La Guardia Civil investiga si fueron uno o dos los asesinos de los agentes de la Agrupación de Tráfico de Calahorra Juan Antonio Palmero y José Antonio Vidal a la altura del municipio navarro de Castejón. Aunque no se ha confirmado oficialmente la autoría, gana peso la versión que apunta al crimen organizado.

Si finalmente hubo un solo tirador que acribilló a los dos agentes sin darles tiempo a desenfundar y mientras ambos vehículos estaban en marcha, se confirmaría además que se trata de un criminal especialmente preparado. La delegación del Gobierno en Navarra reconoció ayer su gran preocupación por la presencia de mafias del Este de Europa en la comunidad.

El Ministerio del Interior confirmó ayer que en el lugar de los hechos los agentes recogieron 20 casquillos percutidos con la inscripción 45. Esta munición es de fabricación alemana, y es frecuente en organizaciones mafiosas eslavas. Ante las versiones contradictorias ofrecidas por el único testigo presencial, la Guardia Civil trata de aclarar si fueron uno o dos los agresores. El instituto armado ha puesto en marcha una amplia operación para localizar el todoterreno marca Suzuki desde el que se hicieron los disparos.

Cientos de vecinos de la localidad riojana de Calahorra acudieron ayer a la iglesia de los Santos Mártires para asistir al funeral de los dos agentes, que estuvo oficiado por el nuevo obispo de la Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño, Juan José Omella, y otros 16 sacerdotes.

Estuvieron presentes el ministro del Interior, José Antonio Alonso, que asistía por primera vez a las honras fúnebres de agentes desde su llegada al cargo, así como el presidente de La Rioja, Pedro Sanz; y el director de la Guardia Civil, Carlos Gómez Arruche, entre otros.

Ante un pendón de la Guardia Civil y una imagen de la virgen del Pilar, patrona del cuerpo, el obispo Omella pidió a Jesucristo "consuelo y paz" para las familias, que se opusieron a que accedieran al templo cámaras ni micrófonos. Antes del funeral, los restos de los agentes llegaron a la sala de cultura Ermita de la Concepción, donde se instaló la capilla ardiente durante apenas media hora, ante el retraso de los cuerpos, llegados desde Pamplona tras habérseles practicado la autopsia.

Los cuerpos fueron recibidos entre aplausos por decenas de vecinos y por las autoridades que aguardaban a la puerta. Los ataúdes estaban envueltos con la bandera española y fueron introducidos en la sala a hombros de agentes de la Guardia Civil y de la Policía Nacional.

Allí, el ministro les impuso la Cruz al Mérito de la Guardia Civil con distintivo rojo, antes de dar el pésame a sus familiares.