En Austria lo han bautizado como el juicio del siglo y la multitud que se agolpaba ayer desde primera hora de la mañana a la puerta del Tribunal Regional de Sankt Pölten corroboraba la expectación. Medios de comunicación de todo el mundo esperaban ansiosos para captar la primera imagen de Josef Fritzl en un año, el tiempo que ha pasado encerrado desde que la enfermedad de una de sus hijas--nietas le obligó a poner fin a los 24 años de secuestro, violaciones y malos tratos a los que sometió a su hija Elizabeth y a tres de los siete hijos que ambos engendraron como resultado de los repetidos abusos. Con la prensa esperaban decenas de curiosos y grupos que se manifestaban contra el maltrato infantil. Representantes de partidos de extrema derecha protestaban junto a miembros de oenegés, manteniendo las distancias.

Antes de que Fritzl llegara ayer a la audiencia de Sankt Pölten, el juicio ya se había convertido en espectáculo, especialmente después de la aparición de un actor de la región. Patrik Huber se presentó frente a la puerta de la audiencia en una colosal limusina blanca de la que se bajó con un extravagante traje blanco al que llevaba pegados muñecos con forma de bebé mientras esparcía otros tantos por el suelo. El drama se había convertido en cabaret.

Solo durante dos horas tuvo acceso la prensa al contenido del proceso. Poco antes de las 9.30 aparecía el hombre al que todos querían ver. Pero Fritzl no dio la cara, ni literal ni metafóricamente. Vestido con un traje gris y ocultando el rostro tras un archivador azul de tapas azules, el Monstruo de Amstetten se negó a dar lo que todos esperaban ante las cámaras y ante el tribunal. Ante los primeros, su imagen; ante los segundos, la absoluta aceptación de los crímenes.

El hombre, de 73 años, se declaró culpable de los cargos de secuestro, incesto y coacción, pero solo reconoció parcialmente las acusaciones de violación y rechazó las de esclavitud y asesinato, por las que se enfrenta a las penas más altas. Fritzl solo será condenado por uno de los delitos, el que implique la pena mayor, en este caso el del asesinato de uno de los hijos que tuvo con Elizabeth en 1996, al que dejó morir sin proporcionarle atención médica y por el que se enfrenta a la cadena perpetua.

Después de que Fritzl expusiera detalles de su supuesta trágica infancia, el telón judicial volvió a caer para dejar paso al espectáculo. Por la tarde, la sala de prensa, donde no cabía ni un alfiler, asistió atónita a la declaración del portavoz de la audiencia de Sankt Pölten, que solo confirmó que no sabía nada.

UTILIZACIÓN DESCARADA A los únicos a los que parece no molestar el ambiente circense es a los responsables de medios de Sankt Pölten. Cada periodista recibió por la mañana un completo dosier de prensa sobre la ciudad y su 850° aniversario. Datos sobre las celebraciones, los festivales musicales y el futuro económico de la zona sustituían a la información sobre el orden del día. Muchos ven con ojos críticos el uso que se está haciendo en la ciudad de la atracción mediática. Un restaurante incluso anunció días antes del proceso que vendería un "Fritzl schnitzel", un plato especial que no era más que el típico filete empanado de la región pero con el nombre del Carcelero de Amstetten.

El proceso continuará hoy a puerta cerrada con nuevos interrogatorios y más proyecciones con el testimonio de la hija. El vídeo, de 11 horas, es, junto a cuatro informes de expertos, el único material del que dispone la fiscalía. Ni la mujer de Fritzl, ni sus hermanas ni sus hijos han querido declarar. El proceso va más rápido de lo esperado y la sentencia podría incluso darse a conocer el jueves.