Sanidad

Un gorro frío contra la caída del pelo por la ‘quimio’

“Lo principal es curarse, pero la cuestión emocional importa; es positivo para la autoestima del paciente y la familia”

Manuela, una de las pacientes que utiliza el gorro frío en su sesión de quimioterapia, junto a un enfermero.

Manuela, una de las pacientes que utiliza el gorro frío en su sesión de quimioterapia, junto a un enfermero. / Fernando Casanova

Javier Fraiz

Manuela, de 55 años, sufre cáncer por segunda vez. Le restaban otras seis sesiones de quimioterapia después de la del pasado jueves. En el hospital de día del servicio de Oncología de Ourense, dos pacientes cada día pueden utilizar simultáneamente un gorro frío que intenta evitar la caída del cabello, una de las preocupaciones añadidas para algunos de los enfermos oncológicos, además de la principal: curarse.

“Desde la primera sesión hace cuatro años [cuando se estaba tratando por su primer tumor], no me cayó nada de pelo. En mi caso es efectivo al 100%”, dice esta mujer. “Hay quien a lo mejor no soporta la temperatura, porque cuando te colocan el gorro la primera sensación es de mucho frío. Se te congela el pelo, queda como escarchado. Pero te acabas acostumbrando. Ya ves, yo estoy totalmente relajada”, explica durante su sesión.

Entre 50 y 70 pacientes oncológicos reciben quimioterapia cada jornada en el hospital de Ourense. El CHUO fue pionero en el sistema público gallego en el empleo del gorro frío que evita o palía la alopecia, según los casos. La técnica se implantó hace cuatro años y se ha seguido utilizando durante la pandemia. La máquina disponible solo permite simultanear dos tratamientos en cada turno. Las pacientes que utilizan este sistema –la gran mayoría son mujeres, pero también hay algún varón– deben permanecer más tiempo en el hospital: desde una media hora antes del inicio de la sesión hasta –dependiendo del caso– hora y media después de que haya finalizado la administración del fármaco.

El sistema se ofrece sobre todo a “pacientes con un tratamiento previsible acortado en el tiempo”, introduce Jesús García Mata, jefe de servicio de Oncología en el CHUO. “Seleccionamos a personas en las que podamos maximizar su utilidad”, añade. El gorro cubre la cabeza y refrigera el cuero cabelludo, a unos cuatro grados de temperatura, durante la administración de la quimioterapia.

“Da un 65 o 70% de probabilidades de que no se caiga, o que lo haga poco”

“En el interior del casco fluye un líquido conectado a una máquina que, mediante un circuito cerrado, mantiene continuamente refrigerado el cuero cabelludo”. García Mata aclara que el empleo de este sistema durante el tratamiento químico no garantiza la preservación del pelo, pero sí eleva de manera destacada las opciones de conservarlo. “Hay un 65 o 70% de probabilidades de que no se caiga o de que lo haga poco, manteniéndose la estética”, dice Mata.

“Además de por mí, el motivo que me llevó a intentar evitar la caída del pelo era que unos tíos no se enteraran de la enfermedad, porque habían perdido a dos hijas por lo mismo”, comparte Manuela.

Es positivo para la autoestima de los pacientes, y también para su familia. Sobre todo en los casos de chicas que tienen hijos pequeños, y quieren evitar el trauma de golpe de que los niños vean a su mamá sin pelo. A veces es tan importante que no se caiga el cabello como que no lo haga en las primeras sesiones, aunque sí más adelante, cuando ya existe una adaptación”, expone la enfermera Adela Mera, que atesora siete años de experiencia en el hospital oncológico de día, que se suman a una trayectoria previa en la planta del servicio, así como en Hematología.

