Segunda Guerra Mundial

Las manos gallegas que ‘fabricaron’ para la Alemania nazi

Un libro rescata la historia de hombres que trabajaron voluntaria o forzosamente en el III Reich en el Muro Atlántico en Noruega o en el Transahariano de Argelia

Trabajador en una fábrica alemana en 1943.

Trabajador en una fábrica alemana en 1943. / Bundes Archive

Mar Mato

Más de 20 millones de europeos trabajaron para el III Reich en la Alemania nazi. El 80 por ciento del total lo hizo de forma forzosa. Fueron las víctimas olvidadas del nazismo; pero un porcentaje pequeño aunque considerable empaquetó su maleta y puso rumbo a Alemania para trabajar como voluntario. Tras años de investigación, el historiador Antonio Muñoz Sánchez apunta que 40.000 serían los españoles forzados que tuvieron que contribuir a la maquinaria del régimen de Hitler, a los que se sumarían 10.000 voluntarios entre los que incluso hubo gallegos y que escapando del paro y el hambre atravesaron media Europa en guerra soñando con un presente mejor.

Los datos y algunos historias de estos gallegos se recogen en el libro del Consejo de la Cultura Gallega 'Entre o terceiro Reich e os aliados. Galicia e a Segunda Guerra Mundial' que cuenta como editor con Luis Domínguez Castro.

Este en el prólogo señala que “los forzados, cuando se liberaron de esa situación, no tenían patria a la que volver, a diferencia de los voluntarios venidos desde España, que incluso les pudieron devolver dinero a sus familias. Esta emigración asistida envió remesas que no fueron pagadas por los alemanes, sino por el Banco de España para saldar la deuda contraída por el bando franquista. A diferencia de la salida de los soldados de la División Azul, esta salida apenas resonó en el espacio público. Las expediciones gallegas partieron de Vigo en diciembre de 1941 y septiembre de 1942, en su mayoría para trabajar en IG Farben”, un complejo químico alemán.

En el año 2002, José Luis Rodríguez ya había empezado a investigar sobre este asunto en su libro 'Los esclavos españoles de Hitler', del que se hizo eco Faro de Vigo, del grupo Prensa Ibérica. Ahora, con la aportación del Consejo de la Cultura Gallega se amplían los datos e incluso podemos conocer algunos detalles de las historias personales de gallegos que trabajaron en la Alemania nazi, la Francia ocupada o incluso en Argelia construyendo el Transahariano, en pleno desierto.

Más de 2.000 españoles, con algunas decenas de gallegos, participaron en los trabajos del ferrocarril entre Dakar y Argel. El socialista Victoriano Barroso Fernández, de Ferrol, “trató de escapar dos veces de las obras del tren y acabó siendo condenado a muerte, luego conmutado por cadena perpetua”, recoge Antonio Muñoz.

Otros gallegos como los vigueses Fernando Salgado y Manuel Miguélez trabajaron en las obras del Muro Atlántico (fortificaciones y búnkeres de Francia a Noruega en la costa atlántica bajo orden nazi) en territorio noruego; y el cangués José Martínez Rodal en Bielosurrusia donde en 1944 fue capturado por los partisanos y ejecutado.

Pero también hubo gallegos que se dirigieron a Alemania para trabajar en el marco de acuerdos bilaterales. Marchaban con la promesa de disfrutar de los mismos derechos y ventajas sociales que los obreros alemanes, aunque en muchas ocasiones la realidad no fue así.

Delegaciones alemanas visitaron España para el ‘reclutamiento’ principalmente para el sector de la construcción, seguido de la minería y la metalúrgica. Faro de Vigo publicó varios anuncios de que se buscaba mano de obra para Alemania así como la noticia de la marcha de los empleados en tren desde Vigo a Germania en dos convoyes, uno con 288 productores, otro con 468. Fue entre 1941 y 1942.

En Hendaya, algunos fueron rechazados por no tener los papeles en regla o no pasar el examen médico. Fueron no menos de 750 pioneros de la emigración gallega a Europa, la inmensa mayoría naturales de Vigo y su comarca, con especial peso de Lavadores y Teis. Además, eran muy jóvenes: más de la tercera parte no había soplado las 20 velas en la tarta de cumpleaños.

Había albañiles, carpinteros, hormigoneros, canteros.... Cuenta el libro que un grupo de chavales de Lavadores falsificó la autorización paterna para viajar juntos.

Con IG Farben, el acuerdo era trabajar como peones de obra seis días a la semana por un salario de 0,62 marcos la hora. Tras el primer año, podrían marchar o seguir trabajando otro más.

Otro grupo fue destinado a Heydebreck donde se construía una planta industrial para producir carburante sintético a partir del lignito. Allí, trabajaban al aire libre junto a prisioneros de guerra y judíos muchos grados bajo cero sin buen abrigo, diez horas al día.

Engañados

En la BASF de Ludwigshafen, los gallegos y restantes españoles estaban disgustados. Se sentían engañados por no estar igualados en todo a los alemanes, al tener peores tareas y salario. Además, les parecía abusivo que les descontasen hasta un 25% de la nómina por viaje, ropa, comida o habitación.

Algunos como los vigueses Carlos Nogueira Blanco y Antonio Fernández Souza se encabritaron tanto que los enviaron dos meses a un campo de las SS para su “reeducación”.

Los gallegos contratados en Alemania, enviaban giros mensuales de 250 a 500 pesetas de media a sus familiares en Galicia. Incluso se tomaban dos semanas de vacaciones para visitar a su familia aquí y, de paso, volver a suelo germano con las maletas cargadas de café, tabaco y licor donde estaban racionados para venderlos allí en el mercado negro.

Evaristo Manso, de Xinzo da Limia, fue enviado a prisión en 1943 por intentar vender a un dentista un kilo de café por 400 marcos.

En la recta final de la guerra, algunos murieron en bombardeos, otros asesinados por la Resistencia francesa al intentar regresar a Galicia y otros pasaron parte de Francia y la frontera de Irún a pie como supervivientes.

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