Sanidad

Fertilidad y cáncer: te puedes quedar estéril, pero no te informan de las opciones para ser madre

Solo al 22% de los enfermos les advierten sobre los posibles efectos del tratamiento relacionados con la sexualidad, según un informe de la Fundación Josep Carreras | “Después del cáncer quieres recuperar tu vida y tener las mismas oportunidades que tienen el resto de personas, incluso la de formar una familia”, explica Ana Belén Ramón, exafectada de linfoma

Ana Belén Rueda, expaciente de cáncer, junto a su hija.

Ana Belén Rueda, expaciente de cáncer, junto a su hija. / Germán Caballero

Marta Alberca / Nacho García

Te vas a curar y eso es lo que importa”. Es quizás una de las frases que a todo paciente de cáncer le gustaría escuchar cuando le detectan la enfermedad. Pero cuando pasa la tormenta y el estado de urgencia, asaltan otras dudas y prioridades. Una de ellas es, por ejemplo, la posibilidad de tener hijos. El cáncer y la fertilidad siempre se han visto como dos elementos antagónicos, sin embargo, esto no siempre es así. No todos los tratamientos tienen efectos negativos en la capacidad de reproducción.

El problema es que no hay mucha información sobre ello. Esta es, al menos, una de las conclusiones que se extraen del 'Informe Jóvenes y Leucemia, más allá de la vida', elaborado por la Fundación Josep Carreras, en el que se indica que solo al 22% de los pacientes le advirtieron sobre posibles efectos del tratamiento relacionados con la sexualidad. Quizás, esta no es la cifra más llamativa si la comparamos con que al 78% le hubiese gustado recibir información adecuada sobre este tema.

Actualmente, en la mayoría de los hospitales y si la situación lo permite, poco después del diagnóstico, el hematólogo u oncólogo probablemente planteará al paciente esta situación. A pesar de ello, muchos pacientes afirman no haber sido advertidos o no adecuadamente. “Una cosa es poder o no tener hijos, y la otra es si te informan o no de ello. Como persona y como paciente, tus derechos son tener los datos adecuados, da igual si tienes 18 años o 31”, explica a El Periódico de España, del grupo Prensa Ibérica, Alexandra Carpentier, responsable del programa de Experiencia del Paciente de la Fundación Josep Carreras. 

Ana Belén Rueda, expaciente de cáncer, junto a su hija Belén.

Ana Belén Rueda, expaciente de cáncer, junto a su hija Belén. / Germán Caballero

Es lo que le ocurrió a Ana Belén Ramón. A sus 22 años le diagnosticaron un Linfoma de Hodgkin. En ese momento no le plantearon la posibilidad de que se sometiera a ningún tipo de técnica de preservación, “es algo que te arrebatan y que es irreversible, una vez que han tomado esa decisión por ti no hay marcha atrás”, explica en una entrevista con EPE. Entonces, por su edad, no se planteaba ser madre, pero si era algo que tenía claro de cara a futuro. 

La enfermedad pasó y comenzó a someterse a diferentes tratamientos (de manera privada) para poder quedarse embarazada pero no fue posible. “El proceso se convierte en una búsqueda incansable, con mucho desgaste emocional y económico”. En mitad de este procedimiento, la enfermedad volvió sin previo aviso. 11 años después le detectaron un Linfoma no Hodgkin. Con 33 años la situación era diferente, “fue muy duro tener una recaída, además me sentía culpable y llegué a pensar que por los tratamiento hormonales volvía a estar enferma”. 

Ana Belén pasó años entre ciclos de quimioterapia y hospitales hasta que se sometió a un trasplante de médula. A pesar de todo el desgaste emocional y todo lo que supone vivir una recaída, ella seguía teniendo claro que quería ser madre: “Tienes una sensación de duelo, pero que es invisible, porque estás perdiendo algo que nunca has tenido, pero que sabes que no vas a tener”. Pasados cinco años en remisión completa decidió volver a intentarlo. Con ilusión, pero sobre todo con mucha fuerza, el apoyo de su familia y ayuda psicológica comenzó la búsqueda. A diferencia de las anteriores ocasiones, se quedó embarazada. “He conseguido ser madre porque me informé por mi cuenta y de manera privada. Si en aquel momento hubiera existido un protocolo me habría ahorrado muchos tratamientos, sufrimiento, dinero y preocupaciones”, añade. 

Falta de protocolos

Todavía no en todos los hospitales existe un protocolo para explicar al paciente recién diagnosticado las posibilidades de infertilidad y las futuras técnicas con las que podrá contar en caso de que esto ocurra. “El tema de la sexualidad y el cáncer es muy tabú todavía. Un paciente joven está en vida sexual activa y hay muchas cosas de las que no se informa por mero pudor”, explica Carpentier. Por eso desde la Fundación Josep Carreras reclaman una visión integral del paciente: “Es como si lo clínico eclipsara todo y, al final, la enfermedad impacta en muchas esferas de su vida, que van más allá”.

