Entrevista

Miguel Lorente: "Hace 20 años, la violencia machista no era un problema social, sino un conflicto de pareja"

El exdelegado del Gobierno contra la violencia de género considera imprescindible desplegar recursos para la prevención y la detección de las agresiones en el ámbito sanitario

Miguel Lorente, médico forense y exdelegado del Gobierno contra la violencia de género

Miguel Lorente, médico forense y exdelegado del Gobierno contra la violencia de género / E. P.

Olga Pereda

Médico forense y profesor de Medicina legal en la Universidad de Granada, Miguel Lorente fue el segundo delegado del Gobierno contra la violencia machista después de Encarnación Orozco. Estuvo en el cargo entre 2008 (cuando fue nombrada la primera ministra de Igualdad, Bibiana Aído) y 2011. El autor de ‘Tú haz la comida, que yo cuelgo los cuadros’ y ‘La refundación del machismo’ es una de las voces más autorizadas para hablar del derrumbe (o no) de los patrones patriarcales a raíz de la entrada en vigor de la ley contra la violencia de género, hace ahora 20 años.

¿Cómo recuerda la aprobación de la ley contra la violencia de género de 2004?

Con alegría por todo el proceso social e institucional. Estos 20 años dicen mucho de lo que supuso la norma ante un problema que todavía está presente. El texto es un instrumento idóneo para abordar la violencia. Funciona, pero necesita ayudas y recursos. Hace falta adaptarlo a las nuevas realidades porque, en los problemas sociales, la realidad no es cómo empieza algo sino cómo va evolucionando.

¿Qué le falta a la ley para que ninguna mujer muera a manos de su pareja?

Hay dos tipos de carencias. Primero están las internas, que son recursos que no se han desarrollado lo suficiente en temas judiciales, policiales y sociales. Han aumentado las denuncias, que han pasado de 126.300 en 2007 a 199.282 en 2023. Tenemos la necesidad de responder institucionalmente ante todos esos casos. Necesitamos que los recursos crezcan para adaptarse a esa realidad. Después, están las carencias externas porque no se ha desarrollado suficiente, o casi nada, todo lo que tiene que ver con la prevención a través de la educación, la concienciación y la detección. Es decir, la ley, en estos primeros 20 años, se ha centrado en la respuesta ante la situaciones más graves, pero no se han movilizado los mismos recursos para cubrir las necesidades de prevención y detección.

¿Esa detección está fallando en el sistema sanitario?

No hablo tanto de fallo sino de ausencia. No tenemos un sistema de detección proactiva, sino solo ante casos muy evidentes. La medicina, sin embargo, tiene que saber diagnosticar la violencia sin necesidad de que la mujer se lo diga. En otros casos, el profesional detecta la violencia y se limita a denunciarla, que es lo que no quiere hacer la mujer. Hay que asistir, apoyar y recuperar a la mujer para facilitar que denuncie más adelante.

¿Cómo era la situación de las víctimas antes de la ley?

Hoy hay gente que piensa que las denuncias son falsas y que las mujeres quieren quedarse con la casa, los hijos y la paga, así que imagínate cómo era hace 20 años. En aquella época, las denuncias no pasaban de las 50.000 o 60.000. Se entendía que era violencia doméstica y que se producía en el conexto de la conviviencia. No era un problema social ni cultural sino un conflicto entre un hombre y una mujer bajo el mismo techo. Además, se percibía con simetría, el hombre podía maltratar y la mujer también. Había una falta de reconocimiento que cercenaba la credibilidad de las mujeres. Denunciar era muy complicado, tenían todo en contra. La ley incrementó la credibilidad de las mujeres y dio a conocer una realidad social y cultural. Se ha ido rompiendo, aunque no del todo, una violencia estructural que habíamos normalizado. La norma dio a conocer una realidad y puso en bandeja un posicionamiento crítico frente a la violencia como control y dominio. En la UE, un 20% de mujeres sufren violencia física, y un 40%, psicológica. Eso no es una invención, forma parte de la realidad. Y esa transformación social fue muy importante.

¿Qué se puede hacer para combatir el negacionismo?

La violencia es una forma de controlar a la mujer y los negacionistas necesitan negar una realidad para no enfrentarse a ella. Para ese sector de la población, el modelo social es aquel en el que la mujer tiene una posición secundaria. Cuando alguien critica eso, ellos necesitan negar esa violencia para reafirmar su modelo de convivencia y relación. El negacionismo es coherente con un modelo injusto y falaz. El machismo se construye la mentira de que el hombre es superior. El machismo solo se sustenta con mentiras.

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