Entrevista
David Bueno, experto en neuroeducación: "Hay padres que quieren más matemáticas en vez de teatro. Es un error"
El doctor en Biología y profesor de la UB invita a la escuela a valorar las artes porque contribuyen a que los adolescentes tengan cerebros "abiertos, flexibles y adaptables"

El profesor universitario David Bueno, en Barcelona. / Alejandro García / Efe
Olga Pereda
Doctor en Biología y especialista en neuroeducación, el profesor universitario David Bueno pide a los colegios e institutos que no arrinconen las artes como si fueran las hermanas pobres de la educación. La plástica, la música, la poesía, el teatro y la filosofía no son ni una pérdida de tiempo ni un divertimento prescindible. Son, al igual que las ciencias, una herramienta fundamental para el cerebro de los niños y los adolescentes. El autor de ‘El cerebro del adolescente’ defiende la unión de ambos campos del saber en su último libro, 'El arte de ser humanos' (Destino) -'L’art de ser humans', en Grup 62-, con el que acaba de conquistar el premio Josep Pla.
En el sistema educativo, las artes son un simple complemento y se llaman, despectivamente, asignaturas ‘maría’. ¿Por qué?
Corresponde a la visión de que la educación tiene que servir para formar a profesionales competentes y competitivos. Claro que tiene que servir para eso, pero para más cosas. La educación pública y universal debe tener como función formar personas críticas, reflexivas y empoderadas. Eso solo se consigue si trabajamos el cerebro de forma global, no sectorial. Si solo estudias ciencias te pierdes toda la plasticidad que te brindan el resto de actividades. Si solo estudias artes, te pierdes lo que te da la ciencia. No propongo que todo en la escuela sean artes, sino valorarlas como un activo muy importante. Tenemos que enseñar matemáticas y lengua, pero también hay que valorar las artes por su gran potencial para contribuir a un cerebro abierto, flexible y adaptable.
No cabe todo en el horario escolar.
Cierto, no hay tiempo. Sin embargo, sí podemos incluir pequeñas actividades artísticas en las asignaturas de ciencias. En 3º de ESO se estudia biología celular, así que se puede proponer a los alumnos que imaginen, o busquen en YouTube, cómo sería una música y una danza para representar el movimiento de los componentes de una célula. Eso es arte porque incluye música y movimiento corporal y además permite saber más biología.
Hay familias que prefieren que su hijo sea biólogo o arquitecto antes que músico o pintor. ¿Se equivocan?
No debemos condicionar su futuro, sino ofrecer las máximas oportunidades para que elijan. ¿Cuántos escritores hay que han estudiado Ingeniería o Medicina? Conozco unos cuantos guionistas de televisión que son biólogos. La ciencia les gustaba, pero sus instintos, deseos y placer estaban en otra cosa.
"El teatro es importantísimo para los chicos y las chicas porque les permite empatizar con sus compañeros y mejorar su memoria"
Los coles no son los únicos que arrinconan las artes. Pocas familias van un sábado por la mañana a un museo.
Marginar estas actividades es un desacierto. En muchos centros educativos me encuentro con padres que piden que se impartan más clases de matemáticas a costa de no tener, por ejemplo, teatro. Es un error. El teatro es importantísimo para los chicos y las chicas porque les permite empatizar con sus compañeros y mejorar su memoria. Deben tener contacto con todas las artes para que, cuando sean adultos, se conozcan mejor a sí mismos. Representar un papel en una obra de teatro implica examinarte tú y tus sentimientos. Esta interiorización te ayuda a descubrir quién eres y cómo eres.
¿Para qué le sirve el arte a un adolescente?
Para continuar descubriéndose a sí mismo. Los adolescentes atraviesan la época de máxima transformación de la mente y el cuerpo junto con la infancia. Si solo se dedican a estudiar, ¿cuándo van a descubrir sus propios cambios? Lo descubrirán a través del deporte, el teatro, la danza, las artes plásticas, la música. Cuando uno pinta un cuadro o hace una escultura, no solo refleja lo que ve fuera sino lo que ve de sí mismo. Este paso, entre el arte y el autoconocimiento, es lo que más beneficia a los adolescentes.
La generación EGB dividía a los chavales entre ciencias y letras. ¿Le parece una idea nefasta?
Soy de esa generación y recuerdo a un profesor de lengua castellana que nos mandaba hacer redacciones a menudo, una actividad muy útil y necesaria. Siempre me decía: "Solo escribes tonterías".
¿En serio?
Probablemente eso me empujó a estudiar ciencias. Soy científico, pero llevo escritos 27 libros. Parece que las tonterías que escribía en mi infancia a lo mejor no eran tan absurdas como mi profesor pensaba.
"La sobreprotección es nefasta porque hace creer a los chavales que no pueden hacer cosas por sí mismos"
Lamentablemente quedan docentes que desaniman y sueltan frases como “no vas a saber hacer una raíz cuadrada en tu vida”.
Pues mejor que se dediquen a otra cosa. Esa frase frustra. Cualquier reconducción debe ser siempre en positivo. Por ejemplo: “Vamos a analizar lo que has escrito para mejorarlo o vamos a ver por qué no te sale una raíz cuadrada porque seguro que puedes”.
Afirma que educar también es un arte. ¿Cómo hay que educar?
Respetando las motivaciones de cada alumno porque, a partir de sus motivaciones, continuará creciendo de la mejor manera posible. Estimulando, ofreciendo experiencias, conocimientos y apoyo, incluido el emocional. Nunca con sobreprotección porque es nefasta y hace creer a los chavales que no pueden hacer cosas por sí mismos. Hace falta también cultura del esfuerzo.
¿Y memoria?
También es importante. Construimos a partir de lo que ya sabemos. Otra cosa es qué deben saber de memoria porque estamos en 2025 y no a mitad del siglo XX.
Nos hemos convertido en una sociedad empeñada en la felicidad. Usted propone que apostemos por el bienestar.
La felicidad es un estado muy intenso y placentero de nuestro cerebro, que activa un neurotransmisor muy potente, la dopamina, que satura el cerebro con mucha facilidad. Después de un pico de felicidad, necesariamente tiene que venir un bajón para que el cerebro se recupere. Tener momentos de felicidad está muy bien, pero no debemos aspirar a ser permanentemente felices. Tenemos un problema social porque la felicidad se ha comercializado. Si tú no compras todo lo que encuentras a tu alcance, no eres feliz. Si no eres feliz, es que eres un desgraciado. No es verdad. El bienestar, en el que también hay dopamina, pero menos, es mucho más suave e incorpora serotonina, el neurotransmisor del buen estado de ánimo. Como hay menos dopamina, no se satura el cerebro y se puede mantener. Es esa sensación de estar cómodos con nosotros mismos y con nuestros objetivos. El bienestar permite la tristeza y la decepción. La felicidad no.
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