Educación sexual
Porno y adolescentes: escenas cada vez más violentas para saciar la adicción (y el aburrimiento)
Según un informe de Save the Children, al querer imitar lo visto, el 12,2% de los chicos y el 6,3% de las chicas lo hicieron sin el consentimiento explícito de su pareja y sin que a esta le hubiera parecido bien

El consumo de porno es cada vez más temprano y generalizado. / Shutterstock
Jordi Rovira
Si las series y las películas pueden distorsionar la realidad en lo que respecta al sexo, el consumo de porno, cada vez más temprano y generalizado gracias a internet y a los teléfonos móviles, está transformando las relaciones sentimentales y sexuales de los jóvenes españoles. Esa fue una de las conclusiones de la investigación 'Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales', elaborada tres años atrás por la red Jóvenes e Inclusión y la Universidad de las Islas Baleares. El estudio cifró en un 70% el porcentaje de jóvenes españoles que había visto porno por internet, mientras que situó a los 8 años la edad a la que empiezan a consumirlo, aunque su consumo se generaliza a los 14.
El problema no es el acceso masivo al porno, sino que este cosifica a la mujer y a menudo incluye violencia y prácticas de riesgo. "El porno tiene una influencia en la vida sexual (de jóvenes y no tan jóvenes), pero no me gusta dar una visión extrema o catastrofista. Los jóvenes son conscientes de que el porno 'mainstream' no representa la realidad del sexo, pero hacen una crítica parcial. Sí se ven influidos por tipos de cuerpos, prácticas a realizar o roles a asumir, pero también pueden hacer una lectura crítica. Un joven con una educación basada en el respeto, la empatía, la comunicación, la responsabilidad... lo tendrá presente también en sus relaciones”, asegura Arola Poch, psicóloga y sexóloga experta en educación sexual.
Recompensa cerebral
"Todo consumo sin control y sin criterio acarrea problemas. Es un tema peliagudo y no todos los profesionales de la salud sexual tenemos un consenso en esto", reconoce Nayara Mira, psicóloga y sexóloga. "Al igual que el cine, el porno no es el problema. El problema es cómo se utiliza. Por lo tanto, es necesario educar y hacer campañas de visibilización de realidades problemáticas que conlleva el consumo de pornografía sin control.
Ya hay estudios que afirman que el consumo sin control de pornografía crea adicción, porque se activan los mismos mecanismos de recompensa cerebral que con el sexo real. El neurotransmisor que aumenta ante la visión de pornografía es la dopamina. Y se aumenta también ante la anticipación de un estímulo de placer. Cuando el estímulo es siempre el mismo, ya no produce placer. Llegamos a un estado de aburrimiento", explica.
Dopamina y novedad
"La dopamina, para que se entienda de manera sencilla, es como si quisiera siempre vivir en la novedad. Quiere estímulos nuevos todo el rato. Es por ello que la persona adicta visualiza escenas cada vez más violentas o fuera de sus criterios y valores. Por eso se trabaja igual que con la adicción a las drogas", afirma.
"¿Qué tiene que ver esto con la pornografía? Todo. Porque si no hay profesionales de la salud sexual en las aulas, en los espacios académicos, donde los jóvenes puedan hacerse preguntas, exploren y curioseen su sexualidad de una manera veraz y de calidad y se les responda a todas sus dudas... ¿dónde van a acudir? A la ficción. A la pornografía", concluye Mira.
Sin consentimiento
En este sentido, apuntaba, en 2020, el informe '(Des)información sexual: pornografía y adolescencia' elaborado por Save the Children, que concluyó que la pornografía es el único recurso a la hora de aprender sobre sexualidad para el 30% de los adolescentes, mientras que casi la mitad de los encuestados echaba en falta más información sobre cuestiones afectivo-sexuales.
El estudio también reveló que poco más de la mitad (54%) de los adolescentes, sobre todo chicos, tomaba prestadas ideas del porno para después llevarlas a la práctica en sus experiencias sexuales. Lo preocupante, según advirtieron desde Save the Children, era que, al querer imitar lo visto, el 12,2% de los chicos y el 6,3% de las chicas lo hicieron sin el consentimiento explícito de su pareja y sin que a esta le hubiera parecido bien.
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