“El objetivo del tratamiento no solo es curar a las pacientes ni que vivan más tiempo, sino también que se sientan bien"

“El objetivo del tratamiento no solo es curar a las pacientes ni que vivan más tiempo, sino también que se sientan bien, y en esta parte es donde entra el objetivo del sistema para prevenir la alopecia”, expone García Mata. “Cuando tienes cáncer, tu primera preocupación es sobrevivir. Cuando te dicen que te vas a curar, piensas en qué secuelas te pueden quedar y en las probabilidades de hacer una vida plena cuando acabe el proceso. Durante el tratamiento, la preocupación es ‘¿cómo lo voy a llevar?’ Todo lo que se haga para que los pacientes lo afronten bien siempre será poco. Aunque a veces no exista un efecto secundario físico, porque contamos con los conocimientos y las habilidades técnicas para evitarlos o minimizarlos, el impacto emocional siempre está ahí”, reflexiona el oncólogo.

“Lo principal es curarse pero la cuestión emocional importa. Nosotras insistimos mucho a estas pacientes con que no se obsesionen con el pelo, porque volverá”, indica la enfermera Adela Mera.

“Las pacientes que usan el gorro frío nos refieren que, como no se les cae el pelo, la gente no pregunta, y su proceso queda más en la intimidad. Desde un punto de vista psicológico, este sistema es muy positivo. Poder mantener el cabello genera una mayor confianza, refuerza la autoestima”, señala Pilar Olga Álvarez, una enfermera que acumula 35 años de experiencia en el hospital de día, en el que ha trabajado durante la mayor parte de su carrera, que está a punto de finalizar para dar paso a la jubilación.

“La empatía, la humanidad y la dedicación” –enumera esta profesional– son cualidades imprescindibles para ejercer en una especialidad que es dura. “Hace falta mucha empatía, paciencia y no perder la calma en los momentos agudos, dando siempre apoyo y estando disponible en todo momento”, opina su compañera Mera.

Entre las 50 y 70 personas, según la jornada, que reciben el tratamiento farmacológico en vena –el hospital de día de Oncología en Ourense atiende desde las 8 de la mañana a las 17 horas de la tarde–, no existe un perfil, porque el cáncer es una enfermedad transversal. “Tenemos desde jóvenes de veintipocos años a mayores con más de ochenta”, dice Mera.

“Con el paciente de quimioterapia es fundamental ser cercanos y cariñosos porque, sobre todo las primeras veces, vienen muy asustados”, admite esta sanitaria. “Un refuerzo psicológico no vendría mal, porque hay situaciones muy difíciles”, coincide la enfermera Pilar Álvarez.

Después de 3 años de pandemia, aún no se permite entrar a un acompañante con los pacientes de ‘quimio’

Tres años después del inicio de la pandemia, todavía se mantiene la restricción que impide a los pacientes oncológicos contar con un acompañante a su lado durante la administración de la quimioterapia, que puede prolongarse desde 30 minutos a varias horas, según el tratamiento. La atención de las enfermeras alivia esa sensación de soledad. “Llegas aquí y es otro mundo: el trato, la simpatía, están pendientes de cada uno de nosotros... Nos tratan como si fuéramos únicos”, valora Manuela.

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“Si me preguntaras en qué parte de la atención oncológica hay que avanzar más es en el apoyo psicosocial y psicoemocional de los pacientes”, destaca Jesús García Mata, jefe de servicio de Oncología en el CHUO. “La preocupación era que no bajen las defensas, y además que el paciente no vomite, o que el tratamiento dure lo menos posible. Todo eso lo hemos ido consiguiendo, hemos rellenado esas casillas. Una de las que nos quedan por cubrir de una manera óptima es el apoyo psicosocial; todavía queda por avanzar. Desde el año pasado tenemos a una psicóloga que pasa consulta algún día a la semana, antes no, era a demanda, vamos mejorando”, completa.

“A priori, todos los pacientes necesitan apoyo, como norma. Afortunadamente, la mayoría cuenta con apoyo familiar y social, y algunos con una fortaleza personal que hace que lleven bien el proceso, pero muchos necesitan apoyo, y es necesario dárselo”, añade el oncólogo jefe del CHUO.

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