Periodismo

Grandes periodistas de la Historia para inspirarnos (o no)

Un frenético repaso de un oficio no exento de polémica

Portadas recogen la dimisión del presidente Richard Nixon tras el escándalo del Watergate.

Portadas recogen la dimisión del presidente Richard Nixon tras el escándalo del Watergate. / EFE

María Bueno

Vigo

Una de las grandes ventajas de la Historia es la gran cantidad de conocimiento acumulado al que podemos acceder para enfrentarnos a nuestros retos diarios, a nuestras primeras veces; a esos desafíos que nos tienen bloqueados, pero a los que, en su momento, ya se enfrentaron otros antes que nosotros. 

Si suspendes un examen, puedes contarle a tus padres la cantidad de mentes brillantes que lo hicieron antes que tú; si te enfadas con un amigo, serás capaz de encontrar el modo de arreglarlo a través de las experiencias de las personas buenas; y si te enamoras… bueno, si te enamoras: el final, para bien o para mal, está ya escrito en miles de millones de poemas. 

Siguiendo esta misma lógica y si esta es la primera vez que vas a escribir un reportaje para el periódico escolar y no sabes ni por dónde empezar, no tienes nada de qué preocuparte pues cuentas a tu disposición con los siglos y siglos de experiencia almacenada por todos aquellos que ejercieron este oficio.

Anécdotas, recursos, formatos, estilos y tomas de decisiones sobre los que puedes leer para inspirarte. O no, claro, porque como muy pronto descubrirás: no todos los grandes nombres de nuestra historia pasaron a ella por ser lo que se dice, precisamente, un ejemplo a seguir. 

Si bien el periodismo moderno nació entre los siglos XVII y XVIII y no fue hasta el S XIX cuando llegó el despegue masivo de la prensa, para empezar este recorrido no podemos dejar de viajar hasta la Antigua Grecia y hablaros de un señor con barba que destacó como uno de los mejores cronistas de su época, un intrépido viajero que no dudó en describir para la posteridad las guerras entre griegos y persas o las pirámides del mismísimo Egipto. Se trata de Heródoto, considerado el padre de la Historia y, podría defenderse, también el primer periodista del mundo. Sea como fuere, lo que está claro es que en su figura encontramos los tres mejores ingredientes para empezar: mirada curiosa, escucha profunda y reflexión crítica.

Vamos a pasar ahora rápidamente por épocas como la del Imperio Romano, en la que Julio César promulgó la publicación del Acta Diurna; o la Edad Media, en la que la información era escasa y a menudo subordinada al poder o a la fe; y también por hitos como la invención de la imprenta hacia 1450, clave para que un par de siglos más tarde llegasen las primeras gacetas (llamadas así por la moneda veneciana de la época); la Revolución Francesa (1789), todo un cambio de paradigma que, curiosamente, fluyó en una dirección y su contraria: se dice que abrió las puertas al concepto de libertad de prensa, pero reforzó también el de la censura; y por supuesto la Primera Revolución Industrial (1760-1840), que, al abaratar el papel y extender el alfabetismo, favoreció la difusión masiva de contenidos.

Joan Didion.

Joan Didion. / EFE

Perdonad las prisas y este frenesí, pero es que así, y por fin, llegamos a los siglos XIX y XX, claves en la expansión de la prensa escrita, la aparición de nuevos medios y el establecimiento del rol crucial del periodismo en la democracia, pues... y aquí va la segunda clave: el uno no se entiende —ni de hecho existe— sin la otra. 

Estamos ya en los albores de la Guerra de Cuba (1898), con dos personajes muy pero que muy importantes: los influyentísimos magnates Joseph Pulitzer y William Randoplh Hearst, que se pasaban todo el día a la gresca para ver quién conseguía más lectores. Lo más importante era la sorpresa, llamar la atención del público y para ello no dudaban en prescindir de la exactitud o calidad. De hecho, llegaron a mentir, dando lugar a la prensa amarilla. Con todo y con eso, Pulitzer recogió cable en sus últimos años y acabó por dar nombre al que todavía es hoy el premio de periodismo más prestigioso del mundo. 

Y no uno, sino hasta dos Pulitzer recogió precisamente Walter Lippmann, al que se llegó a llamar "la conciencia de una nación", y quien sin duda fue clave en la configuración de un nuevo estándar de periodismo más ético y reflexivo, que situó a los medios como actores políticos e impulsó el diálogo público. 

Seguimos con la primera mitad del Siglo XX, época convulsa que condensó, en menos de 50 años, la I y la II Guerra Mundial así como la Guerra Civil Española. Tres guerras y, en las tres, estuvo presente de uno u otro modo Ernest Hemingway. Hombre peculiar, Nobel de Literatura y miembro de la denominada Generación Perdida, Hemingway ha pasado a la historia como escritor, pero fue también corresponsal de publicaciones como el Toronto Star Weekly, una experiencia que sin duda influyó en su estilo caracterizado por frases cortas y directas. "La prosa es arquitectura, no decoración de interiores", dejó dicho.

Y si hablamos de corresponsales no puede faltar aquí Oriana Fallaci, de origen italiano y considerada una de las más intrépidas reporteras del siglo XX, durante el que cubrió conflictos en Vietnam, la India o Pakistán, especialmente conocida también por el peculiar estilo de sus entrevistas a todo tipo de personajes de la sociedad americana. Más de uno y más de dos, e incluso el propio The New York Times, criticaron su arrojo y carácter, pero ¿podría haber escrito como lo hizo si hubiese renunciado a su singularidad? 

"La banda que escribía torcido"

Eran "La banda que escribía torcido", estaban allí "para contarnos historias sobre nosotros mismos de un modo hasta entonces inaudito"

Ojo también a Tom Wolfe, creador del llamado Nuevo Periodismo, rompió con los moldes informativos clásicos e incorporó técnicas narrativas propias de la literatura. Se dice de él que marcó una época y ¡menuda época! los 60 del siglo pasado, en plena explosión del movimiento hippie. Se unieron a él figuras como Hunter S. Thompson, fundador del "periodismo gonzo", o Joan Didion. Eran "La banda que escribía torcido", estaban allí "para contarnos historias sobre nosotros mismos de un modo hasta entonces inaudito" y su influencia ha llegado hasta nuestros días. 

Finalmente y también un Pulitzer destacó la hazaña de Woodward y Bernstein, los periodistas que destaparon el escándalo del Watergate de la administración Nixon, una trama de espionaje que terminó por provocar la primera y única dimisión de un presidente de los EEUU en 1974. Sin duda, uno de los grandes hitos que nos recuerda la importancia del periodismo independiente y su papel en la supervisión del poder.

Ya lo ves, escribir un reportaje no es poca cosa: formarás parte de una historia viva, desafiante y muy humana, que ha cambiado el mundo más veces de las que crees.

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