Día mundial contra la depresión

"Cuando mi hija se suicidó necesitaba hablar de ella, que me preguntaran, expresar lo que sentía"

Una madre relata cómo vivió el momento de después de la muerte por suicidio de su hija y cómo le ha ayudado asistir a grupos de ayuda mutua con otras personas que han pasado por lo mismo que ella

Los grupos de ayuda mutua son un espacio para hablar con otras personas que han vivido el suicidio de un ser querido.

Los grupos de ayuda mutua son un espacio para hablar con otras personas que han vivido el suicidio de un ser querido.

Araceli R. Arjona

"Un suicidio es un mazazo muy fuerte que te cambia la vida para siempre". Es el testimonio de una superviviente, así se denomina a las personas que viven la muerte por suicidio de un padre, un hijo o un hermano y deben afrontar el resto de sus días con ese vacío. Rosa perdió a su hija hace dos años y medio, en plena pandemia. Su muerte no fue motivada por un accidente de tráfico, un infarto o una larga enfermedad sino por una depresión profunda no diagnosticada por Salud Mental, "donde no hay profesionales suficientes para la cantidad de personas que se encuentran en esta situación", afirma convencida, que la hizo tirar la toalla cuando estaba en la flor de la vida. "Fue un golpe de dolor indescriptible", recuerda su madre, "durante meses, iba andando por la calle llorando, sin darme cuenta, completamente perdida, sintiéndome muy sola, incomprendida y sin saber muy bien con quién compartir esa pena tan grande".

Aunque hasta ese momento, sus amigos habían sido un pilar básico para ella, confiesa que el suicidio marcó un antes y un después en su relación con ciertas personas, que se fueron distanciando poco a poco, a pesar de repetirle muchas veces esa frase de "para lo que quieras, llámame", pero que no fueron capaces de gestionar el miedo a molestar, a preguntar lo indebido o a compartir con ella la angustia que sentía. "Cuando uno tiene alegrías, llama a los amigos para contárselas, pero cuando te sientes hundida, necesitas que te arropen sin que tú lo pidas porque no te sale llamar para decir lo mal que estás y cuando se trata de un suicidio, sabes que tampoco nadie te va a preguntar", explica, "el estigma te aísla aún más y lo complica todo". Para ella, la barrera no la pusieron sus amigos ("no estoy enfadada con ellos", comenta) sino la propia sociedad, "no nos han enseñado a hablar del suicidio", recalca, es un tema prohibido que obliga a quienes lo viven en primera persona a sufrir el duelo en silencio, sin el abrazo necesario de los días y meses posteriores ni el hombro que habitualmente sirve de apoyo ante la muerte en otras circunstancias de un ser querido.

"Cuando mi hija se suicidó, yo necesitaba hablar de ella, que me preguntaran, expresar lo que sentía, contar que era una niña sensible, pero no débil, siempre muy fuerte e independiente, abierta ante la vida, buena estudiante, con muchos amigos que también sufrieron el impacto y la culpa por su suicidio", asegura Rosa, "la culpa es la losa más grande, lo más difícil de superar porque sientes que tendrías que haberte dado cuenta, que quizás habrías podido hacer algo para evitarlo, que no la escuchaste lo suficiente..."

Dos años y medio después de que su hija se fuera, ese "irse" que a veces se utiliza como eufemismo para no decir cómo se fue, señala, sabe que "hay que expresar el dolor que sientes, echarlo fuera, para vivir el duelo y recuperarte". Por eso, ella y su marido acudieron a terapia y después, se incorporaron a dos grupos de ayuda mutua de Papageno. Perder a un hijo es algo antinatural, estamos programados para morir antes que ellos. "Hablar con alguien que ha pasado por la misma experiencia que tú es lo que más te ayuda porque es difícil que alguien que no lo haya vivido se ponga en tu lugar", afirma sincera, "a día de hoy, estoy entre la tristeza, que no se va, y el día a día, viendo que todo esto me ha hecho abrirme más y quedarme con lo esencial, ahora comprendo el sufrimiento de mucha gente y busco ejemplo en otras personas del grupo que me dan esperanza, en los grupos aprendes a expresarte y a escuchar, es así como vas curando la herida". Además, insiste en que "hay que trabajar urgentemente en la prevención, cada vez hay más casos, vemos que los profesores están pidiendo ayuda y hay que darles herramientas para conectar con los adolescentes, identificar los problemas que les llevan a quitarse la vida". Y todo eso pasa por lo mismo, que el suicidio no sea un tema prohibido.

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