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CARTA ABIERTA

Capicúa: la carta de José María Segarra a su madre, María José Soriano

José María Segarra abraza a su madre

José María Segarra abraza a su madre / Mediterráneo

José Mª Segarra Soriano

Hay frases que marcan una vida y en una ocasión, Albert Camus dijo que entre la justicia y su madre elegía a su madre. Yo también elijo a mi madre por encima de la justicia, como cualquiera de mis hermanos que siempre elegimos a nuestra madre por encima de todas las cosas. Escribo estas líneas porque hoy es su cumpleaños, y lo hago públicamente porque quiero que se sepa quién es ella. Con nuestra madre hay hogar y sin ella no hay rumbo. Es difícil resumir en palabras lo que cada uno de nosotros (marido, hijos y nietos) sentimos con y por ella.

En una casa con tanta gente siempre nos ha dado cariño y amor de sobra a cada uno, nos ha hecho sentir especiales y únicos a nuestra manera y ella y nuestro padre nos han obsequiado con un ejemplo maravilloso de fe y amor en el que fijarnos para nuestros matrimonios y familias.

Ella y mi reciente esposa han sido dos de las personas que han convertido nuestro año más complicado en el más maravilloso, un faro que alumbraba en la mayor de las oscuridades y daba energía en la mayor de las flaquezas. Generosidad, empatía, cariño, sacrificio, lucha, paciencia, inteligencia y sobre todo amor (el que sentimos por ti y tu sientes por nosotros).

Recuerdos que cada día son más lejanos los tenemos más presentes. Los veranos en Burriana en los que te metíamos a un sinfín de gente en casa, creo que si me acerco por allí aún puedo oír las risas y el ruido de los pies mojados golpeando el suelo en el pasillo. Trabajos escolares interminables en domingo que acababan con un 10 si tu intervenías y con un 6 cuando los hacíamos solos. Una fábrica infinita de vasos de leche con Cola-Cao que tenías en la cocina para darnos a cualquier hora y que disfrutábamos más entonces que ahora con cualquier copa del mejor champagne. La complicidad con el papá, las bromas y disfraces de mis hermanas, las alas que nos dabas a mi hermano y a mí para soñar sin límites.

Me diste la vida el 20 de marzo de 1994 y este año el día 4 de julio me la volviste a dar. Cuando mi cuerpo no daba más de sí, cuando el día a día eran las máquinas y el sacrificio, toda la familia se ofreció en manada para poner su riñón por mí. El capricho del destino decidió que fueras tú, y desde entonces no paro de sentir que ese hogar que aparece en tu presencia lo llevo siempre conmigo. Jamás podré devolver en mi vida todo el calor y cariño que me han brindado mis hermanos, mis padres y mi mujer durante este último año, pero si puedo prometer que siempre voy a mantener una llama encendida. Una llama de agradecimiento y amor permanente por todos vosotros. Siento mucho orgullo por ser tu hijo, incluso siento orgullo de que nuestros nombres sean capicúa.

Muchas felicidades desde lo más profundo de mi alma y con el deseo que disfrutemos todos juntos y en familia (que es como nos gustan las cosas) del regalo que es la vida.

Te quiero mamá.

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