Iglesia

¿Por qué la sede vacante de Francisco da tregua al Opus Dei? Un congreso sin reforma de estatutos tras la muerte del Papa

La Obra de Escrivá inició este miércoles su propio cónclave que, en principio y bajo el mandato suave pero firme de Bergoglio, tendría que renovar sus normas internas, pero que se reduce a la mínima expresión para vivir fielmente las exequias del Pontífice

El Papa Francisco y el prelado del Opus Dei se dan un abrazo en un encuentro.

El Papa Francisco y el prelado del Opus Dei se dan un abrazo en un encuentro. / Efe

Javier Morán

Nada tiene que ver la Teología con la astrología (ni siquiera con la Astrofísica), ni con el ocultismo, el ilusionismo, el augurio o la religión, que es mágica en sentido estricto. Sin embargo, a veces se dan coincidencias o conjunciones astrales imposibles de ignorar. Por ejemplo, la publicación de libro de Javier Cercas, "El loco de Dios en el fin del mundo", sobre el Papa Francisco, ha coincidido con el óbito del Pontífice Bergoglio, lo cual tal vez será interpretado por muchos como una señal del cielo para mayor gloria de Cercas y de su editor.

Tres días después del fallecimiento de Francisco se nos ofrece otra casualidad extraordinaria, que versa precisamente sobre el asunto eclesial más importante de la década. A saber, que el Opus Dei, la institución católica fundada por José María Escrivá con mayor fuerza laical en el mundo, inició este mismo miércoles su Congreso General Ordinario. La cita iba a durar, en principio, hasta el cinco de mayo, y entre los puntos de su convocatoria figuraba que el "cónclave" de la Obra tomaría conocimiento de sus nuevos estatutos, en parte elaborados por el propio Opus y en parte "emanados" por la Santa Sede.

Sin embargo, este martes el prelado de la Obra, el francoespañol Fernando Ocáriz, anunció que el Congreso se reducirá "al mínimo imprescindible: la renovación de los cargos del Consejo general (hombres) y de la Asesoría central (mujeres), que están previstos que se nombren o renueven cada ocho años".

Anteriormente, en el mensaje de Ocáriz del pasado ocho de abril, indicaba que en el Congreso "se tratará de la propuesta –definitiva por nuestra parte– del texto de los Estatutos, para presentar ya a la aprobación de la Santa Sede. Participad todos con vuestra oración".

Al Congreso están convocados 279 miembros de la Obra, 127 mujeres (45,5 %) y 152 hombres (54,5 %), provinientes de África (6,8%), América (37,3%), Asia (5,7%), Europa (48,7%) y Oceanía (1,4%).

La supresión de gran parte del programa, permitirá que respetuosamente los congregados, más los miembros del Opus residentes en Roma (curia prelaticia, Universidad de la Santa Cruz, residencias de estudiantes, etcétera) participen en las exequias de Francisco y observen el proceso posterior del Cónclave electivo del sucesor papal. Por tanto, el procedimiento congresual restante se fijará para fechas posteriores, y probablemente a merced de que el nuevo Papa tome conocimiento de la nueva convocatoria.

Lo singular de todo ello consiste en que tras la muerte de un Papa, el Vaticano entra en sede vacante, un tiempo que puede durar unos 20 o 25 días y durante el cual no se puede mover ni un papel en los dicasterios y oficinas de la Santa Sede (ni nombramientos, ni decretos, ni sentencias, ni cartas apostólicas, ni mensajes de ningún tipo, salvo los que se produzcan en las homilías del funeral o del inicio del Cónclave).

El Vaticano no vuelve al funcionamiento habitual hasta que el nuevo Pontífice confirme, o renueve mediante nuevas designaciones, a toda la escala de la Santa Sede, desde las más humildes oficinas y prefecturas hasta la Secretaría de Estado, pasando por los organismos de justicia, de economía, los dicasterios y los cardenales y arzobispos asignados a cada uno de ellos.

La congelación temporal del Vaticano dará una tregua del Opus Dei en el proceso de reformar sus estatutos, que fue urgido con suavidad, pero con firmeza, por el Papa jesuita Francisco. Este dato llevó a no pocos a conjeturar que reverdecía un supuesto enfrentamiento histórico entre los hijos de Ignacio de Loyola y los de Escrivá de Balaguer. En efecto desde los años treinta del pasado siglo hubo refriegas localizadas en algunos lugares entre ambas instituciones, centrada en la obtención de prosélitos. Pero ni por parte de la Obra ni de la Compañía fueron protagonizadas por miembros destacados o célebres más allá de sus ciudades.

En 1965 fue elegido Superior General de la Compañía el vasco Pedro Arrupe, quien asumiendo la llamada de las bases jesuíticas (digamos que la de un porcentaje importante de miembros), propició que el estandarte de la Compañía a partir de 1975 fuera el del "servicio de la fe y la promoción de la justicia", esto es, un camino muy diferente al que el Opus Dei había iniciado con Escrivá bajo el signo de un catolicismo clásico.

Como anécdota complementaria, Arrupe invitó a Escrivá en cierta ocasión a comer en la curia de los Jesuitas, pegada a San Pedro (calle del Espíritu Santo). La cita fue complicada y se desmoronó cuando el fundador del Opus preguntó por qué la Compañía no dejaba de perseguirles. Acto seguido, se despidió acompañado de sus colaboradores. Cuentan que el Padre Arrupe se encogió de hombros porque no supo qué significaba aquello.

Pues bien, nada de ello ha funcionado en la mente de Francisco, sino que la raíz del problema, con antecedentes tan lejanos como un pronunciamiento del cardenal Ratzinger en 1981, consiste en que la definición del Opus Dei como Prelatura Personal (afirmada por Juan Pablo II en 1982), no respondía al espíritu ni a la letra del Derecho Canónico publicado en 1983.

Hablar de Derecho Canónico precisa de habilidades como la de cortar pelos en el aire, con perdón, y la descripción del proceso iniciado hace años por Francisco requiere de paciencia y de espacio que aquí no tenemos. ¿Qué sucederá tras la desaparición de Bergoglio? Sólo Dios lo sabe, y tal vez ni siquiera Él. Pero la tregua de la Obra es una tregua auténtica.

Suscríbete para seguir leyendo

TEMAS

Tracking Pixel Contents