Política memorialista
Memoria democrática: historias genéticas a contrarreloj en un laboratorio de Zaragoza
Citogen es el laboratorio aragonés encargado del estudio de los restos arqueológicos de víctimas de la guerra civil y de la represión franquista
Técnicas avanzadas, estudio del pasado y soluciones para el futuro se juntan en unas investigaciones que pelean contra las pésimas condiciones de conservación y el inquebrantable paso del tiempo
Sergio H. Valgañón
Recorrer estos pasillos es andar por una consulta médica, como la de un dentista. Pero detrás de muchas de sus puertas, a las que solo se puede acceder correctamente equipado, se esconden decenas de historias truncadas por la guerra civil y la represión franquista. En el Camino del Pilón, en Zaragoza, dividido en un edificio de oficinas y otro de laboratorios, se encuentra Citogen, la empresa encargada de analizar cientos de restos arqueológicos con una misión: participar en el proceso de justicia y reparación que se impulsa desde las políticas de memoria democrática.
Desde Citogen insisten en una cosa: no hacen política. Participan de un proceso que se explica rápido, pero es lento: recibir restos, estudiarlos, analizarlos con la tecnología más punta del mercado y comprobar "si hace match", en un lenguaje calcado al de las aplicaciones de citas, con algunos de los perfiles genéticos registrados. "Si pita" hay buenas noticias: un asesinado hace cien años está un paso más cerca de su familia.
La visita la dirige Isabel Navarro, directora técnica de Citogen. Está al frente de un equipo que componen más de una decena de personas, compuesto fundamentalmente por biólogos y técnicos de laboratorio.
Ellos se mueven con soltura entre cajas llegadas de Aragón, Comunidad Valenciana, Castilla y León o enviadas por "asociaciones memorialistas que trabajan por toda España". En su interior, huesos largos (húmero o fémur) y dientes de los que extraer el ADN para la investigación.
"En los huesos hay poco ADN, por el tiempo que ha pasado, pero hacer varias pruebas de una sola muestra es complicado", dice Navarro, que explica con soltura los procesos de identificación. Cómo el cromosoma Y puede establecer el linaje masculino en una familia, "si la cadena de varones no se ha roto", es decir, que si generación tras generación siempre ha nacido un hombre. O cómo el ADN mitocondrial, trasmitido por las madres, hace lo mismo con el sexo femenino: "Si hay línea femenina, podemos estudiar el linaje".
Navarro explica que los avances tecnológicos han permitido "saber más de las secuencias genéticas". "Es algo superimportante", asegura, porque "esa información extra nos permite diferenciar mucho más".
La reconstrucción del linaje, esa identificación por familias, es lo que permite "emparejar" restos analizados con personas que han dejado sus datos. Pero encontrar exactamente a la persona que se busca siempre es una tarea complicada. "Por el linaje, se puede saber que esa persona es familiar, pero exactamente es algo muy difícil", detalla Navarro. En ese apartado interviene la historia y la memoria colectiva. "Pasa en zonas rurales pequeñas, donde es más fácil", asegura la investigadora genética, que cuenta en su hemeroteca personal con casos en los que "muchos vecinos del pueblo saben a quién se llevaron y dónde los mataron". Son casos "muy concretos" que han permitido hacer mejores identificaciones.
El proceso duraría "solo quince días si pudiéramos tener a dos personas centradas en analizar un solo resto". El mismo día en el que se elaboró este reportaje llegó desde otra comunidad autónoma una caja con 500 restos. "Trabajamos por prioridades, según nos dicen", remata Navarro. Los análisis resultantes tienen un informe a la institución correspondiente y dos destinos: engrosar las bases de datos o enlazarlos a una familia o asociación que podrá enterrar, décadas después, a su antepasado.
Avance tecnológico
Reunir los restos de los represaliados con sus familiares del siglo XXI es todo un reto para los laboratorios como Citogen, que al menos cuentan con el avance de la tecnología para compensar las fuerzas. "El ADN es estable, pero por naturaleza cuanto más antiguo es, más complicado se vuelve extraerlo de los restos", resume Navarro, que sí ha notado que en "trabajos sobre procesos históricos" la conservación juega un papel fundamental: "Hemos hecho investigaciones con restos del siglo XVII que, por su conservación, hemos podido sacar el perfil". Contrapone, además, ejemplos de otros laboratorios con cuerpos de la Segunda Guerra Mundial que cayeron en el agua, "donde es casi imposible extraer", o de antiguas civilizaciones, enterradas en hielo y con el ADN casi intacto.
Pero en el caso español, en el que muchos restos se rescatan de fosas comunes y cunetas, "la conservación se vuelve esencial".
El tiempo, ese enemigo que va siempre a la contra, también cuenta. "Nos pasa para encontrar los cotejos", explica la directora de Citogen, que certifica que "cuantas más generaciones pasan, menos ADN en común se tiene con ese posible ancestro".
Y el paso de los años no afecta solo a la situación de los huesos, sino también a las personas vivas que ansían recuperar los restos familiares. "Los hijos ya son poco frecuentes", lamenta Navarro, que asegura haber vivido "situaciones dramáticas", con "ancianos de más de 90 años que han muerto mientras el laboratorio llevaba a cabo el proceso de investigación".
Pese a que las manecillas del reloj no se pueden detener, Navarro encuentra un mensaje de esperanza para aquellos familiares que quieren despedirse de abuelos, bisabuelos y ancestros. "La tecnología avanza", cuenta la investigadora de Citogen, que asegura que "con los avances que tenemos ahora se pueden sacar muchos más datos". Como muestra, los análisis más complejos permiten unir restos con personas con una diferencia de hasta cinco grados de parentesco.
Parece que la alegría, en los asuntos memorialistas, no puede ser plena. "Son técnicas muy caras, pero que se están utilizando con buenos resultados en reconstrucciones históricas", certifica Navarro, que ya ha podido experimentar y lograr resultados en otros trabajos. "El tiempo juega en nuestra contra, pero la tecnología avanza y siempre nos va a ayudar", concluye la directora de Citogen, consciente de formar parte de una carrera con dos carriles, el del tiempo y el de la tecnología, pero con un único destino: la reconstrucción de la memoria democrática y la justicia con las víctimas.
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