodismo somos muchísimos y para todos los gustos. No, conmigo no se acaba nada de nada.

"Hay una amenaza tremenda derivada de las ‘fake news’ y del periodismo convertido en basura y baratija"

El periodismo está en pleno proceso de cambio. ¿Hay esperanza de que perviva algo de ese periodismo al que representa?

Yo creo que sí. Afirmo que sí. Lo que pasa es que hay mucho más periodismo del que vemos. El mundo está lleno de grandes actividades periodísticas de mucha valía. Hay mucha gente joven, formatos nuevos, periodismo sin ánimo de lucro... Lo que no se puede pretender es observarlo desde una perspectiva pequeñita, con cuatro nombres y cuatro apellidos que representan mal la realidad... 

No obstante le acechan muchos peligros.

Hay una corriente internacional, una amenaza tremenda derivada de las ‘fake news’ y del periodismo convertido en basura y baratija, pero también una gran verdad de un periodismo que mucha gente hace con seriedad y calidad. Lo que ocurre es que la industria del periodismo está buscando caminos y aún no los ha encontrado. Hay ejemplos como ‘The New York Times’, pero, por el momento, no se han hallado las fórmulas que sustituyan los antiguos esquemas que sostenían el periodismo, y que están en crisis. En cambio y en crisis. Pero periodismo hay mucho y excelente.

La última pregunta que se hace da forma a su último programa: ‘¿Qué (diablos es España)’? Casi nada.

(Ríe). Me lo he preguntado muchas veces. Pero no referido a una cuestión que entre en la bronca política, sino que España es un país que está permanentemente en tensión; que vive muchos problemas históricos que no resuelve y que tiene una de las asignaturas pendientes que no afronta: la de su demasiada poca afición a buscar las vías de consenso. España es un país que, si no se le pusiera tanto la zancadilla, sería formidable. 

El espacio habla de lengua, de identidad, de todos los tópicos que se nos atribuyen…

Sí. Planteamos preguntas en una conversación con gente que no representa a nadie si no a sí misma. Es una conversación serena, en la que se va preguntando cosas como: ¿por qué tenemos tan dificultad de superar etapas del pasado? ¿Por qué el propio nombre del país es una dificultad? ¿Por qué no tenemos ni siquiera la posibilidad de construir una letra del himno sin liarnos a pedradas? ¿Por qué tenemos tantas dificultades para avanzar en materia educativa? Cosas de este estilo. No es para abrir con eso un gran debate de fondo, sino para conversar.

"Mi himno de España no pretende ser un sacrilegio ni una profanación ni una burla"

Su gran baza son las voces: variadas y con cosas que decir.

Me han faltado un par de mujeres, ya prácticamente comprometidas, pero que a última hora no han podido, y se ha roto el equilibrio que yo necesitaba. Son esas personas, pero podrían ser 8.000 otras diferentes. No representan a nadie. Un poco la metáfora del programa es por qué no peleamos menos y conversamos un poco más.

Acaba con una reflexión: en vez de pensar tanto en lo que somos, pongámonos a hacer.

Sí. Pensemos más en qué tenemos que hacer que en qué somos, qué éramos o desde cuándo somos.

¿Se arrepiente de algo que no ha hecho en su larga carrera?

Lamento, en un momento en que estaba claro que el Rey estaba metido en amistades peligrosas, no haber tenido la capacidad de haber apretado en esa dirección. Pero a lo largo de estos 50 o 60 años de vida profesional uno tiene tiempo de cometer muchos errores. No obstante, he sido honesto, he hecho las cosas lo mejor que he podido y me he entregado con toda mi seriedad. Y me gustaría haber sido de alguna utilidad. 

Su himno de España ha tenido más éxito que el de Marta Sánchez. ¿Es un legado divertido que nos deja?

(Ríe). No, no. Hablando con José Andrés dijimos que la cosa que más nos une es la gastronomía. Lo que pretendía con ese himno era demostrar que la gastronomía es un gran elemento común y que pocos otros tenemos. Pero mi himno no pretende ser un sacrilegio ni una profanación ni una burla ni nada de nada. Simplemente era una pequeña broma.