Uno de los centros pioneros en el protocolo a aplicar es el Hospital Niño Jesús de Madrid, uno de los pocos que cuenta con una Unidad Hematología y Oncología pediátricas y del adolescente, donde llevan a jóvenes de 12 años en adelante. “Tenemos muy en cuenta el riesgo de infertilidad porque es algo que condiciona mucho la calidad de vida de los pacientes a medio y a largo plazo”, señala en El Periódico de España, Maitane Andion, jefa de este servicio. 

Según el estudio mencionado, el 42% de los encuestados no se sometió a ninguna de estas técnicas de preservación porque no tenía tiempo (tenía que empezar el tratamiento cuando antes), el 34% porque cuando se enteró ya era demasiado tarde, el 19% porque era algo que no le importaba en ese momento y solo el 6% porque no quiso. “Son edades en las que no te planteas estas cosas, pero es muy importante que dispongan de la información porque comprenden mejor la enfermedad y se sienten muy involucrados”, explica la especialista. 

Otra de las ventajas es que de cierta manera estás mirando al futuro en una situación en la que se teme que no lo haya: “Estamos dando expectativas de curación para que se planteen cómo va a ser su vida 20 años después”. Ahí es donde entra un juego un factor muy importante: mejorar la calidad de vida de los pacientes. “Después del cáncer quieres recuperar tu vida y tener las mismas oportunidades que tienen el resto de personas, incluso la de formar una familia. Es el derecho a la información, no al de ser madre o padre”, explica Ana Belén. 

Técnicas de preservación

¿Cuál es el procedimiento para preservar la fertilidad? Actualmente, existen diferentes técnicas. En el caso de los hombres, a menudo, se puede conseguir preservar la fertilidad mediante la congelación de esperma antes de comenzar el tratamiento. La criopreservación junto a la de tejido testicular son las alternativas para conservar el potencial reproductivo en varones que sufren tratamientos potencialmente esterilizantes. Esta opción debe ofrecerse a un varón antes de comenzar la terapia oncológica, independientemente de la calidad inicial del semen. 

“Lo solemos comentar en la segunda consulta, ya que en la primera con el impacto psicológico que genera conocer que tienen la enfermedad no lo consideramos apropiado. Si aceptan, se hace un estudio de serología para descartar infecciones, se recoge la muestra de semen y se congela en el banco de esperma del Hospital Ramón y Cajal”, señala la especialista. 

En el caso de las mujeres el proceso es mucho más complejo. De hecho, según el estudio, del 26% de los encuestados que se sometió a estos tratamientos solo un 10% lo eran. “La diferencia es una cuestión de tiempo, ya que es mucho más rápido congelar esperma, pero en el caso de los óvulos es un proceso que lleva días, incluso semanas”, añade Carpentier. 

Hay dos procesos a seguir que se diferencian en dos grupos. Por un lado, a las chicas que ya han tenido su primera regla se les ofrece la opción de vitrificación de ovocitos (también conocida como congelación de óvulos). Una técnica que consiste en un tratamiento hormonal durante unos días para que, en un tiempo medio de 10 a 14, poder hacer una aspiración de los ovocitos. 

En los casos de las pacientes que no han tenido la primera regla o que tienen que empezar el tratamiento de manera inmediata, existe otra opción que consiste en la congelación de una parte de la corteza ovárica. En este caso, no se congelan ovocitos, sino que a través de una intervención quirúrjica de bajo riesgo (como una laparoscopia), se reseca un trozo de corteza ovárica para congelar. La ventaja es que se puede aplicar en niñas menores de 12 años. Además, una vez que se hace la intervención se puede aplicar el tratamiento de manera inmediata”, explica la oncóloga. 

Ana Belén Rueda, expaciente de cáncer, junto a su hija Belén.

Ana Belén Rueda, expaciente de cáncer, junto a su hija Belén. / Germán Caballero

“Cuando vemos a las pacientes años después, se alegran de haber sido madres. Lo importante ya no es que se curen, sino que además tengan calidad de vida”, añade. Por eso tanto los profesionales como los afectados insisten en que existan los protocolos de información y se abra la puerta a la esperanza. “Si algo que se pueda hacer para que yo tenga las mismas oportunidades que el resto a la hora de elegir cómo quiero vivir, quiero tener ese derecho”, dice Ana Belén. Ahora ella disfruta de Belén, su hija que recientemente ha cumplido tres años: "Después de todo siento que la vida me ha recompensado con algo tan bonito como dar otra vida".